Pasé mis manos sobre mi estómago mientras me admiraba en el espejo. Me coloqué de costado para ver mi gordura, pero nada. Estaba plana. Levanté el vestido por encima de mi abdomen. No sentía nada, no me veía diferente. Fui cambiando de posición, intentando ver algo que indicara el fruto creciente en mi vientre. La puerta se abrió y entró Austin. Sus ojos fueron directamente a mi piel descubierta. Me bajé el vestido con prisa, pero era muy tarde, ya vio mis bragas. Carraspeó y desvió la mirada. No con educación, sino como si no le atrajera el verme. ―La policía está aquí; quieren hablar contigo. ―Ya voy ―respondí a secas. Alisé mi vestido, solo para tener algo que hacer y así evitar hacer contacto visual. ―Y quiero hablar con ellos a solas ―exigí. Abrió y cerró la boca. Ladeó con la cabeza y respiró profundo, buscando paz. No respondió, pero sus gestos de impaciencia eran lo mejor que me pasó en el día. Cerró la puerta sin decir más. En minutos me reuní con los policías en
―El empresario Williams White, se ha comprometido con la hija del conglomerado Smith; Meredy Smith. Lo han anunciado a través de una entrevista y han invitado a todos, incluida la prensa, a la celebración de su fiesta de compromiso que se llevará a cabo este fin de semana. Pero se deben estar preguntando, ¿el señor Williams White no tenía una señora White? Pues, a escondidas del ojo público se ha divorciado de la hija del Imperio Call. ¿Por qué se han divorciado? Si quieres saber nuestras teorías, sigan leyendo ―narré con rabia para mí misma. Rompí el papel a la mitad, esa mitad se Volvió dos, que siguieron a tres y terminaron siendo un docena. La sangre me hervía y sin poder contenerlo más, grité. ―¡Esos hijos de puta! Ni siquiera fueron capaces de colocar mi nombre. Me redujeron a la “hija de”, “la señora White”. ¡Soy Karina! Me llamo Karina. ―Señora Call, ¿sucedió algo? Apareció una sirvienta en la habitación, vio los papeles rotos sobre la comida y luego a mí. ―Oh, mierda ―
―¿Cuándo nos casaremos? ―pregunté a pesar de haber sido yo la que colocó la condición. ―Mañana ―respondió mientras acariciaba la piel de mi estómago. Sus piernas estaban enredadas con las mías, mi cabeza descansaba en su brazo y mi cabello estaba esparcido por doquier. Nuestros cuerpos desnudos estaban en contacto. Austin besaba mi mejilla repetidas veces. Fue delicado, dulce, a diferencia de otras veces, no se dejó guiar por sus instintos carnales. Estaba embarazada y herida, se aseguró en todo momento de no tocar mi espalda ni de afincarse en ella. Me trató con una gentileza digna de los poemas románticos que se contaban en la época victoriana. ―Pero que sea en privado. Solo nosotros dos y los testigos. ―Por supuesto. O, ¿acaso crees que voy a organizar una ceremonia en menos de un día? Esto no es una película, querida ―Luego de decir esas palabras, levantó las cejas, intrigado―. ¿Tienes pensado en alguien para que sean tus testigos? Lo analicé. Buscaba rostros, nombres, pe
Las palmas de mis manos sudaban y mis pies no se detenían. Los tacones repicaban con cada paso que daba, iba de un extremo de la habitación al otro. Mi vestido blanco era estilo cóctel, me llegaba por encima de las rodillas; sencillo. La parte superior se podría decir que era la más detallada, no tenía mangas, solo una tirita de cada lado que hacía la ilusión de que ayudaba a sostener el vestido, el escote era pronunciado sin llegar a lo vulgar y las telas se cruzaban entre si.Celebraríamos la boda en casa, solo nosotros, los testigos y los empleados. Ah, claro y el juez.Tocaron la puerta de manera sutil, pero estaba tan nerviosa que fue suficiente para hacerme brincar.―Adelante.Enrique abrió la puerta, mas no pasó.―Ya es la hora, señorita.Avancé y tomé el brazo del mayor, é
