Rebeca cruzaba de nuevo los terrenos de la sociedad, pero en esta ocasión, en dirección a la selva. El sol de la tarde abrazaba sin contemplaciones a la vegetación y calentaba la brisa impregnada de salitre.Tenía que encontrar a Gabriel. Solo él podía aclararle las dudas. Su madre estaba empeñada en marcharse de la región y olvidarse para siempre de aquel lugar maldito, pero para ella era demasiado tarde.No podía separarse de esas tierras. Mucho menos, de él.Dejó el auto estacionado a la orilla del camino y se sumergió a pie entre la vegetación. No quería seguir esperando por noticias en la casa del líder Pablo, por eso, se internaba en las profundidades de la montaña.Baudilio, harto de los ruegos de la chica, le confesó en qué zonas los guerreros solían quedarse para serenar a su bestia, regenerar las heridas y calmar su propia ira.El hombre sabía que nada la detendría. Aquel llamado superaba la voluntad de los amantes.Rebeca anduvo por caminos desconocidos dejándose llevar por
Isabel nunca imaginó lo que le depararía el destino al levantarse de la cama la mañana del penúltimo día del mes de mayo.El sol alumbraba con intensidad cada rincón de la congestionada ciudad de Caracas, aunque en el horizonte podían divisarse oscuras nubes de lluvia acompañadas de truenos.El aire resultaba pesado y cálido, como si fuera el vapor de una enorme caldera, que alteraba las emociones de cada ser viviente.Apretó el agarre de los libros que llevaba en el brazo y cerró el puño de su mano libre alrededor de las tiras de su cartera, así podía cruzar a toda prisa la calle. La ansiedad la asfixiaba y ella no comprendía las razones.Caminaba hacia su departamento como si huyera de alguien, o de algo, pero tuvo que detenerse en medio de la vía al escuchar el bocinazo de un auto que de manera imprevista salía de un estacionamiento privado y estuvo a punto de arrollarla.Por instinto, soltó la cartera y se aferró al collar de cadena con dije de cristal transparente, con forma de e
Hundió con energía el machete en la gruesa rama, logrando que esta se partiera de un solo golpe. Los empleados que estaban bajo el árbol corrieron para protegerse.El tronco cayó al suelo con estruendo y salpicó lodo en todas direcciones.Javier se limpió el rostro con el dorso de su muñeca para apartar los hilos de agua que la lluvia le dejaba. Se incorporó y saltó al vacío.Su cuerpo cruzó en segundos los casi cuatro metros que lo separaban del piso, hasta caer de pie, como los gatos.Risas toscas y gritos autoritarios se escucharon en los alrededores mientras los empleados corrían para cortar en pedazos la rama y llevar los restos al camión apostado a un costado del camino.Nadie hacía algún comentario por la forma física o las proezas sobrenaturales de los seis hombres encargados de dirigir las labores en la cosecha de cacao donde laboraban.Aquellos sujetos altos, de contextura recia y musculosa, con una fuerza y agilidad superior a la de cualquier ser humano, administraban con j
Isabel gritó al despertar. En su mente aún se reflejaba la imagen de unos ojos enrojecidos similares al de los felinos, que la observaban con furia.Se levantó nerviosa y con la frente perlada de sudor. Las manos le temblaban de forma casi imperceptible. Para calmarse decidió ir a la cocina en busca de un botellín de agua.El departamento donde vivía con su hermano era extremadamente pequeño, las habitaciones eran chicas y la sala, cocina y comedor se encontraba en un mismo espacio, pero no podían aspirar a más.Sus posibilidades económicas eran precarias y su hermano era el único que trabajaba porque ella se encontraba en el último año de la carrera, por eso Aarón buscaba mejores opciones laborales.Regresó a su dormitorio bebiéndose el agua y dejando la botella sobre una mesita de noche para atarse con una goma los largos y suaves rizos castaños de su cabellera. Se sentía agotada.Esos ojos enrojecidos la habían despertado en más de una ocasión desde hacía semanas y cada vez que lo
