Sam fue visitada por los amigos de Arthur, maestros en medicina y drogas. Tomó clases intensivas con ellos, quienes la ayudaron a poner su laboratorio con sus firmas y reconociéndolo ante la ley. Varios meses pasaron y, aunque no lo hacía muy seguido, Sam aún tenía que seguir aprendiendo y su laboratorio ser inspeccionado cada cierto tiempo por expertos. Ella trabajaba junto a un grupo de casi graduados en el área, todos ellos muy buenos y sobresalientes.
Ella se miró en el espejo por última vez y sonrió. Poco a poco había cambiado su forma de vestir y sus compras con Anabela le habían llenado el clóset de vestidos más juveniles y bonitos. Después de aplicarse un lindo labial, puso su velo sobre el rostro, pues solo Arthur tenía el privilegio de verlo.
La velada con su novio fue romántica y especial, Arthur la trataba como si ella fuese una reina y siempre se
Un beso tras otro…Estaba sorprendido, pero no iba a desaprovechar el momento haciendo preguntas, aunque algo faltaba...—Samuel... —Anabela se distanció agitada—. Quiero que lleguemos a algo más que una amistad.Él se quedó petrificado. ¿Acaso estaba soñando?—¡Por supuesto! —se apresuró en responder—. Sabes que eres especial para mí y es lo que más deseo.Un beso selló el comienzo de su relación.Jacqueline daba vueltas en la cama. Se sentía tonta, no entendía aquel enojo, aquel dolor.—Él fue solo sexo —se repitió por tercera vez—. Ya tomó su decisión, él se lo pierde. —Trataba de convencerse a sí misma, aunque la sensación de tristeza e impotencia eran más fuertes. ¿Por qu&eac
Sam se quedó dormida después de tanto llorar. Se despertó más tarde de lo regular y su reflejo en el espejo era espantoso, por lo menos podría cubrirlo con su velo. Temía salir y ver a Arthur, pero al mismo tiempo quería tenerlo en frente, abrazarlo y explicarle por qué huyó de su esposo.Salió cabizbaja y entró a la cocina, se sintió juzgada y avergonzada al instante, aunque nadie sabía lo que había sucedido. Se sentó con timidez y los ojos preocupados la traspasaban.—¿Estás bien? —Jacqueline la abordó—. Te ves pálida y tus ojos están hinchados. Dime si debo ir a regañar a Arthur. ¿Se pelearon? Él salió muy temprano con un humor de los mil demonios.Sam carraspeó, pues el habla no le salía.—No, él no me ha hecho nada. —Trat&o
Arthur daba vueltas sobre su cómoda cama que ahora la sentía insoportable. Su corazón dolía y sus ojos ardían. Se incorporó mientras sus manos apretaban su cabello, estaba triste y la culpabilidad no lo dejaba dormir.—Fui muy cruel contigo, hermosa. —Limpió sus lágrimas y suspiró.Se levantó y caminó en círculo, se abrazó a sí mismo por la sensación gélida. No era solo el frío que su piel sufría al estar descubierta. —Puesto que él solo se había puesto en pantalón holgado después de su baño—. Más bien era la falta de abrazarla y besarla, de verla sonreír y hablar de sus pacientes animosamente.Se sentó en el borde de la cama y miró a la nada, otra vez las molestas lágrimas. Debió hablar con ella y aclarar las cosas, ¿c&
El hambre le hacía estragos y su cuerpo estaba muy débil ya. Cayó sobre la grama y lloró por la frustración.—Arthur... —balbuceó antes de cerrar sus ojos.(...)—¿Dónde está? —Arthur buscaba desesperado, su habitación estaba desordenada y con las gavetas abiertas.—¿Qué pasó aquí? —Anabela se espantó al ver el desorden.—¿Quién entró a mi habitación? —preguntó con voz temblorosa. No podía creer que la había perdido.—Nadie entra a tu habitación a menos que sea para hacer la limpieza. —Anabela se le acercó y le rodeó el cuello con sus brazos.—Tú acabas de entrar y no vas a hacer la limpieza. —Él suspiró y Anabela
Arthur miró los alambres de púas que marcaban el límite que no debía pasar. Sus hombres lo examinaban expectantes y asustados, confiando en su sano juicio y prudencia, sin embargo, Arthur se abrió paso y entró a los terrenos de sus enemigos.—Señor, salga de allí, es peligroso. —Uno de ellos musitó mirando por los lados, asegurándose que solo su jefe lo había escuchado.—Debo buscarla, es muy probable que se encuentre en este lugar —refutó observando el arete que había tomado desde el otro lado y que sabía que pertenecía a ella, pues él se lo había comprado en una de sus salidas.—Es muy peligroso. ¿Sabe que ellos pueden matarlo alegando que usted los atacó o quiso robarles? Está irrumpiendo en sus terrenos, si lo descubren, no dudarán en aprovechar esta oportunidad de d
La respiración le era pesada, su corazón latíacon tanta agitación que le ahogaba. Dolor y ardor se mezclaron y ella perdió el conocimiento.(...)—Julia, no entiendo lo que me estás diciendo. —Ella temblaba ante lo que escuchaba.—Se está utilizando la hacienda del señor Fraga para vender armas y sustancias tóxicas. Debes escapar de este lugar, no es seguro para ti. —La señora le advirtió.—Desde que mi padre murió, esto dejó de ser un lugar seguro, Julia.—Sí, pero las cosas se complicaron. Se dice que tu padre no murió de forma natural, Samay. Él fue asesinado y te están inculpando. ¿Sabes lo que ellos te están obligando a firmar y rellenar?Sam abrió los ojos como si despertara de una pesadilla, su ca
En una cabaña ubicada en un lugar remoto y rodeado por la naturaleza, el secreto de un hombre enamorado se ocultaba. Alejada del peligro, Sam habitaba allí hasta recibir nuevas instrucciones de parte de su amado, a quien no había visto por toda una semana. Aquella tarde soleada, ella buscó comida y decidió que el patio era un buen lugar para almorzar. Con la mirada perdida en el río, Sam rememoró aquel día cuando él la llevó allí por primera vez. Los ojos se le cristalizaron al extrañar sus caricias, esa mirada intensa que solo le regalaba a ella y los besos deliciosos que tanto le encantaban. Lo amaba, por tal razón era doloroso estar separada de él. Dado que no había recibido noticias acerca de él desde que huyó de la hacienda, una angustia tortuosa no la dejaba en paz, es por esto que ella decidió visitar a los señores que Arthur designó para que se hicieran cargo de asistirla en sus necesidades. —Hola, querida. —La señora Goodman la recibió con una sonrisa—. ¿Cómo está tu braz
Arthur cabalgaba aturdido, la melancolía en su pecho y el vacío de su ausencia le eran tortuoso. Imaginar todo lo que sufrió, todo lo que tuvo que sacrificar.***—Entonces, la señora está muerta. —Samuel se quedó pensativo y luego sonrió—. No debemos perder las esperanzas, hay una persona que puede ayudarnos y pronto daré con su paradero.—¿Quién es? —Arthur inquirió confundido.—El nieto de la señora Julia.Arthur asintió y Samuel se levantó de la silla y se marchó.Arthur estaba en su habitación meditando la confesión de Sam, cuando la puerta se abrió.—Hola, Arthur. —Anabela lo abrazó con fervor—. He estado tan preocupada. ¿Dónde te metiste que no dormiste en la casa anoche?—Estaba