Nos vemos más tarde. Saludos!!
No dejo de observar a Scott con curiosidad. No me atrevo a preguntarle por las flores. Muero por saber quién es la persona que las envió. ―No tiene nada de que preocuparse, señora Garner, la fiebre de su bebé es a causa de la dentición ―mantengo la mirada sobre él mientras registro a los pacientes que hacen fila en la sala de espera para ser atendidos―. Es normal que experimente breves períodos de irritabilidad con episodios de llanto y alteraciones de los patrones de sueño y alimentación. La dentición puede ser un proceso molesto, pero, si sigue las instrucciones que le di al pie de la letra, hará más llevadero el proceso hasta que el malestar desaparezca. La mujer sonríe agradecida al recibir de manera gratuita el antiinflamatorio oral para aliviar el dolor y las molestias de las encías de su pequeño hijo. Hago lo mismo, sonrío, porque ese hombre altruista y maravilloso está devolviéndole las esperanzas a todas estas personas que las habían perdido. Al final de la tarde, hemos ter
Después de un corto recorrido de siete minutos, atravesamos el puente de Brooklyn, uno de los miradores de la ciudad que te ofrece perspectivas que te dejan sin aliento. Los últimos rayos de sol del atardecer iluminan los cristales de los imponentes rascacielos. Las vistas son impresionantes. Una vez que lo cruzamos, llegamos al particular barrio de Dumbo. En sus inicios era una zona inminentemente industrial, llena de almacenes y fábricas. Posteriormente, se convirtió en residencias para todo tipo de gente, entre los que figuraban los artistas y los bohemios. Nos dirigimos al cruce entre Washington Street y Water Street, lugar en el que Scott, detiene su moto. Se quita el casco, así que hago lo mismo. ―No podemos venir a este barrio sin tomarnos la foto más icónica de todos los tiempos. Sonrío emocionada. Bajo de la moto y puedo apreciar la hermosa vista enmarcada por viejos edificios de ladrillos rojos, uno de los enormes pilares del puente de Manhattan que se eleva sobre los tej
Salimos de la tienda y nos dirigimos de vuelta al lugar en el que dejamos estacionada la moto. No me he atrevido a decir nada desde que, Scott, me dio el beso. Me siento confusa. Por un lado, descubrí que él no me es indiferente, que su beso removió dentro de mí sentimientos que estaban dormidos. Pero, por otro lado, pensé en Samuel y sentí que de alguna manera lo estaba traicionándolo. ¿Por qué razón me preocupo si sé que él ni siquiera o pensó cuando decidió unir su vida a la de otra mujer? ―¿Te encuentras bien, Abigaíl? ―abandono mis pensamientos y giro la cara para mirarlo a los ojos. Esbozo una sonrisa tensa y asiento en respuesta. Me observa, con cautela, pero no dice nada al respecto. Saca el casco del compartimiento y me lo coloca sin dejar de mirarme―. No tengas miedo a decirme lo que sientes, cariño, si te molestó el que te haya besado en la tienda, entonces te pido que me disculpes ―niega con la cabeza―. No fue mi intención incomodarte. Me mira con tristeza, antes de gira
Me levanto muy temprano por la mañana, listo para irme a la oficina y finiquitar todo el trabajo que dejé pendiente, antes de regresar a Nueva York. No voy a dejarle el camino libre a ese doctorcito que pretende quedarse con lo que me pertenece. Los gritos entusiasmados de mi hija se escuchan desde lo alto de este piso. Bajo los escalones de dos en dos, para saber la razón que la tiene tan emocionada. Una vez que me ve aparecer, sale corriendo en mi dirección con el teléfono de su abuelo en alto. ―¡Papi! ¡Papi! Tienes que ver estas fotos maravillosas ―chilla a todo pulmón―. Quiero regresar cuanto antes a casa y acompañar a mami en sus paseos fantásticos por la ciudad. Esbozo una sonrisa antes de abrirle mis brazos para que salte a ellos. ―¿A qué te refieres, cariño? Lleno su carita de besos, lo que le provoca cosquillas y la hace reír. ―Buenos días, papá. Me acerco a él y dejo un beso en su frente. ―Esto no te va a gustar, hijo. Aquellas palabras me ponen en alerta. ¿Qué es lo
