Arthur daba vueltas sobre su cómoda cama que ahora la sentía insoportable. Su corazón dolía y sus ojos ardían. Se incorporó mientras sus manos apretaban su cabello, estaba triste y la culpabilidad no lo dejaba dormir.
—Fui muy cruel contigo, hermosa. —Limpió sus lágrimas y suspiró.
Se levantó y caminó en círculo, se abrazó a sí mismo por la sensación gélida. No era solo el frío que su piel sufría al estar descubierta. —Puesto que él solo se había puesto en pantalón holgado después de su baño—. Más bien era la falta de abrazarla y besarla, de verla sonreír y hablar de sus pacientes animosamente.
Se sentó en el borde de la cama y miró a la nada, otra vez las molestas lágrimas. Debió hablar con ella y aclarar las cosas, ¿c&
El hambre le hacía estragos y su cuerpo estaba muy débil ya. Cayó sobre la grama y lloró por la frustración.—Arthur... —balbuceó antes de cerrar sus ojos.(...)—¿Dónde está? —Arthur buscaba desesperado, su habitación estaba desordenada y con las gavetas abiertas.—¿Qué pasó aquí? —Anabela se espantó al ver el desorden.—¿Quién entró a mi habitación? —preguntó con voz temblorosa. No podía creer que la había perdido.—Nadie entra a tu habitación a menos que sea para hacer la limpieza. —Anabela se le acercó y le rodeó el cuello con sus brazos.—Tú acabas de entrar y no vas a hacer la limpieza. —Él suspiró y Anabela
Arthur miró los alambres de púas que marcaban el límite que no debía pasar. Sus hombres lo examinaban expectantes y asustados, confiando en su sano juicio y prudencia, sin embargo, Arthur se abrió paso y entró a los terrenos de sus enemigos.—Señor, salga de allí, es peligroso. —Uno de ellos musitó mirando por los lados, asegurándose que solo su jefe lo había escuchado.—Debo buscarla, es muy probable que se encuentre en este lugar —refutó observando el arete que había tomado desde el otro lado y que sabía que pertenecía a ella, pues él se lo había comprado en una de sus salidas.—Es muy peligroso. ¿Sabe que ellos pueden matarlo alegando que usted los atacó o quiso robarles? Está irrumpiendo en sus terrenos, si lo descubren, no dudarán en aprovechar esta oportunidad de d
La respiración le era pesada, su corazón latíacon tanta agitación que le ahogaba. Dolor y ardor se mezclaron y ella perdió el conocimiento.(...)—Julia, no entiendo lo que me estás diciendo. —Ella temblaba ante lo que escuchaba.—Se está utilizando la hacienda del señor Fraga para vender armas y sustancias tóxicas. Debes escapar de este lugar, no es seguro para ti. —La señora le advirtió.—Desde que mi padre murió, esto dejó de ser un lugar seguro, Julia.—Sí, pero las cosas se complicaron. Se dice que tu padre no murió de forma natural, Samay. Él fue asesinado y te están inculpando. ¿Sabes lo que ellos te están obligando a firmar y rellenar?Sam abrió los ojos como si despertara de una pesadilla, su ca
En una cabaña ubicada en un lugar remoto y rodeado por la naturaleza, el secreto de un hombre enamorado se ocultaba. Alejada del peligro, Sam habitaba allí hasta recibir nuevas instrucciones de parte de su amado, a quien no había visto por toda una semana. Aquella tarde soleada, ella buscó comida y decidió que el patio era un buen lugar para almorzar. Con la mirada perdida en el río, Sam rememoró aquel día cuando él la llevó allí por primera vez. Los ojos se le cristalizaron al extrañar sus caricias, esa mirada intensa que solo le regalaba a ella y los besos deliciosos que tanto le encantaban. Lo amaba, por tal razón era doloroso estar separada de él. Dado que no había recibido noticias acerca de él desde que huyó de la hacienda, una angustia tortuosa no la dejaba en paz, es por esto que ella decidió visitar a los señores que Arthur designó para que se hicieran cargo de asistirla en sus necesidades. —Hola, querida. —La señora Goodman la recibió con una sonrisa—. ¿Cómo está tu braz
Arthur cabalgaba aturdido, la melancolía en su pecho y el vacío de su ausencia le eran tortuoso. Imaginar todo lo que sufrió, todo lo que tuvo que sacrificar.***—Entonces, la señora está muerta. —Samuel se quedó pensativo y luego sonrió—. No debemos perder las esperanzas, hay una persona que puede ayudarnos y pronto daré con su paradero.—¿Quién es? —Arthur inquirió confundido.—El nieto de la señora Julia.Arthur asintió y Samuel se levantó de la silla y se marchó.Arthur estaba en su habitación meditando la confesión de Sam, cuando la puerta se abrió.—Hola, Arthur. —Anabela lo abrazó con fervor—. He estado tan preocupada. ¿Dónde te metiste que no dormiste en la casa anoche?—Estaba
—Entonces, Samay está con ustedes. —El pelinegro dijo sonriente—. Esa muchacha es muy escurridiza, nunca pude dar con su paradero.—¿La buscabas? —Samuel y Sebastián se miraron con una sonrisa.—¡Claro que la buscaba! Quería devolverle a su hijo.—¿Su hijo? —Samuel inquirió estupefacto. Pues Arthur no le había contado sobre aquello.—¿Que no les ha dicho nada? Ella quedó embarazada del animal de su esposo. No sé bien como logró escapar, pero yo la encontré desmayada en las afueras del bosque que rodeaba la hacienda de los Fraga. Ella estaba sangrando y creí que había perdido al bebé. Un amigo doctor la trató en secreto, puesto que muchas personas le temían a White. Ella despertó alterada creyendo que su hijo había muerto, pero esa criat
Arthur se apeó del caballo lleno de emoción. Había soñado todos esos días con el rostro de Sam al ver a su hijo, y las ansias de presenciar esa felicidad en ella lo tenía nervioso y con náuseas. Corrió hacia la puerta con temblores en sus manos y el pecho agitado. Jacqueline lo siguió con el niño en brazos, él era muy tranquilo para un niño de su edad y casi no emitía palabras.Arthur se percató de la puerta a medio abrir y entró en silencio, pues quería sorprenderla. Su corazón palpitó con intensidad al ver un florero roto en medio de la sala y algunas cosas tiradas, como si una lucha se hubiese llevado a cabo allí. Corrió con desesperación hacia las demás habitaciones de la casa mientras la llamaba con gritos llenos de angustia.—¡Sam! No, no, no, no. Sam, amor mío. ¿Qué sucedi
El sudor en sus frentes y los rápidos latidos de sus corazones eran evidencia del temor que los recorría. Estaban en mano de sus enemigos y era obvio que este sería su fin.Arthur se apresuró al portón con alivio, al notar que era la pelirroja quien estaba allí, ella lo miraba con interrogantes y él entendió esa expresión y agradeció a Dios por aquella oportunidad.—Dígame, señor Connovan, ¿cree que hay alguna esperanza para mí? ¿Creé que mi alma pecadora y malvada encuentre un lugar donde pertenecer y que pueda ser admirada por alguien?—Lo creo. No tiene que ser el amor romántico, puede encontrar el amor donde desee cultivarlo. Y definitivamente, creo que puede redimir sus actos y ser una persona de bien, creo que puede soñar y hacer esos sueños realidad.—¿Ser&eacut