En cuestión de segundos el cielo se cubrió de una nube gris haciendo que todas las estudiantes pasaran sus actividades a los interiores de los edificios, eran ya las tres de la tarde, pero todo lucia tan lúgubre y oscuro que aparentaba las seis. Erika caminó sin ningún apuro bajo la tormentosa lluvia, dio unos cuantos giros de ballet entre los charcos y un casi mágico grand jete que nadie pudo ver, aterrizó encantada con el clima, tirando la cabeza hacia atrás dejándose mojar por las frías gotas de agua. Se sacudió como los animales frente a la puerta del comedor y tomó de una de las mesas un té de limón bien caliente con menta para contrarrestar el posible resfriado que podía venir por ella. Llegó al cuarto creyendo que estaba sola y cuando paso al baño vio a Megara en remojo — ¿Cómo has estado?
La lluvia no había parado, y el sol cada vez se sentía menos, cubierto por las nubes grises, Alexis miró el cielo con cierta nostalgia pues al contrario de Erika, no le gustaban los días lluviosos, no podía verse con Jack, no podía sentir el sol cálido en su piel y solo pensaba en el accidente que la dejó sin sus padres, sacudió la cabeza y volvió a sus estudios, necesitaba graduarse de allí con buenas notas para que su abuela ignorara el hecho de que se iría con Jack desde que tuviera la oportunidad. Tan solo sonó aquella campana, la ligera y dulce melodía que separaba las clases día tras día. Respiró despacio y miró el techo, se quedó allí unos segundos sin hacer más nada que perderse en la inmensidad—Disculpa—Su cuerpo se sacudió trayéndola de nuevo a la tierra—No es nada &mdash
El clima no tenía la intención de mejorar y para estar abrazados sin hablar, el frio jugaba una parte crucial. Después de unos veinte minutos llorando sin importar que los mocos corrieran de su nariz, que el pecho le doliera por la descontrolada respiración, se habían quedado sentados el sillón de la ventana, arropados con una manta y una chimenea que permanecía ahí para esos climas y compañías—tengo hambre—dijo Megara con la voz un poco ronca, habían sido las únicas palabras que había dicho desde que llegó como un animal herido, mojado y con frio en busca de refugio. — ¿Qué quieres comer? —Le preguntó pasando una mano por su cabeza. —No se —Ella se encogió de hombros—No tengo antojo de nada. —Entonces, solo trae
Alexis literalmente había sacado todos los recortes incluyendo los que había ido a imprimir desde que tuvo la oportunidad, poniéndolos de manera organizada sobre un elaborado mural repleto de brillantina. Ya no ocultaba sus planes, y no era la única quien revisaba su dieta, tanto así que el menú de la cafetería se había transformado a panecillos integrales, frutas, comidas al vapor o a la plancha, todo completamente orgánico y bajo en grasa. Petición del consejo estudiantil que estaba encabezado con las promesas de último año incluyendo a Alexis en sus filas, quien no se avergonzaba de reconocer que era la menos brillante entre ellas.En Santa Rosa, no era un misterio que las cosas se manejaran por castas. En último lugar estaban las estudiantes que no destacaban en nada, las parias de la escuela y que aun siendo nada dentro de las clases sociales no estaba tan abajo como lo estaba Mega
La mañana de ese día fue más soleada que ninguna otra, como todo lo que ocurría allí esplendorosamente mágico, ni siquiera una nube que pueda molestar el bronceado de las estudiantes en pocas ropas tiradas con sus toallas en el largo césped, era sorprendente como parecía un concurso de belleza, las mujeres con sus rolos de pelo y anchoas para sujetar los peinados, mascarillas y en siendo cachivache de belleza que las mujeres usaban. Se sentía la ansiedad, la vibra, el parloteo, el baile lo era absolutamente todo.El comité, aun con sus mascarillas verdes en la cara y las batas de baño recibían con decoro a cada trabajador, con las sillas, cortinas, escaparates, tarimas, sin contar que las profesoras tenían que mantener a puros golpes a los invitados con los ojos en el trabajo y no en los glúteos de las estudiantes. El día fue el más largo y tedioso. La vida dentro d
El baile continuó, como se había planeado, o por lo menos como estaba planeado en el cronograma de la actividad, porque en lo que Alexis concernía sus preocupaciones habían quedado justificadas.Dos, tres, cinco peleas más fueron disputadas en la arena por las rosas más deseadas, como era natural que pasara. Las demás chicas tras bambalinas solo escuchaban los sonidos provenientes del exterior de la escuela, pero nadie que no había sido llamada veía lo que pasaba, solo podía imaginar que aquellos estruendos eran parte de la ambientación o que había empezado a llover y los truenos se hacían los protagonistas de la noche formando parte de la fastidiosa espera.Megara caminaba de un lado a otro sacudiendo las manos para olvidarse del agujero doloroso que se creaba en su estómago y aunque todavía estuviera molesta por todo el tema de que nadie le había advertido
La noche caía serena y despreocupada, el viaje en el lujoso auto de Victoria era lo más terrorífico que le había sucedido en toda la vida y no podía controlar su mano temblorosa. Sentía un frio seco, entre las piernas y por primera vez consideró la elección audaz de su vestido contra el frio asiento negro. Victoria le dio una mirada firme desde su sitio, una mirada que podía desarmarla completamente en cuestión de segundos, tenía los ojos rojos al igual que su pelo una combinación demoniaca inclusive para un Umbra tan temible como ella que finalizó con una sonrisa pícara que le produjo un dolor tan grande a Alexis como si hubiera sido una estocada.El camino a la mansión de Victoria era eterno, recorrían el bosque en medio de la noche hacia donde solo se encontraban las casas más antiguas de todo el país. Al paso de los años
No se sentía muy distinto de estar en su propia casa, igual de oscuro y lúgubre, solitaria y silenciosa. Todo el camino fue igual de aburrido, solo habían compartido una sonrisa desde que se conocieron y el clima hasta el momento no prometía ser mejor. El cielo aun oscuro y frio la hizo tiritar desde que sacó la pierna fuera del auto de Mateo. Más que el frio, dentro de ella disimulaba la ansiedad a lo desconocido, había hablado con él un millón de veces desde su primer encuentro ¿pero que podría encontrar? No podía olvidar que él era un Umbra y eso de por si lo hacía digno de su desconfianza.Pisó la grava valiéndose de su experticie en el uso de tacones, remangó la cola de su vestido y caminó como si conociera el camino al portal de la mansión. Solo había unas cuantas luces encendidas a los laterales de la puerta de madera y ninguna se&
El día en la casa de Mateo no era tan diferente a lo que hacía cuando estaba de vacaciones y eso le agradaba. Podía ir y venir sin que él le dijera nada, hacia y decía sin que nadie se opusiera, puesto a que nadie estaba allí más que ella. Mateo pasaba sus días en su trabajo, o perdido entre los cuartos que aún no había tenido tiempo de recorrer.No le molestaba estar sola, pero por algún motivo la soledad le carcomía, había pasado tanto tiempo imaginando lo desgraciado de este suceso que ahora ver que no había cambiado su rutina, se sentía como una clase de estafa barata, siendo preparar sus propias comidas lo único tortuoso. Pasó todo el día en pijamas tirada en la sala de estar, con un libro que intentaba terminar para avanzar en su amplia lista de libros por leer y esperando inconscientemente que Mateo entrara por esa puerta enorme de madera