La solidez con la que mi rostro impactó era cálida, como el fuego. Se separé de un brinco y me encontré con un Austin estupefacto. Lo recorrí con la mirada, estaba descalzo, sin camisa y con solo unos pantalones ligeros. Pero lo más importante es que estaba ileso.―Austin, ¡Dios! ¿Estás bien? ―hablé sobresaltada. La adrenalina fue escapando de mi cuerpo y pude sentir como mi sangre circulaba por mis venas, estaba caliente.Frunció el ceño ante mi actitud, desconcertado.―Karina, ¿qué ocurre?Por su gesto preocupado, no me gustaría saber la imagen que estaba trasmitiendo en estos momentos y la impresión que tendría mi rostro.―La casa… se está incendiando… ―Por la tranquilidad de Austin ya no sabía que tan cierto era.El
Estaba en mi habitación, y no me refiero a la habitación de Austin, sino a la de la casa de mi padre. Usaba un vestido color crema, uno que recordaba muy bien.Tocaron la puerta y no me dieron tiempo a responder, la persona pasó. Cabello rubio ondulado, piel tostada, un ramo de flores blancas en sus manos. Williams. Un Williams más joven y carismático.―Gracias por aceptar nuestro compromiso ―Sus ojos irradiaban felicidad, amor―. Prometo cuidarte y protegerte, darte tu lugar como mi esposa. Jamás te faltará nada y te lo daré todo. Te prometo que serás feliz.Me ofreció las flores y yo las tomé.Todo era tal y como lo recordaba. Pero se sentía tan raro, como si fuera una simulación. Ya que esta fue la única vez que Williams me dedicó esos ojos tan dulces y cálidos. Como si fuese una fantasía.
―Deberíamos faltar. Aún no te has recuperado por completo. Austin ajustó su corbata con rabia. ―Tú y yo teníamos un acuerdo. Estoy bien. ―Hace unas horas tenías fogaje ―Me plantó cara.―Tú lo has dicho: “hace unas horas”. En estos momentos me encuentro en perfecto estado. Él, estaba rabioso por poner mi salud en riesgo; yo, estaba rabiosa porque mi estado de salud se debía a esas dos personas, por lo que me habían hecho en estos últimos años. Todo los dolores que estuve sintiendo en estos cinco años, fueron por la culpa de ellos; incluso la fiebre de hace dos días. Quería venganza. Y que se enteren que me casé con el mismo hombre del que me intentaron separar en el pasado, sería un golpe bajo para ellos.―¡Karina! Estaba verdaderamente molesto, ya que usó mi nombre sin diminutivos. ―¡No, Austin! Tú no eres el único que quiere venganza. Yo también salí afectada por ellos, por su codicia. He estado desde el jueves postrada en la cama por la fiebre, poniendo la vida de nuestr
La fiesta transcurrió con normalidad, Austin me mantuvo alejada de las bebidas alcohólicas. Williams basó su noche mentalmente entre ignorarnos y vigilarnos; cada vez que sus ojos se fijaban en nosotros (cosa que hacía muy seguido), negaba con la cabeza como si se estuviese arrepintiendo de aquella decisión. Pensé que sus miradas iban a estar principalmente dirigidas a mí, pero Austin era su principal objetivo. Me sentía un personaje secundario en la historia de estos dos. ―¿Será que secretamente Williams está enamorado de ti? Por la forma en que te mira, juraría que se casó conmigo no para alejarte de mí, sino para que yo me alejara de ti, porque tenía celos que otra mujer te haya conquistado. Y como sabía que tú eres heterosexual, casarse contigo no era una opción; pero conmigo si. Quería evitar que el hombre que amaba estuviera reservado. ¡Que romántico! Me miraba como si me hubiera crecido un tercer ojo. Estaba estupefacto. No reaccionó como esperaba. Estaba estático, apenas