Ya estábamos viviendo en este pueblo de mierda cuando decidí cortarlo. Al principio creí que él era el problema (O sea, aún sigo pensando que lo es). No tardé mucho en comprender que todos los hombres son exactamente iguales y muchas veces me sorprendí a mí misma tratándolo mal a él y a otros, por lo que en un principio opté por renunciar oficialmente a ellos tras decidir despachar definitivamente al susodicho junto con nuestros casi cuatro años de relación que se habían acumulado. Decidí omitir a los hombres, por dos cosas; una, que no me hallaba en forma (Sentía que aún tenía los pechos caídos después del embarazo, además de que pasaba la mayor parte del tiempo hinchada) y dos, terminé odiándolos en serio, a todos por igual. No era de esas minas que sufre tanto por un hombre, pero ese machismo tan arraigado y normalizado y encubierto me asqueaba con todas mis fuerzas. El susodicho no era tampoco capaz de estar tan consciente de eso como una lo necesita y ese era el motivo por el cual lo despaché de mi vida. Si ellos querían sexo todo el tiempo, ¿Por qué tenía que ser gratis?
Un día todo eso cambió, al menos por un tiempo. Digamos que fue mí temporada en el infierno. Fui a una junta feminista y me quedé con la Sole. Sole era parte organizativa de la coordinadora local. Un día me presentó a su hermano y a su compañero, tras finalizarse aquella actividad en la plaza del pueblo en el cuál vivíamos. El hermano se llamaba Alfredo y lo consideré tímido y educado desde un principio y por eso me cayó bien.
Esa misma tarde me invitaron a tomar té y a comer pasteles. El susodicho se había quedado con Santi esa tarde y podía permitirme ese pequeño lujo de poder pasar horas extras afuera sin tener que estar pendiente del bebé. Sole me molestaba diciéndome cuñada, así muy bajito. De Alfredo me llamó la atención como me miraba y eso no me molestaba porque además de oler exquisito era alto y bien marcado, pese a que no me gustaba mucho de cara. Cuando Sole y su compañero entraron a hablar por teléfono con unos familiares que vivían en el extranjero se me acercó, para decirme si podía recomendarle alguna zaga de animé. De puro burlesca y maldadosa le nombre Naruto y me dijo que había visto la primera zaga, no la segunda. Su sueño según él era disfrutar de la segunda parte en compañía de una novia, comiendo helado y galletitas en la cama. No lo quise seguir tomando en cuenta porque eso último lo interpreté asertivamente de que en ese momento me estaba coqueteando como cualquier otro machito, de esos bastante poco imaginativo para sus cosas que se las da de galán.
Yo no me lo tomaba para nada en serio, mucho menos después de haber expresado genuinamente sus intenciones, hasta que un día me llamó para decirme que quería verme, que había visto un regalito para Santi y que pretendía pasar a dejármelo. No sé cómo tuvo el valor de pedirle mi número a la Sole después de cómo lo traté. El regalo era un Montessori que a mi hijo le fascinó. El juguete era caro y se justificó diciendo que había pertenecido a su sobrino y que no lo había ocupado jamás. Yo nunca le creí y es más, estoy segura de que lo compró nuevo y que la Sole le pasó el dato una de esas tantas veces que intercambiamos al respecto un poco de información sobre juegos saludables para niños. Después me siguió visitando, cada vez con más y más regalos, tanto para mí como para Santi. Alfredo tenía a su favor que bebía poco y además de eso, pese a no ser muy bueno conversando, me escuchaba bastante y a diferencia del susodicho no hablaba nada mientras veíamos películas, lo cual ya era algo que agradecía enormemente.
Más allá de eso no me gustaba, pese a que también era de lo más detallista que hay; Solía votar el mismo la basura después de todo lo que pedía para comer, por ejemplo, y eso me encantaba. Además me lavaba la loza. Santi lo aceptaba cada vez más y le era algo natural vernos juntos.
