LA PROPUESTAEmil abrió la puerta para recibir a una Siena con un rostro demasiado cansado.–¿Estás bien? –preguntó.Siena se echó a sus brazos.–Estoy harta.–¡Oye! ¿Qué pasa? Ven.Emil la condujo al sofá y se sentaron.–¿Quieres contarme o es confidencial? –preguntó.–No creo que haya nada confidencial en que mi jefe me tiene cansada –declaró Siena.Emil la rodeó con su brazo y la atrajo hacia él. Ella se acurrucó allí y cerró los ojos.–No tenemos a nadie a quién encerrar, y, disculpa que diga esto, no me importa que encierren a tu padre si eso hará que me dejen en paz.–Sabes que no me importa mi padre.–Me da igual que sea Marco quien reciba el castigo –continuó Siena–. Sé que no es ningún santo… Cuando todo esto termine me iré. Pediré el traslado a otra jurisdicción.Por un momento se hizo el silencio. Siena abrió los ojos y miró hacia arriba, hacia Emil.–Puedes venir conmigo, si quieres.Emil la observó, entre confundido, sorprendido y feliz, pero disimuló su sonrisa y frunció
PACIENTEMENTE–Siena, Oliver –llamó Liam.–Sí, señor.–Vengan aquí.Ambos se acercaron a la oficina de su jefe, diligentes.–Aquí tengo su permiso para que se entrevisten con esa paciente de la clínica psiquiátrica. Ojalá sirva de algo.–Perfecto, señor.Se retiraron de allí y fueron a ponerse sus abrigos.–Vamos ahora mismo, ¿no? –preguntó Oliver.–Claro, no tengo otra cosa mejor que hacer. ¿Y tú?Oliver se encogió de hombros. Ambos se dirigieron juntos en el coche de Oliver hacia la clínica, que se encontraba a una hora de distancia de allí. Se presentaron ante los enfermeros y mostraron en la recepción el permiso que les había dado Liam. Uno de los enfermeros de turno, un joven moreno, los hizo pasar hacia el interior.–Mi nombre es Romeo, yo los recibiré hoy. Vera es una mujer reservada. Es una de nuestras pacientes más antiguas.–¿Podrías contarnos algo sobre ella? –preguntó Siena.–Está diagnosticada con esquizofrenia. Toma a diario su medicación sin problemas y no es una pacien
DESORDENADOLiam llamó a Siena y Oliver con urgencia.–Los necesito en una escena del crimen.Oliver y Siena se miraron mientras se levantaban de sus respectivas sillas y se disponían a salir detrás de Liam.Liam los envió a una casa donde la mujer yacía muerta hacía pocas horas. La llamada la había hecho su pareja, quien la había encontrado, y aún no sabían nada del crimen. El novio permanecía en la entrada, en estado de shock, siendo interrogado, cuando Oliver y Siena entraron al lugar.–Tengan cuidado donde pisan –advirtió un oficial, cuando los vio llegar.Había sangre por doquier.–Es demasiado caótico –comentó Siena.–Un regadío de sangre…La mujer estaba en el suelo de la cocina, degollada. La herida parecía haber sido infligida por un cuchillo que permanecía cercano al cuerpo, y había signos que mostraban que había estado forcejeando con su atacante, probablemente para huír de él.–¿Qué opinas? –inquirió Oliver.–No es nuestro asesino –decretó Siena, señalando hacia el suelo.
