5 años atrás
Despierto con una terrible jaqueca. Nunca antes bebí tanto como lo hice anoche. La discusión con mi viejo me sacó de mis casillas. No sé hasta cuándo va a seguir insistiendo que me consiga una mujer y le dé nietos.
¿Llegará a entender algún día que no me gustan los niños? ¿Que no estoy hecho para el matrimonio?
Saco las piernas de la cama y me siento en la orilla del colchón. Tengo la boca seca. Levanto la jarra de la mesa de noche y lleno un vaso a su máxima capacidad. El palpitar en mi cabeza está a punto de volverme loco. Bebo el contenido de un solo trago y dejo el recipiente sobre la mesa. Extiendo mi brazo para tomar el teléfono y solicitar servicio a la recepción. Al primer repique responden.
―Richie, envía desayuno a mi habitación, suficiente jugo de tomate y un par de calmantes ―le ordeno mientras me froto las sienes―. Y asegúrate que nadie me moleste.
Cuelgo la llamada antes de oír su respuesta. Me pongo de pie y camino tambaleante hacia el baño. Siento que los sesos me van a explotar. Me detengo frente al lavamanos y me inclino para lavarme la cara. Me siento como la m****a. Me miro al espejo y noto lo demacrado que estoy, no obstante, lo que llama mi atención es el enorme chupetón que llevo en el cuello.
―¡¿Qué narices?! ―expreso furioso―. ¿Cómo se atreve esa zorra a dejarme marcado? ―me digo a mí mismo al estirar el cuello y observar de cerca la enorme mancha roja que cubre mi piel. Maldigo por lo bajo mientras me toco la zona con los dedos―. ¡Esto era lo último que me faltaba!
Me seco la cara con rabia y arrojo la toalla de manera brusca al cesto de la basura. Me pongo la bata de baño y vuelvo a la habitación. Un par de toques a la puerta me distraen de mi enojo.
―Adelante.
Entran las dos chicas de servicio que vienen a ocuparse de mi atención. Me siento a la mesa y espero a que me sirvan el desayuno. Tomo las dos pastillas y el vaso de jugo de la bandeja. Sin embargo, los escupo cuando noto las sábanas manchadas de sangre. Me levanto de la silla con brusquedad y hago que esta caiga con un ruido estrepitoso sobre el suelo.
―¡Espera! ―se las arranco de las manos y las inspecciono. Una intensa sensación de escalofrío me recorre la espalda―. ¡Fuera! ¡Las quiero de inmediato fuera de esta habitación!
Tiemblo de rabia, porque no soy ingenuo para saber de lo que esto se trata. Tomo el móvil de la mesa y marco el número del bueno para nada de mi hermanastro. Ni siquiera lo dejo contestar cuando ya estoy soltándole la orden con mi acostumbrado humor de perros.
―¡Ven a mi maldit@ habitación de inmediato, imbécil!
Lanzo el teléfono sobre la mesa y camino como animal rabioso por toda la habitación. El dolor de cabeza se intensifica debido a la cólera que tengo en este momento. Me llevo las manos a la cabeza y agito mi cabello con furia y nerviosismo. ¿Quién es la mujer que pasó la noche conmigo? Pero lo más importante de todo es saber si me protegí cuando me acosté con ella. No quiero sorpresas más adelante y que alguna arribista cazafortunas quiera extorsionarme con un embarazo.
El sonido de sus pisadas apresuradas en el corredor me advierte de su proximidad. Ni siquiera espero a que toque la puerta. La abro y lo sujeto de la pechera de su camisa para meterlo a empujones al interior de mi habitación.
―¿A quién carajos trajiste anoche a mi habitación?
Pregunto furioso. Toda la sangre se drena de su rostro al notar que estoy más que encabronado por la situación. El movimiento vertiginoso en su nuez de Adán evidencia en nivel de su nerviosismo. Tiene suficientes razones para estarlo.
―Yo, yo… ―traga grueso―. Hice lo que me pediste, Samuel ―lo acribillo con la mirada―. Traje a la prostituta y la dejé aquí en la habitación.
Mi mandíbula cruje debido a la presión que ejerzo sobre ella. Le doy un empujón y lo envío de culo sobre el piso. Cojo la sábana manchada de sangre y se la lanzo encima.
―Entonces puedes decirme ¿qué mierd@ significa esta mancha de sangre en la sábana?
Abre sus ojos como platos.
