Acá les dejo el capítulo de hoy. No olviden comentar, dejar sus estrellitas y reseñas. Saludos!!
Al salir a la sala me encuentro con mi chofer, que aún sigue deambulando por los alrededores. ―¿Va a alguna parte, señor? Asiento en respuestas. ―No te preocupes, saldré en mi camioneta. Paso por su lado y me dirijo hacia la puerta principal. ―Debo insistir, señor Di Stéfano ―detengo mis pasos y me doy la vuelta para mirarlo a la cara―. No está en las mejores condiciones para conducir. Entrecierro los ojos y lo miro confuso. ―¿A qué condiciones te refieres? Me acerco a él, pero me tambaleo al primer paso que doy. ―Déjeme cumplir con el trabajo para el que fui contratado, señor ―insiste determinado―. No me lo perdonaría si llega a pasarle algo por mi irresponsabilidad, además, tiene una hija de la cual cuidar, así que puede despedirme cuando amanezca, pero no voy a desistir hasta que logre convencerlo. Aquellas palabras me hacen entrar en razón. ―Está bien, Gustaf ―meso mis cabellos, porque ahora que tengo a Camila en mi vida, no puedo pensar con ligereza―. Tienes razón, acom
Subo a la limusina y le pido a Gustaf que le exija al auto todo lo que pueda dar. Cruzamos las avenidas como bólidos endiablados, saltándonos los semáforos y rompiendo todas las leyes de tránsito existentes. Nos toma pocos minutos para darle alcance a la ambulancia, no pienso dejar a mi mujer sola con este desastre. ―Señor, me temo que va a tener que mover todas sus influencias para que no vayamos a la cárcel ―sonríe con complicidad a través del espejo del retrovisor―. Acabamos de convertirnos en los delincuentes más buscados de la ciudad. Giro mi cara por encima de mi hombro y noto las patrullas que nos siguen de cerca. ¡Joder! Esto era lo que me faltaba. ―No te preocupes, Gustaf ―meto la mano en el bolsillo de mi chaqueta y saco mi móvil. Es hora de mover las fichas―. Sigue haciendo lo tuyo y no pierdas de vista a esa ambulancia ―reviso el directorio de contactos y elijo mi comodín―. Gobernador Evans, lamento molestarlo a esta hora de la noche, pero esta es una situación de emer
Siento que estoy metida en una especie de extraña pesadilla de la que no puedo salir. Mi cabeza es una neblina de pensamientos confusos cargados de culpa. No dejo de pensar que todo lo que ha sucedido es gracias a no haber denunciado a mi padre en aquella ocasión en la que nos hizo daño a mi hija y a mí. De haberlo hecho, Scott no estaría herido. ―Cálmate, cariño, todo estará bien. Ya verás que dentro de poco los doctores nos dirán que solo se trata de un golpe sin consecuencias que lamentar. ¿Qué es lo que estoy haciendo? ¿Por qué dejo que se acerque a mí después de todo el daño que me hizo? Quiero gritarle a la cara su abandono, sus reproches y todas sus humillaciones, pero me siento sin fuerzas para hacerlo. Ahora mismo necesito de alguien que me consuele, que me haga olvidar todas las desgracias por las que he padecido en mi vida. ―Gustaf, ve a la cafetería y consigue un té para ella. Está muy nerviosa. Giro mi cara y me encuentro con la mirada cálida y gentil del hombre que, e
Me siento agotada. Abro los ojos y me llevo la gran sorpresa de mi vida. ¿Qué hace él aquí? ¿Qué busca? Tiemblo de pies a cabeza. Me hago la dormida. No quiero tener nada que ver con este hombre. Ya fue suficiente con todo el daño que me hizo. ¿Qué pensaba? ¿Qué iba a salir corriendo a sus brazos apenas apareciera? Segundos después, soy consciente del lugar en el que estoy. Mi cerebro comienza a moverse a toda velocidad. Recoge piezas del pasado y va conformándolas en una secuencia de imágenes que me muestra todos los sucesos de mi vida. Desde la muerte de mi madre, instante en el que inicio la etapa más dura y difícil de mi existencia, hasta el momento en que, postrada de rodillas en el piso, tuve que suplicar por la vida de mi hija. Aprieto uno de mis puños, porque mi otra mano está entrelazada con la suya. ¿Con qué derecho? Aspiro aire con disimulo y controlo mi rabia. No estoy lista para iniciar una discusión con Samuel. No es el momento adecuado. Sin embargo, siento que la sangr