Javier caminaba por la orilla de un río junto a Albert, otro de los guerreros de la sociedad étnica portador del espíritu de la bestia.Minutos antes habían sentido la presencia de un ente de poder en sus tierras y escucharon la confesión de varios testigos que habían visto a una figura fantasmagórica, como la de un felino, avanzando por la carretera en dirección a La Costa.El grupo de los seis guerreros se dividió para recorrer la zona e investigar. Aún llovía. Desde hacía dos días eran afectados por una lluvia suave que no paraba y comenzaba a convertirse en una amenaza para los sembradíos de cacao.—Siento su fuerza, pero no puedo determinar su ubicación —expresó Albert, y se inclinó en el suelo para apoyar una mano en la tierra lodosa intentando percibir alguna vibración.Javier cerró los ojos y aspiró los aromas, esperaba captar fragancias diferentes que lo ayudaran a encontrar al extraño, pero nada le llegaba.Creía que eso ocurría porque sus sentidos estaban siendo alterados p
Al abrir los ojos se encontró rodeada de naturaleza muerta. Árboles secos y deshojados extendían sus ramas sobre ella como si fueran garras de largos dedos y los rayos del sol estaban siendo bloqueados por un humo espeso, que parecía emerger de la tierra, e invadían el lugar con una penumbra asfixiante.Al bajar el rostro, Isabel pudo divisar en el suelo erosionado la forma difusa de un sendero que se perdía entre matorrales. Con más curiosidad que temor lo siguió.Los bucles castaños se le enredaban entre las ramas o estas le arañaban la piel cubierta solo por un pijama de pantalón corto y una camisa de tirantes. Los pies desnudos pisaban piedras y restos de vegetación, dificultándole el paso.Sin embargo, nada podía detenerla. Sentía una imperiosa necesidad por llegar al final de ese camino.El sonido de una respiración pesada a su espalda le heló la sangre. Se giró pero no encontró nada, aunque presentía que la acechaban.Continuó acompañada del crujir de las hojas bajo sus pies mi
Parado sobre el tejado del edificio donde se residenciaba, Javier miraba hacia las montañas. Una inmensa luna, más grande de lo habitual gracias a un fenómeno natural que ese día se producía, las iluminaba con un aura mágica.Esa noche era el preludio de una fecha especial: la fiesta de San Juan.Se asentó en Maracay para encontrar algún medio que lo ayudara a liberarse de la maldición que lo descontrolaba y lo volvía peligroso. No quería ser un problema para su gente.Prometió no regresar hasta hallar una cura, pero nada de lo que hacía parecía resultar.—Confirmaron la reunión.Deibi lo acompañaba en algunas ocasiones para evitar que se sintiera tan solo y lo ayudaba a encontrar una solución.—¿Dónde?—En una discoteca al este de la ciudad. Habrá mucha gente y podrán pasar desapercibidos. La policía los busca.Javier arrugó el ceño. Los hombres que en esa oportunidad había contactado eran delincuentes con amplio prontuario policial, pero no tenía a quien más recurrir. Se le habían a
—Me duele todo —se quejó Jesenia al acostarse en la cama.—Así estarás por un par de días —respondió Isabel mientras guardaba en una de las gavetas de la cómoda la pomada desinflamatoria que le había aplicado en el hombro derecho.—Claro, yo no tuve un salvador misterioso que evitara que me arrollaran.Isabel sonrió con melancolía. Le parecía sorprendente lo ocurrido en la discoteca. Si no hubiese tenido a su amiga de testigo, habría pensado que había sido otro de sus extraños sueños.—Me gustaría volver a verlo.Jesenia se incorporó en la cama. En el rostro se le reflejaban los malestares que la invadían.—Ni siquiera le preguntaste el nombre. —La mujer negó con la cabeza—. Tendremos que actualizar tus técnicas, ya se te olvidó cómo conquistar a un hombre.—¿Cómo esperabas que le preguntara algo? Entre la música y la discusión con Tyler fue imposible conversar. Luego se presentó la balacera y después…Quedó muda y sumida en los recuerdos.—Después: el beso —completó Jesenia y rio con