ASESINATOS MÚLTIPLES–Sabes, estaba pensando en organizar una cena con Oscar y su mujer –propuso Emil–. ¿Qué piensas?Siena quedó pasmada ante la pregunta y no pudo contestar de inmediato. Por suerte, estaban mirando una película y no tuvo que mirarlo a los ojos al hablarle.–Me habías dicho que Oscar sabía de lo nuestro, ¿no es así?–Sí, se lo he dicho.–Ajá, claro. ¿Tú crees que sea una buena idea?Al instante en que Siena terminó de pronunciar esa frase, recordó que le quedaba pendiente entrar a la casa de Isabella para descifrar lo de la correspondencia entre ella y la chica, Vera, por lo que continuó hablando.–¿Crees que es una buena idea presentarme primero ante Oscar, antes que a tu madre?Había pasado mucho tiempo ya, desde que se habían entrevistado con Vera, pero Siena no podía dejar un misterio sin resolver; era más fuerte que ella.–Oscar es como un padre para mí, me gustaría que tuviéramos una cena con ellos antes de irnos de aquí.–Sí, entiendo, pero es que no quiero qu
CARTAS–¿Qué sucede? –preguntó Siena, sorprendida por el abrazo de Oliver.–Te encuentras bien, qué alivio. Me tenías preocupado.–Sí, claro –contestó, dando unas palmaditas en la ancha espalda de Oliver.Oliver se separó de Siena.–Te estuve llamando y nada, pensé que se trataba de tí cuando nos avisaron de la policía caída en acción.–Oh, perdón –dijo Siena, mirando su móvil–. Cuando recibí el llamado, vine directo hacia aquí y olvidé que mi móvil estaba en silencio. Discúlpame. ¿Quieres entrar? –preguntó ofreciéndole un par de guantes de látex y una sonrisa.Oliver tomó los guantes y ambos giraron en dirección a la puerta. Antes de colocarse los guantes, Oliver apretó cariñosamente el hombro de Siena, aliviado de tenerla allí consigo, sana y salva.La escena dentro de la casa era sanguinaria; el vecino, en un ataque de ira había tomado su escopeta y había disparado a la familia mientras desayunaban porque le molestaban los ruidos a una hora tan temprana en la mañana. Eran los padre
PREMIERE–¿Qué significa todo esto, Emil? ¿A qué se debe tanto lujo? –preguntó Siena, observando la mesa ya servida en el apartamento de Emil.–Siéntate, mi amor, se enfriará –invitó él–. Hoy es un día para celebrar. Estamos por finalizar el rodaje. Eso significa que luego de la edición, y si no debo repetir ninguna toma, soy un hombre libre.–Te felicito, entonces –contestó Siena, ofreciendo una sonrisa–. Tendré que apurarme para solicitar mi traslado. ¿Has pensado a dónde te gustaría ir?–Tengo algunos lugares en mente.–¿Qué hay de Dani? ¿Hablaste con su madre?–Aún no… Eso va a ser un tema delicado.–No te preocupes. Tenemos tiempo. Esto está delicioso, Emil.–Pero si no has tocado la comida prácticamente, siempre devoras todo.Siena se levantó con precipitación y se dirigió al baño, cerrando la puerta de un golpe. Emil quedó solo sentado en la mesa, escuchando a Siena vomitar. No supo qué hacer. Esperó un momento y se levantó para ir a dar unos golpecitos suaves a la puerta.–¿Te
LA ESTAFADORA–Hola, Serena.–¡Emil! Qué susto me diste. Eres el hijo de Marco, ¿no?–Así es. Es que estoy de civil –bromeó–. Me quitaré esta tonta gorra.–Mis felicitaciones. Excelente performance.–Muchas gracias. Qué casualidad encontrarla aquí. ¿Quiere ir a tomar algo? Yo invito.–¿Tienes tiempo para esas cosas? Eres una estrella ahora.–Claro que sí. Me lo he ganado después de tanto trabajo. Además, no pensaba encontrarme semejante talento en la vía pública, así que me haría un espacio para conversar con usted, si no lo tuviera.–Ah, eres tan encantador como tu padre. ¿Quieres venir a mi hotel? Está justo aquí a la vuelta de la esquina.–Conozco un lugar mejor. Quizá en su hotel nos acosen, ahora que soy famoso –bromeó Emil–. Quién me acosaría –agregó riendo–, nadie me conoce aún. De todas formas, puedo llevarla a un lugar tranquilo y bonito, si quiere.–Claro, querido. Vamos.Caminaron sólo un poco, hasta que Emil se detuvo.–Sé que no es propio de usted, pero puedo llamar un co
CONFIANZA–El niño es mío, ¿verdad?–Emil, ¿por qué preguntas eso?–Porque he estado ausente en muchas ocasiones a causa de los viajes por las grabaciones de la película. Es lógico que hayas… no lo sé, estado con otros chicos. Eres una mujer muy hermosa.–¿Necesitas una prueba de ADN? No tengo problema en hacerla. Es tuyo. No he estado con nadie más. Pensé que ninguno de nosotros…–No. Está bien Es que nunca hemos hablado de los términos de nuestra relación. Yo no he estado con nadie más que tú.–¿Quieres hacerlo? ¿Quieres hablar sobre nuestra relación?–Iremos a vivir juntos, tal vez deberíamos –meditó Emil.–Sí, es cierto, aunque me preocupan otras cosas también, que creí que me dirías con el tiempo… Creo que te he dado tiempo y confianza suficientes.–¿De qué cosas hablas?–¿No crees que deberíamos ser sinceros entre nosotros?–¿A qué te refieres? –preguntó Emil–. Soy sincero contigo.–Sé que la relación con tus padres es algo con lo tú mismo debes lidiar y no voy a entrometerme en