―No… no lo sé, Samuel, te… te juro que no tengo idea de lo que me hablas ―responde aterrado―. Quizás le vino la menstruación ―su explicación me quita un peso de los hombros―. Te prometo que iré personalmente a la agencia y me encargaré de hacer el reclamo correspondiente.
Lo examino con la mirada, pero considero que lo que me dijo es suficiente para quedarme tranquilo.
―Sal de mi put@ vista y no vuelvas a aparecerte hasta que te lo diga.
Se levanta del piso apresuradamente y se dirige hasta a puerta. No obstante, lo detengo antes de que abandone la habitación.
―¡Espera, Elliot!
Se da la vuelta y me observa con nerviosismo.
―Si alguna vez descubro que me engañaste y esa mujer se aparece reclamando mi paternidad, te prometo que te envío a un lugar del que nunca jamás podrás regresar.
***
En el presente
―¡Lárgate de aquí y no vuelvas a entrar nunca más a mi cuarto!
Cierro los ojos y suspiro con resignación. Es la sexta enfermera que echa papá de la casa. Termino de hacer el nudo de mi corbata y salgo de mi habitación para dirigirme a su dormitorio.
Me encuentro de frente en el pasillo con la joven enfermera que corre aterrorizada y solloza desconsolada gracias a los gritos de mi padre. Ruedo los ojos con fastidio.
―Lo siento, señor yo…
Me valen sus explicaciones. No me interesan, sobre todo, si fue incapaz de hacer el trabajo por el que le estoy pagando.
―Desaparece de mi vista y abandona la casa ―espeto con fastidio. No hay nada que odie más que la gente incompetente―. Se te depositará en tu cuenta de manera puntual el pago por el lamentable trabajo que hiciste.
Me mira desconcertada antes de darse la vuelta y desaparecer al final del corredor. La puerta está abierta, así que entro a su habitación sin anunciarme.
―Es la sexta persona que corres en menos de un mes, papá.
Esta sentado en su sillón favorito, con la mirada perdida en el horizonte. Me preocupa su salud, cada vez se ve más desmejorado.
―Te dije que no necesito que nadie me cuide ―expresa con enfado―. Puedo cuidarme por mí mismo.
Desde que mi madre murió en el accidente y él perdió la movilidad de sus piernas, se convirtió en otra persona. Ha perdido las esperanzas y las ganas de vivir.
―Papá, por favor, no hagas más difíciles las cosas ―le imploro por enésima vez―. No puedes quedarte solo en esta casa ―arrastro una silla y me siento frente a él―. Necesitas que alguien te ayude a hacer aquellas cosas que no puedes hacer solo.
Ni siquiera me mira a los ojos.
―No insistas, Samuel ―responde en tono quedo, sin ningún ápice de emoción―. La vida ya no tiene ningún sentido para mí.
Me levanto de la silla y lo observo desde lo alto.
―Lo siento, papá, pero si me estás pidiendo que te deje morir, debo decirte que mientras viva; no voy a permitirlo.
Salgo de la habitación y me dirijo a mi oficina. Necesito resolver cuanto antes esta situación y encontrar a alguien más que tenga la suficiente paciencia como para hacerse cargo de él y aguantar sus malcriadeces.
Bajo las escaleras y me dirijo directo hacia mi oficina. Al entrar cierro la puerta y comienzo a contactar a las personas adecuadas para que se hagan cargo de todo. Les ofrezco un lapso de veinticuatro horas para que consigan a un profesional con el perfil requerido para que se hagan cargo de mi padre. De lo contrario, comenzaré a cortar cabezas.
Observo la hora en mi reloj y me doy cuenta que ya estoy retrasado para la reunión importante que tengo hoy en la oficina. Odio la impuntualidad, pero, sobre todo; detesto ser el que llegue tarde. Veinte minutos después, salgo de la oficina y localizo a la ama de llaves. Le ordeno que designe a una de las mucamas para que se haga cargo de él, hasta que encuentre a alguien calificado.
Subo de nuevo a la habitación para despedirme de papá antes de irme, pero me quedo pasmado en cuanto abro la puerta y consigo a una chiquilla de pelo rubio sentada en el regazo de mi padre.
―¡¿Qué hace esta mocosa en mi casa?!
Rujo como león enjaulado. La pequeña rubia gime asustada al oírme gritar. Me acerco para apartarla de mi padre y pedirle a quien quiera que sea la madre de esta intrusa, que la saque de inmediato de la casa, pero la voz de una mujer me detiene antes de que lo consiga.
―No se atreva a poner un solo dedo sobre mi hija.
