¿Cómo ven lo de la maldición?, parece que hay gato 😺 encerrado…
Son las 5:30 de la mañana y acabo de despertarme; sin embargo, esta vez no se lo debo al eficiente gallo despertador que tengo por vecino, sino a un horrendo dolor punzante en la sien. Pareciera que mi cabeza se va a separar de mi cuello y va a caer rodando por el suelo en cualquier momento; pesa tanto, como si en lugar de cerebro tuviera una roca gigante en el cráneo. Todavía estoy muy cansada, pero el dolor hace que el sueño desaparezca en cuestión de segundos. «¡Maldita botella de m****a!» Creo que la próxima vez prefiero beber gasolina en lugar de ese puto ron; si me hubieran dicho que la resaca se sentía como si me hubiera tomado todo el alcohol de ese club, jamás lo habría tocado. Apenas consigo quedarme sentada en la cama, apretando mi cabeza con las manos mientras intento recordar lo que pasó anoche. Solo vienen a mi mente algunos fragmentos de los momentos anteriores a empezar a beber como desquiciada, pero se van tan rápido como llegan. Lo único que tengo claro es que le
Es trece de febrero y los maestros nos reúnen para hablar de la celebración del cumpleaños del director, que ocurrirá mañana viernes catorce de febrero, sí, el día de San Valentín… No habrá clases en la mañana, pero en la tarde tendremos que venir al instituto para hacer la celebración y, además, va a haber una pequeña fiesta en la noche por ser el día de los enamorados. El profesor Jack y la maestra Eva, son los encargados del evento y por decisión conjunta, nos eligen a Rachel y a mí como organizadoras; no dudamos en aceptar encantadas, porque a diferencia de la gran mayoría que estarán compartiendo el día con sus amorcitos, nosotras estamos solteras y no tenemos nada que hacer, así que no nos queda de otra que ocupar nuestro tiempo en algo útil. Habían elegido también a Alexander y a Cristóbal para que nos apoyaran, pero como era de esperarse, solamente el segundo aceptó la propuesta, ya que mi ahora “amor platónico”, no me dirige la palabra y se mantiene alejado de mí en la medida
Alexander Despierto a las ocho horas y treinta minutos del catorce de febrero, día de San Valentín y cumpleaños de mi “querido” padre. Siempre que llega esta fecha, no dejo de pensar que debió nacer el día equivocado, ya que jamás lo he visto enamorado, ni siquiera de mi madre; aunque él no haya hecho más que alardear sobre lo “bonita” que era su relación cuando estaban juntos. Lo he escuchado hablar tanto de sus negocios, que ahora comprendo el motivo por el que lo hacía, y es que, ante sus socios, debía ser el hombre y el padre ejemplar que nunca tenía problemas familiares… Lástima que mi madre acabó con su reputación y supuestamente la de toda nuestra familia. 👋≧◉ᴥ◉≦ Me levanto de la cama refregándome los ojos sin ánimos de nada. Desde que decidí alejarme de Abril y volver a ser el mismo solitario y triste de antes, no le veo el sentido a mis días; por eso, la rabia hacia mi padre y a su deseo de controlarme la vida, no me abandona. Esta vez también logró salirse con la suya
Alexander —Mi padre no está de acuerdo con que Abril y yo tengamos algo —confieso, mirándola a los ojos y ella se queda de piedra—. Él me amenazó con arruinar su carrera, así que prefiero alejarme de ella antes de que eso pase. Se queda en silencio por un instante, mirándome. —¿Sabes algo? —sonríe amistosamente—. Me alegra que hayas podido contármelo, y no por mí, ni por Abril, sino por ti. —Choca la punta de su dedo índice en mi clavícula—. Sé lo que se siente tener algo oculto que te atormenta; aunque no lo creas, a mí me pasó durante mucho tiempo. Se da la vuelta y camina hacia la banca cercana para sentarse. La sigo. —¿Por qué? —Me siento a su lado. —He estado enamorada de mi mejor amigo desde los cinco años y jamás había podido confesárselo o acercarme a él traspasando la barrera de la amistad. —¿Y ya lo hiciste? —Hace poco le di un beso —sonríe y sus mejillas se ponen rojas—. ¿Sabes cómo me sentí cuando lo hice? —Niego con la cabeza—. Como si todos estos años hubiera llev