Un día caí en una especie de depresión. Tengo que reconocer que fue a través de un estado en Facebook que publicó el susodicho después de no sé cuánto tiempo con la cuenta cerrada. Uno de los talentos del susodicho era que podía moverse en cualquier lugar y siempre caía bien, y en uno de esos testamentos con pretensiones literarias que escribía me fijé que dos o tres pibas que yo no conocía habían sido amables con él a través de sus comentarios. Revisé uno por uno los perfiles de esas perras y aquello fue de lo peor. Me dió mucha rabia de que él, siendo hombre, pudiese estar en el acto en condiciones de ligar, mientras que una simplemente se tenía que dedicar a amamantar y a criar y a esperar que el desastroso cuerpo físico se recuperara del embarazo si es que efectivamente lograba recuperarse. Después de una nueva junta feminista, en la cual no participé mucho debatiendo sobre la transfobia debido a mi estado de ánimo, decidí caminar a casa lo más pronto posible. Durante el camino saqué el celular y lo bloqueé de Facebook.
En ese entonces el susodicho aún vivía en la casa de al lado y nos veíamos todos los días, pero él no estaba aquella noche de viernes. Me puse un poco valiente tras emborracharme con una botella de pisco sour que encontré mientras veía El diablo se viste a la moda (La pareja de la protagonista de la película es una mierda, misógino idealizado, típico estereotipo hollywoodense). Quería que llegara luego el susodicho para preguntarle que ocurría, puesto que lo andaba notando raro últimamente; salía demasiado de noche y cada vez que estaba en casa se lo pasaba encerrado, además de que no andaba cumpliendo mucho con Santi, ni en lo económico ni como padre físicamente presente (O sea no es que no cumpliera del todo, pero según yo debía entregar más). En ese entonces pensaba que no era una cuestión de celos sino que miedo, por el famoso que dirán, si es que efectivamente tenía una mujer antes que yo un hombre. Quería saber por saber no más si es que él tenía una nueva pareja, ya que de ser así debía enfrentarme a la responsabilidad de atenerme a lo que fuese lo más pronto posible, ya que en ese entonces me daba pánico lo que podía llegar a hablar la gente.
Cuando estaba ya más que borrachamente resignada a que el susodicho no iba a llegar se me ocurrió llamar a Alfredo. No solo llegó en el acto, sino que también llevó sushi y un pote de helado artesanal de lúcuma que no tengo idea de donde habrá sacado a esas horas. Cada vez me sentía más angustiada, por lo que opté por seguir bebiendo ante la admirable paciencia de mi pretendiente, quien no solo escuchaba todas mis estupideces, sino que también parecía disfrutarlo. En una me puse de pie y voté un vaso, y me sentía tan ebria que tras pasar inmediatamente al otro lado me resbale y caí, haciéndome un pequeño corte en la mano. Alfredo, quien venía del baño en ese momento, me fue a rescatar de inmediato, lavándome el mismo aquella herida no tan grave y poniéndome parche curitas. Luego me preparó un café y yo me lo bebí y después le dije que me quería ir a acostar a ver una película y le propuse que me acompañará y me dijo que sí. Yo estaba borracha y el olía exquisito y tuve que ser horriblemente perra para que me prestará atención y al mismo tiempo me perdiera el respeto, y mientras nos besábamos, surgió en mí una especie de arrepentimiento y me fui al baño, y me sentí tan asqueada de mí misma que me metí a la ducha.
Todo era contradictorio y aún desconozco por qué actúe así en ese momento, si ya sabía el motivo por el cual decidí llamar al hermano de Sole. Por algo también había optado por un efímero aseo personal a esas alturas de la noche.
Una vez que salí de la ducha noté que Alfredo se preparaba para irse. Sin saber lo que hacía dejé caer mi toalla. Me acerqué lo suficiente como para que el decidiera que hacer conmigo y me tomó en brazos y me llevó hasta el sofá, tras haberme dado el mejor beso de la noche hasta ese momento. Luego se sacó la polera y tras palpar su contundente espalda, me resigné a que iba a valer la pena arrepentirse y, momentos antes de entregarme por completo, me preguntó si estaba segura de lo que estaba haciendo.