Me doy la vuelta y me encuentro de frente con una mujer de mirada furiosa que clava sus ojos sobre mí como si quisiera devorarme. Lo más extraño de todo es que cada vez que la miro, su rostro me parece familiar.
Me despido para siempre de Bedford Hills y me preparo para comenzar mi nueva vida. Fijo la mirada en los alrededores. Quién iba a pensar que, en pleno corazón de este hermoso bosque lleno de árboles frondosos y espesa vegetación; se esconde uno de los lugares más terribles y crueles del mundo. Debo agradecer a Dios, por haber puesto en mi camino a una mujer tan maravillosa como Briseida. No sé qué habría sido de mí si ella no hubiera estado allí para protegerme. ―Mi nombre es Terry, señorita McAllister. Terry Malone ―aparto la mirada de la ventana y la fijo en el retrovisor al escuchar la voz del chico que me acompaña―. Podemos detenernos si le apetece comerse algo. Nos tomará un poco más de una hora para llegar a Brooklyn. Niego con la cabeza. Deseo llegar cuanto antes. ―No, si no hay ningún inconveniente para ti, preferiría continuar con el recorrido sin realizar ninguna parada ―respondo con premura―. Estoy ansiosa por llegar a mi destino. Meto la mano en el bolsillo de mi falda
5 meses después Camila y yo, hemos construido juntas una vida maravillosa. Nuestra relación se ha ido consolidando a medida que pasa el tiempo y eso nos ha permitido afianzar el vínculo afectivo. Por supuesto, yo la amé desde el día en que supe que la llevaba dentro de mi vientre, en cambio, mi princesa tuvo que crecer parte de su vida al lado de una mujer que no era su madre. ―¿Mami? ―volteo mi cara y le presto toda mi atención―. ¿Tengo un papá? Trago grueso. Esquivo su mirada y vuelvo a ponerla en el hueco que he hecho en el suelo para plantar los tulipanes que acabo de comprar. Respiro profundo y me tomo mi tiempo mientras analizo su respuesta. Qué puedo contestarle a mi hija cuando yo misma no sé quién es el hombre con el que me acosté en aquel hotel hace cinco años atrás. ―Todos tenemos un padre, cariño. Respondo nerviosa. Puedo sentir su mirada sobré mí. Sus preguntas no van a cesar. Este era el momento por el que he temido durante toda mi vida. ―¿Él no me quiere? Aprieto
Una semana después Nunca antes vi reunida a tanta gente en un mismo lugar. Lorna fue una mujer muy amada. ―Mami ―bajo la mirada y observo a mi pequeño tesoro―. ¿Creo que abuelita se sentirá muy sola en ese lugar? Me parte el corazón verla llorar. ―No estará sola, cariño ―me acuclillo para ponerme a su altura―. La abuelita Lorna, ahora está con Dios. Fija su mirada en el suelo. ―Ya no jugará conmigo, mami ―niega con tristeza―. Yo la quería mucho, sé que la voy a extrañar ―suspira profundo―. ¿Crees que papi se enoje si se entera de que tuve que darle un pedacito de mi corazón a la abuelita? Trago grueso. Meto mis dedos debajo de su mentón para que me mire. ―Nunca, cielo ―limpio sus lágrimas con las yemas de mis dedos―. Eres una chica dulce y cariñosa ―sonrío con dulzura―. Te queda mucho corazón para seguir compartiendo. Una sonrisa frágil tira de sus labios. ―Tú nunca te irás con Dios, ¿verdad, mami? No puedo prometerle algo como aquello. Solo le pido a aquel que tiene potesta
Me siento nerviosa, pero, al mismo tiempo; más determinada que nunca. Veo a la mujer de facciones demacradas que me observa desde el espejo. Recorro cada espacio de mi rostro con la yema de los dedos. Mi piel ha recuperado parte de su lozanía, pero el tiempo no ha escatimado esfuerzos para dejar marcadas sus huellas en ella. Fui a la cárcel cuando tenía veintiún años; ahora tengo casi veintisiete. Ya no queda ningún rastro de la chica inocente que fue víctima de un engaño casi seis años atrás. ―Mami, dentro de poco será mi cumpleaños ―la voz de mi hija me expulsa de mis pensamientos―, ¿tendré un pastel y una fiesta a la que pueda invitar a mis amigos? Solo faltan tres meses para que Camila cumpla cinco años. ―Por supuesto, cariño ―giro la cara y la miro sobre mi hombro―. Tendrás el pastel más hermoso que te puedas imaginar. Sonríe feliz e ilusionada. Será el primer cumpleaños que celebramos juntas, estando en libertad. ―¿Vendrá papá a mi fiesta? Aparto la mirada del espejo y la f