Repaso las manos por mi rostro con impotencia. Estaba claro que nada sería fácil con ella. Esto apenas es el principio de una ardua batalla que debo enfrentar. Cometí demasiados errores y ahora me toma pagar las consecuencias de todo lo que hice. Respiro profundo y observo al doctor que aún se encuentra conmocionado por lo que acaba de presenciar. ―Deme esos exámenes, doctor ―me los entrega sin titubear―. Agradezco la atención prestada. Ni siquiera espero a que responda. Necesito darle alcance a mi mujer y evitar que se exponga a un riesgo innecesario a esta hora de la noche. Ahora que está embarazada necesita la tranquilidad y los cuidados que una mujer en su estado requiere. ―Un hijo… ―susurro en voz baja y pletórico de la emoción―. Camila tendrá un hermanito. Lo digo para mí mismo. No puedo con la emoción que en estos instantes me embarga. Ella está enojada y con merecida justificación, sin embargo, no podrá echarme de su lado e impedir que viva la experiencia de ver crecer a m
Después de la situación con los dos oficiales que tuvieron a punto de llevarme detenida, siento que he tenido suficiente por el día de hoy. Por supuesto, le agradezco a Samuel lo que hizo por mí, al interceder y salvarme del arresto, sin embargo, nada de eso cambia la situación entre nosotros, ni siquiera el hecho de que ahora esté esperando otro hijo suyo. Respiro profundo. Sentí mucho miedo al pensar que podía ir a parar a la cárcel, que tendría que separarme de nuevo de Camila y que, una vez más, sería sometida a la terrible situación de atravesar mi embarazo encerrada tras las rejas. Es algo que no estoy dispuesta a repetir. Eso me destruiría por completo. Un sudor helado se desliza por mi espalda. ¿Quién quiere enviarme de nuevo tras las rejas? Mi padre es un cobarde y sé que no se atrevería a hacerlo, mucho menos, tras la amenaza que le hizo Horacio el día que me salvó de ser estrangulada por él. Entonces, ¿quién está detrás de todo esto? ―¿Estás bien, Abigaíl? Pregunta Hora
La situación entre nosotros es bastante complicada, estoy consciente de que no será fácil convencerla de mi arrepentimiento, pero no estoy dispuesto a desistir hasta que lo haya intentado todo. ―Lamento haberte lastimado tanto, Abigaíl, lo digo de corazón ―sus ojos azul grisáceos se fijan sobre los míos―. Juro que voy a poner todo mi empeño para ganarme de nuevo tu confianza y fe en mí, solo te pido que me des una oportunidad, que me permitas demostrarte que, a pesar de todos mis errores, mi amor por ti es real. No dice nada. Me mira por algunos segundos más y luego gira su cara para fijarla en la ventana y dar por terminada nuestra conversación. Bufo resignado. El teléfono suena en ese justo momento, estoy tentado a no responderlo, pero al ver el nombre del abogado de nuestra familia, tomo la llamada. ―Arévalo, un gusto saludarte. Me devuelve el saludo y procede a explicarme lo que está aconteciendo. ―Samuel, acabo de llegar a la clínica ―me indica en medio del ruido de sirenas y
Noto la sorpresa en los gestos de su cara. ―¿Hijos? Sonrío satisfecho. ―Sí, papá ―respondo con evidente orgullo―. Abigaíl está embarazada ―coloco la mano en su hombro y me inclino para besarlo en la frente―. Vas a tener a un nuevo nieto al cual malcriar. Una radiante sonrisa amenaza con partir su cara en dos. ―Esta es la mejor noticia que puedes darme, hijo ―menciona con emoción―. Entremos a la casa ―echa a andar su silla y se dirige hacia la entrada―. Abramos la mejor botella de champaña de la reserva y celebremos las buenas nuevas como se merece que lo hagamos. Lo sigo de cerca. A pesar de lo compleja de mi situación con la mujer que amo, me siento embargado por una gran felicidad que no me cabe en el pecho. Voy a ser padre y ese nuevo hecho, cambia las perspectivas de mi vida. Quiero que mis hijos crezcan a mi lado, pero para que eso suceda, debo convencer a Abigaíl que no hay otro lugar en el que deba estar, que no sea a mi lado. Entramos a la casa y nos instalamos en la sal