— ¡Cállate! — Le respondí, poniendo sus grandes manos sobre mis abultados senos.
Luego estiré el brazo y apagué la luz del living. Tuvo cosas buenas y cosas malas, puesto que tuve que lidiar la poca experiencia de un tipo que estaba desesperado por meterla. Ni siquiera fue necesario que se la chupara y eso estuvo bien, porque no tenía ganas de hacerlo. También estuvo bien que terminara rápido, porque a cambio de eso, en breves pasajes durante los cuales me dio muy duro, comprendí que en parte todo eso valió un poco la pena.
Terminó encima mío, sin cambiarme de posición en todo el tiempo, aunque de vez en cuando me levantaba las piernas para darme aún más duro a petición mía, ya que sabía que era lo único bueno que iba a conseguir de él. Eso también estuvo bien, porque me había dejado bastante adolorida. A cambio de eso no logré acabar.
Luego me puse de pie y le llevé una frazada. No quería dormir con él y tras ponerme el pijama Santi despertó llorando y lo metí a la cama conmigo.
Al día siguiente Alfredo me pidió disculpas por tener la obligación de retirarse tan temprano. Mejor así, pensé, mientras hacía el esfuerzo para dormir un poco más, aprovechandome de que Santi aún no despertaba.Fui una perra, ¡Lo admito! Una de las cosas que más criticamos de los hombres es la cosificación hacia el cuerpo de la mujer. Alfredo era alto y musculoso y si terminé cogiéndomelo, lamentablemente fue producto de aquellas superficiales razones que siempre detesté.De pronto me dieron unos enormes deseos de fumarme un cigarro, pese a que con el proceso de lactancia me había obligado a mi misma a dejarlo. No se me ocurrió nada mejor que meterme a la casa del susodicho a ver si tenía alguno por ahí tirado, aprovechandome de que su costumbre era dejar la puerta abierta.Bastante grande fue mi sorpresa cuando entré a su pieza y lo vi durmiendo; Un penoso olor a hombre borracho me daba la bienvenida. Por culpa de la resaca el impacto fue mucho peor. Preferí cerr
Días más tarde me comprometí oficialmente con Alfredo, dejándole en claro que sí no me acostumbraba a estar en pareja de nuevo se rompía todo. Aquello cambió un poco las cosas; Cada vez pasaba menos en casa y los viajes al campo se incrementaron. El sexo volvió a dejar de ser considerado como algo novedoso y cada vez me entregaba menos. Mí compañero no me reprochaba nada y es más, intentaba consolarme diciéndome que comprendía y que no podía obligarme a nada porque era yo quien decidía qué era lo que yo quería hacer con mí cuerpo. Se notaba que Sole lo tenía adiestrado y eso me gustaba.El susodicho también anduvo cambiando. Se sacó el gorro de lana que había usado durante todo el invierno y en su cabeza había florecido una hermosa melena de pelo crespo. Limpió la casa, cambió los muebles de lado,
Al día siguiente Alfredo me despertó muy temprano. Se había pasado directamente desde el turno de noche hasta mi casa. Me levanté apenas, pese a que Leonardo se había ido a retiro poco rato después de que yo lo hiciera, lo cual significó haber logrado mínimo unas seis horas de sueño. Esa mañana fue clave en cuanto a decisiones, por lo que recuerdo ahora. Tras haber desayunado en un incómodo silencio, Alfredo comenzó a hacerme preguntas. Tal vez ahora veo que estaba en su legítimo derecho, pero en ese momento lo interpreté todo como una exagerada y categórica muestra de posesión masculina y se lo dije:— No tiene nada que ver una cosa con otra, Ramona— Me respondió— Yo soy tu pareja. Siento que tengo el derecho de saber si te pasan cosas o no con él.&mdas