Estas últimas horas han sido las más complicadas y difíciles para mí. Aquellas imágenes que ese imbécil posteó en todos sus perfiles de las redes sociales, me tienen como perro rabioso. Lo peor de todo el asunto, es que las dichosas fotos se han convertido en la tendencia del momento. Estuve averiguando sobre el tipo, pero no conseguí nada de él. Es como si su vida nunca hubiera existido. ¿Quién eres en realidad, Scott Mulder? ¿Por qué tengo la impresión de que detrás de esa careta de hombre bondadoso y gentil se esconde algo muy turbio? Te prometo que voy a averiguar todo sobre ti, en especial, lo que respecta a las intenciones que te traes con mi familia. <
Scott se detiene frente a la casa y apaga su moto. Me bajo, me quito el casco y se lo entrego para que lo guarde. La temperatura ha descendido considerablemente, siento que tengo los huesos congelados. Junto mis manos y las soplo con mi aliento para proveerlas de calor. ―¿Qué tal si me invitas un café? Propone con esa preciosa sonrisa a la que soy incapaz de negarme. ―Por supuesto ―espero a que lo guarde todo en el compartimento―, y si te apetece, prepararé algo de comer, porque estoy famélica. Chasquea con su lengua y me mira con diversión. ―No me lo perdería por nada del mundo. Tomados de la mano, nos dirigimos hacia la entrada. Subimos los escalones del pórtico y nos detenemos frente a la puerta. Inserto la llave en la cerradura e ingresamos al interior. Lo primero que nos recibe es el exquisito olor a rosas que ha impregnado el ambiente con su perfume. Enciendo la luz y fijo la mirada en el par de preciosos ramos que están ubicados sobre la mesa de la sala y en la de la cocin
Bajo de la avioneta con Camila entre mis brazos. Cayó profundamente dormida y por más que lo intenté, no quiso despertar. El jet lag trastornó su sueño con el cambio de husos horarios. Hay que esperar a que su reloj biológico se sincronice con la nueva zona horaria. Prefiero que siga dormida para que al despertar no se sienta desorientada. ―Podemos llevarla a casa con nosotros ―propone mi padre―. No creo que sea conveniente que, atravesemos la ciudad a esta hora de la noche, solo para que duerma con su madre ―explica con sensatez―. Además, Abigaíl es consciente de que hoy restaríamos de regreso, la llamaré y le explicaré sobre el cambio de planes. Asiento en acuerdo, a pesar de que el único pensamiento que ha estado dando vueltas dentro de mi cabeza desde que subí al avión, era salir corriendo a ver a la mujer que amo, una vez que aterrizáramos en el aeropuerto, sobre todo, sabiendo que hay alguien rondándola como la mosca sobre la fruta. ―Tienes razón, papá ―respondo en acuerdo mie
Al salir a la sala me encuentro con mi chofer, que aún sigue deambulando por los alrededores. ―¿Va a alguna parte, señor? Asiento en respuestas. ―No te preocupes, saldré en mi camioneta. Paso por su lado y me dirijo hacia la puerta principal. ―Debo insistir, señor Di Stéfano ―detengo mis pasos y me doy la vuelta para mirarlo a la cara―. No está en las mejores condiciones para conducir. Entrecierro los ojos y lo miro confuso. ―¿A qué condiciones te refieres? Me acerco a él, pero me tambaleo al primer paso que doy. ―Déjeme cumplir con el trabajo para el que fui contratado, señor ―insiste determinado―. No me lo perdonaría si llega a pasarle algo por mi irresponsabilidad, además, tiene una hija de la cual cuidar, así que puede despedirme cuando amanezca, pero no voy a desistir hasta que logre convencerlo. Aquellas palabras me hacen entrar en razón. ―Está bien, Gustaf ―meso mis cabellos, porque ahora que tengo a Camila en mi vida, no puedo pensar con ligereza―. Tienes razón, acom