Elevo la mirada y observo a la recepcionista. ―Volveré mañana, gracias. Salgo de allí con un nuevo plan. Doblo la hoja y la guardo dentro de mi bolso. Llenarla, no es una opción para mí. ¿Qué harían una vez que se enteren que estuve en la cárcel? ¿Recibirme con bombos y platillos? No soy ilusa. Nadie me dará una oportunidad, incluso, si les digo que fui la primera en graduarme con honores como fisioterapeuta entre las veinte reclusas que decidimos invertir nuestro tiempo estudiando para convertirnos en profesionales. La sola mención de aquella palabra abre una enorme brecha con el resto de la sociedad. Llevamos tatuada una marca invisible que nos cataloga como material defectuoso. Abandono el edificio y tomo el primer taxi que veo pasar. Subo y le indico al chófer la dirección a la que debe llevarme. A partir de ahora ya no hay vuelta atrás. Nada podrá detener mi determinación. Después de ver morir a una de las personas más cercanas y queridas, comprendí que la vida puede terminarse
La conversación que tuve con el abuelo de mi hija fue tensa y complicada, pero esclarecedora. Es un hombre muy inteligente. Sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. No tuve ninguna oportunidad con él, sin embargo, le hice saber que no estaba dispuesta a ceder en mis peticiones. ―Por fin llegas, mujer, me tenías comiéndome las uñas. Me quito el sobretodo y lo dejo en el perchero antes de acercarme a mi amiga y contarle lo que sucedió. ―Conseguí el trabajo ―me mira impresionada―. Comienzo mañana mismo. Seré la persona encargada del cuidado del señor Horacio Di Stéfano. Esta vez me observa como si acabara de confirmarle la noticia de que los extraterrestres existen y están viviendo entre nosotros. ―¿Cuidadora? ―niega con la cabeza―. No lo entiendo, pensé que buscarías trabajo en el área de negocios. Camino hacia la cocina y me sirvo un vaso con agua. ―Recuerda que además de ser graduada con honores en negocios, también lo fui como fisioterapeuta ―dejo el vaso en la mesa y ocupo una d
Sus manos se apartan de mi frágil y adolorido cuello en el mismo instante en que se escucha aquel rugido poderoso y amenazante. Toso un par de veces antes de aspirar una profunda bocanada de aire y ponerme de pie para alejarme del hombre que intentó acabar con mi vida. Una vez que logro recuperar el aliento, giro la cara y observo a aquel hombre de mirada furiosa y actitud peligrosa que tiene sus ojos clavados sobre mi padre. ¿Qué hace él aquí? ¿Cómo supo dónde vivía? ―Desaparece de mi vista antes de que te vuele los sesos, sabandija ―repite furioso mientras lo apunta con su pistola―. Si realizas cualquier movimiento en falso, te prometo que este será el último día de tu vida. ―¡Mami! ―grita Camila nerviosa al correr hacia mis brazos―. Quiero que ese hombre malo se vaya. Te hizo daño, mami. ¡Lo odio, lo odio, lo odio! La abrazo de manera protectora mientras intento recuperarme. ―Tranquila, cariño ―la beso en la frente―. Todo estará bien. ¿Cómo supo dónde vivía? ¿Acaso me siguió?
El señor Di Stéfano no ha dejado de mirarme desde que subimos a la limusina. Tampoco quiere separarse de mi hija. Ella sigue dormida en su regazo y recostada con comodidad sobre su pecho. Hay una preciosa sonrisa de felicidad dibujada en su boquita sonrosada. ―No dudé ni un solo segundo de que esta chiquilla lleva la sangre de los Di Stéfano ―murmura orgulloso, sin despegar su mirada de la carita de mi hija―. Me bastó verla para saber que era mi nieta. ―¿Cómo lo supo? Sonríe satisfecho al elevar su cara y fijar su mirada sobre la mía. ―Tu respuesta me lo acaba de confirmar, sin embargo, el parecido de mi nieta con mi hijo es innegable ―sostiene entre sus dedos un mechón dorado de la cabellera de mi hija―. Sobre todo, por la pequeña marca que lleva en su cuello ―hunde los dedos de su mano entre los mechones de Camila y acaricia el lunar en forma de luna que está escondido en la base de su cuello y que solo puede apreciarse si recoge su cabello―. Es una marca que identifica y caracte