Cuando tenía la mesa casi lista supe que el susodicho no se iba a venir. — Trata de entenderlo—Me escribió Leonardo— Ha dejado a sus amigos tirados durante mucho tiempo. ¿No crees? Me dio mucha más rabia por mi misma de lo que pensé, por lo que opté por creer que todo había sido un error, y cuando lo llamé por teléfono y me contestó, traté de mostrarme comprensiva, mal que mal el ya no tenía ningún deber conmigo. — Vente temprano mañana— Le dije por teléfono— Necesito hablar contigo algo urgente. — ¿De qué cosa?— Me preguntó, usando un tono de voz muy natural
Cuando le conté al susodicho que me iría a vivir con Alfredo casi ni se inmutó. Me dio nervio que halla creído que era ESO lo tan importante que necesitaba hablar con él, cuando el día anterior planeaba decirle prácticamente todo lo contrario. Y fue raro también porque a mí tampoco me afectó su indiferencia, pese a que durante esa conversación no pude parar de llorar.Me cambié de casa al día siguiente que Alfredo me lo propuso. Aún no entiendo esa decisión que tomé en ese momento pese a que no me arrepiento. Ágata no estaba de acuerdo con mi decisión pero tampoco hizo nada por revertirla.Por su parte Alfredo hizo méritos para que me sintiera cómoda; arregló una pieza para Santi, renovó algunos muebles que de puro mala onda le dije que no me gustaban y por si fuera poco me ofreció recibir a Morello
Las actividades culturales se incrementaron bastante en la plaza del pueblo tras el estallido social. Yo no había estado nunca en esas juntas, porque además de la maternidad tenía muchas responsabilidades en los conversatorios feministas y con la Sole nos llevábamos el peso de casi todas las actividades. Todo el mundo andaba en la parada de recuperar los espacios públicos y pese a que en las primeras manifestaciones artísticas acudía mucha gente, con el correr de los días aquella afluencia de público disminuyó mucho. Sin embargo se armaba un ambiente más o menos divertido, en el cual la gente se esparcía y se conocía, según lo que las demás chicas me contaban y una vez que llegué a casa, se lo conté al Susodicho, quien en ese momento estaba afeitándose en el baño con la puerta abierta. Solo estaba envuelto en una toalla.— Para la semana del estallido social conocí a esa gente —Dijo—. De hecho hasta toqué un rato.— ¿Y cómo yo no lo sabía?— Debe ser porque andabas
—Esto no está bien —Dije— No deberíamos volver a hacerlo.El susodicho prendió un cigarro y con el fuego de ese encendido uno para mí.Estábamos en su cama, desnudos, cubiertos solo por las sábanas. Aquella tarde lo habíamos hecho dos veces (Una en el sofá mientras Santi dormía la siesta y otra en su casa, bien en la madrugada).—Es normal que esto pase —Dijo el susodicho—No tiene nada de raro. Tenemos un hijo en común.Pensé en todo lo ocurrido en la tarde; Música en la plaza, esa puta de Carolina seduciendolo, los perros haciéndome piruetas y las llamadas de Alfredo que jamás contesté.—Y como siempre yo, como mujer, voy a sacar la peor parte— Dije picada.Después de hacerlo me dió la impresión de que era solo eso lo que necesitaba;
Cuando mucho más tarde logré calmarme un poco decidí que era mejor pensar de forma práctica, por lo que comencé a coordinar para que Santi pasara la noche con su papá. No tenía idea como iba a reaccionar el susodicho. Tal vez con ese llamado le iba a cambiar los planes de un rato a otro. Yo sabía que aquello le molestaba y sin embargo decidí intentarlo. —¿Aló? —¿Que pasó Ramona? ¿Te arrepentiste? —Sí, en parte. Oye. Necesito que te quedes con Santi está noche. —Pero no me habías dicho que no, ¿Qué onda? Empezaron los problemas, pensé. No era el momento de ponerse débil. —Ahora necesito q