Arthur y Sam caminaban por las calles asfaltadas del pueblo. Ella aferrada a su brazo y escondiéndose detrás de él cuando las personas se les acercaban a saludar. El día estaba hermoso y las calles alegres y coloridas.
Mujeres y hombres le daban regalos y bendecían su relación, pues Arthur era una persona muy querida en su región porque ayudaba a los más necesitados. Llegaron a un puesto de flores y a Sam le brillaron los ojos.
—Quiero un ramo colorido para esta hermosa dama —pidió Arthur sonriente mientras la abrazaba por la cintura. Parecía un niño pequeño aferrado a Sam, cosa que a ella hacía feliz, pero también le causaba tristeza. ¿Cuánto le duraría la felicidad?
Después de recorrer el pueblo y comprar chucherías, bailar en las plazas y jugar con un grupo de niños; Arthur la montó sobre su cabal
Anabela escuchaba a Arthur avergonzada. Después de la cena, él se sentó junto a ella en una parte solitaria del patio para conversar sobre su comportamiento de la mañana.—Lo sé y estoy muy apenada. —Ella miró las estrellas, sonrojada—. Les pediré perdón antes de partir, lo prometo.—Bien, preciosa. —Él la abrazó—. Pero me preocupas, ¿acaso te interesa Samuel?Ella suspiró y mordió su labio inferior.—No lo sé... Cuando Iván me dejó, él se me acercó y fue muy lindo. Luego se alejó y me evadía, yo ignoré el asunto, pues estaba muy herida. Sabes lo mucho que amé a Iván, teníamos tres años de noviazgo y pronto íbamos a casarnos.—Sí, lo sé. El muy tonto se casó con la hija de Rom&a
Frotaba su pequeña barriga con temor y lágrimas en sus ojos. Tenía cuatro meses de embarazo y su peso era muy bajo. Temía por su bebé y las consecuencias que su mala alimentación, el maltrato, la falta de chequeo médico y la forma tan precaria en la que vivía le podían traer a su criatura. Sabía que su barriga debía estar un poco más grande, entendía que muchas primerizas no hacían grandes panzas, pero era consciente de que en ella influía la desnutrición y la anemia.Como animal peligroso, estaba encerrada en un pequeño y sucio cuarto cerca de los establos. Sin cama ni muebles, solo paja y un plato sin lavar donde le echaban mala comida una vez al día. Tenía que sobrevivir y ser fuerte por su hijo o hija. Temía el no poder parir a su bebé o que se muriera en cualquier momento.—Debemos esca
Sus labios se movían a la par y sus lenguas se acariciaban con deseo y delicadeza a la vez. Sus dedos acariciaban la cicatriz en la mejilla de su novia mientras ella jugaba con el lacio cabello de él.—¿Nadamos? —Arthur rompió el beso y ella sonrió ante su propuesta. Se pararon de la larga tela que yacía sobre la grama y Sam se deshizo de su anticuado vestido quedando con unos pantalones cortos por encima de la rodilla y una blusa ceñida al cuerpo. Arthur la miró con escrutinio por unos segundos y luego se quitó su camisa, dejando su torso desnudo.—¿Mojarás tu pantalón? —Ella inquirió y él peinó su cabello con las manos.—Traje otro, hermosa. —Sonrió.Ambos se metieron al agua y se atacaron con el fresco líquido. Risas y forcejeos se escuchaban en el solitario lugar. Cansados de jugue
Sam fue visitada por los amigos de Arthur, maestros en medicina y drogas. Tomó clases intensivas con ellos, quienes la ayudaron a poner su laboratorio con sus firmas y reconociéndolo ante la ley. Varios meses pasaron y, aunque no lo hacía muy seguido, Sam aún tenía que seguir aprendiendo y su laboratorio ser inspeccionado cada cierto tiempo por expertos. Ella trabajaba junto a un grupo de casi graduados en el área, todos ellos muy buenos y sobresalientes.Ella se miró en el espejo por última vez y sonrió. Poco a poco había cambiado su forma de vestir y sus compras con Anabela le habían llenado el clóset de vestidos más juveniles y bonitos. Después de aplicarse un lindo labial, puso su velo sobre el rostro, pues solo Arthur tenía el privilegio de verlo.La velada con su novio fue romántica y especial, Arthur la trataba como si ella fuese una reina y siempre se
Un beso tras otro…Estaba sorprendido, pero no iba a desaprovechar el momento haciendo preguntas, aunque algo faltaba...—Samuel... —Anabela se distanció agitada—. Quiero que lleguemos a algo más que una amistad.Él se quedó petrificado. ¿Acaso estaba soñando?—¡Por supuesto! —se apresuró en responder—. Sabes que eres especial para mí y es lo que más deseo.Un beso selló el comienzo de su relación.Jacqueline daba vueltas en la cama. Se sentía tonta, no entendía aquel enojo, aquel dolor.—Él fue solo sexo —se repitió por tercera vez—. Ya tomó su decisión, él se lo pierde. —Trataba de convencerse a sí misma, aunque la sensación de tristeza e impotencia eran más fuertes. ¿Por qu&eac
Sam se quedó dormida después de tanto llorar. Se despertó más tarde de lo regular y su reflejo en el espejo era espantoso, por lo menos podría cubrirlo con su velo. Temía salir y ver a Arthur, pero al mismo tiempo quería tenerlo en frente, abrazarlo y explicarle por qué huyó de su esposo.Salió cabizbaja y entró a la cocina, se sintió juzgada y avergonzada al instante, aunque nadie sabía lo que había sucedido. Se sentó con timidez y los ojos preocupados la traspasaban.—¿Estás bien? —Jacqueline la abordó—. Te ves pálida y tus ojos están hinchados. Dime si debo ir a regañar a Arthur. ¿Se pelearon? Él salió muy temprano con un humor de los mil demonios.Sam carraspeó, pues el habla no le salía.—No, él no me ha hecho nada. —Trat&o
Arthur daba vueltas sobre su cómoda cama que ahora la sentía insoportable. Su corazón dolía y sus ojos ardían. Se incorporó mientras sus manos apretaban su cabello, estaba triste y la culpabilidad no lo dejaba dormir.—Fui muy cruel contigo, hermosa. —Limpió sus lágrimas y suspiró.Se levantó y caminó en círculo, se abrazó a sí mismo por la sensación gélida. No era solo el frío que su piel sufría al estar descubierta. —Puesto que él solo se había puesto en pantalón holgado después de su baño—. Más bien era la falta de abrazarla y besarla, de verla sonreír y hablar de sus pacientes animosamente.Se sentó en el borde de la cama y miró a la nada, otra vez las molestas lágrimas. Debió hablar con ella y aclarar las cosas, ¿c&
El hambre le hacía estragos y su cuerpo estaba muy débil ya. Cayó sobre la grama y lloró por la frustración.—Arthur... —balbuceó antes de cerrar sus ojos.(...)—¿Dónde está? —Arthur buscaba desesperado, su habitación estaba desordenada y con las gavetas abiertas.—¿Qué pasó aquí? —Anabela se espantó al ver el desorden.—¿Quién entró a mi habitación? —preguntó con voz temblorosa. No podía creer que la había perdido.—Nadie entra a tu habitación a menos que sea para hacer la limpieza. —Anabela se le acercó y le rodeó el cuello con sus brazos.—Tú acabas de entrar y no vas a hacer la limpieza. —Él suspiró y Anabela