Las luces del auditorio se encienden y solo en este momento los aplausos cesan. Nuestros labios se separan, pero su frente continúa unida a la mía por unos segundos, hasta que abrimos los ojos y Alex me toma de la mano para bajar de la tarima. Corremos por el pasillo hacia la salida, mientras un montón de pares de ojos se clavan en nosotros; sin embargo, ninguno de los dos presta atención a eso. Ahora solo importamos él y yo. Después de cruzar varios pasillos, atravesamos las enormes puertas abiertas del instituto y salimos al jardín frontal, dispuestos a escapar juntos. —¡Alexander! —Una voz femenina grita desde la entrada y frenamos nuestra huida para darnos la vuelta. Hannah viene apresurada hacia nosotros tratando de recuperar el aliento. Al parecer nos perseguía desde que salimos del auditorio y no nos habíamos dado cuenta. —Hola Abril —me saluda en cuanto se detiene frente a nosotros—. Tu presentación fue simplemente hermosa. —Gracias —asiento con una sonrisa. —¿Puedo rob
Por la frente de Alexander está corriendo una línea fina de sangre y mi corazón se paraliza. A rastras consigo llegar hasta él y tomar su mano mientras que las lágrimas se desbordan por mis mejillas; el shock ya pasó dándole paso a la terrible angustia. —¡Amor, resiste por favor! —le ruego besando el dorso de su mano. A través del velo transparente de lágrimas noto al director acercándose apresuradamente con el teléfono en la mano, y cuando está lo suficientemente cerca me doy cuenta de que está llamando a la ambulancia. Recuesto mi cabeza sobre el pecho de Alex sintiendo al mismo tiempo el pulso en su muñeca y su corazón late con fuerza. Las lágrimas que resbalan por mi rostro caen sobre su pecho, dejando una mancha oscura en su camiseta negra. —Resiste hijo, ya viene la ambulancia. —El señor Miller se pone en cuclillas para tocar la cabeza de Alexander, sin siquiera mirarme. —Tiene pulso —balbuceo a través del llanto y él me mira y asiente, levantándose nuevamente. El conductor
Una mano roza suavemente mi mejilla y me giro en la cama, encontrándome con sus ojos azules. Mi chico fantasma me mira y su rostro es tan claro como la felicidad que me invade al verlo. Está acostado a mi lado, observándome con su cabeza apoyada sobre una de sus manos, mientras con la otra me acaricia. Mi Alexander está aquí conmigo y puedo verlo completo…; ahora no hay ninguna oscuridad que me impida reconocerlo. No dudo ni un instante en moverme para acercarme a él completamente hasta que su aliento acaricia mi rostro suavemente. No puedo apartar mis ojos de los suyos; deseé tanto verlos que no quiero dejar de hacerlo y al parecer le sucede lo mismo, porque no ha dejado de mirarme a los ojos mientras esboza una suave y delicada sonrisa. La palma de su mano comienza a deslizarse por mi piel, calentando mi cuello y hombro y mientras más desciende, más aumenta la temperatura de su piel, ¿o la mía? Me estremezco cuando finalmente pasa por mi cadera y termina rozando mi muslo descubie
Alexander me ve y al principio parece sorprendido, pero una hermosa sonrisa empieza a formarse en su rostro y en el mío. —Mi pequeña —musita mientras me agacho para abrazarlo—. Estás aquí. Anhelaba tanto sentirlo cerca de mí que no puedo contener la emoción y comienzo a besar cada parte de su rostro mientras me deshago en lágrimas. —Y-yo, t-tuve mucho miedo —balbuceo mirándolo fijamente mientras acaricio su cabello. —No llores, amor. —Me limpia las lágrimas de las mejillas con los pulgares. —Te extrañé tanto. —Entierro la cara en su cuello y aspiro su aroma; ese mismo que me transmite la calma que necesito—. ¿Cómo estás? —Mucho mejor ahora que estás aquí. —Acomoda mi cabello estorboso hacia atrás y me atrae de la nuca para besarme en los labios. —Perdóname por no haber ido a verte en el hospital, rogué y no me lo permitieron. —No te preocupes, ni siquiera estuve consciente cuando estaba allá —afirma regalándome una nueva sonrisa que me hace sentir mejor—. No te he preguntado có