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Francisco estaba en el casino, absorto en el resplandor de las máquinas de monedas. Bebía un trago tras otro, esperando su golpe de suerte para ganar. Tenía dinero en los bolsillos, pero su vicio lo hacía sentir que no sería suficiente por mucho tiempo. Ya planeaba cómo conseguir más: mientras Vilma estuviera en el pueblo, siempre podría amenazarla con el secreto de la bebé y obtener dinero fácil.Sonrió al imaginarlo, casi riendo, hasta que un golpe seco sobre su máquina lo sacó de su ensueño. Levantó la vista, y el color abandonó su rostro al ver al corpulento guardia de Joaquín Andrade mirándolo fijamente.—¡No he hecho nada! —balbuceó, aterrorizado.El guardia le propinó un golpe en el estómago, dejándolo sin aire, y lo arrastró a una oficina en la parte trasera del casino.Al recuperar algo de aliento, Francisco levantó la vista. Frente a él, con una expresión severa, estaba Joaquín Andrade en persona. El rumor sobre su carácter no hacía justicia a la intensidad de su mirada, y Fr
En el hospitalEl eco de sus pasos apresurados resonaba en el pasillo, y el corazón de Margot latía desbocado. Al llegar a la recepción, apenas pudo articular las palabras; la angustia nublaba su voz y su juicio. Rodolfo, sosteniéndola con fuerza, se adelantó para hablar con la enfermera.—Por favor, necesitamos ver a nuestra hija —suplicó él, con una mezcla de urgencia y esperanza.La enfermera les dedicó una sonrisa suave, percibiendo la ansiedad que irradiaba de ellos.—¿Son los padres de la pequeña? —preguntó, y al ver a Margot asentir con lágrimas en los ojos, les indicó que la siguieran.Margot apenas podía controlar su impulso de correr hacia la habitación, tirando de la mano de Rodolfo.Cada segundo parecía una eternidad; los pasillos del hospital, fríos y llenos de sombras, intensificaban su temor.Finalmente, llegaron a una puerta entreabierta, y desde adentro, un llanto familiar resonó, llenando el aire y rompiendo el silencio.Margot sintió cómo su corazón se aceleraba al r
En el hospital, Romina llegó con el rostro desencajado, respirando agitadamente como si estuviera genuinamente asustada. Margot, al verla así, sintió una ola de compasión por la mujer.—¡Ella es mi hermanastra, pero yo la quiero tanto como a una hermana de sangre! —sollozó Romina, su voz entrecortada por las lágrimas.Margot sintió un nudo en el pecho. La situación la había dejado emocionalmente exhausta, y ver a Romina tan afectada solo intensificaba su tristeza. A medida que las horas pasaban, la incertidumbre y el silencio en el hospital se volvían cada vez más angustiosos. No recibían ninguna noticia sobre el estado de Vilma, y la espera parecía interminable.Finalmente, después de mucha insistencia, el doctor accedió a dejar que Margot visitara a Vilma.Margot caminó por un pasillo largo y desolado, sintiéndose nerviosa y temerosa de lo que encontraría. Antes de entrar, una enfermera le entregó ropa médica y una mascarilla; debía ser extremadamente cuidadosa, pues el estado de Vil
Margot intentaba calmar a Vilma, quien seguía conmocionada por la repentina huida de Romina, la madre de Lola.—¡Pobre de la niña! ¿Cómo pudo ser tan cruel? —murmuró Vilma, con el rostro marcado por el horror.—Tranquilízate, Vilma. Ahora estás aquí y puedes hacer mucho más por ella —le dijo Margot, tomando su mano con ternura y firmeza.Vilma cerró los ojos un instante, intentando contener las lágrimas que amenazaban con salir. La culpa y la preocupación por Lola la atormentaban.—Espero poder cuidarla como merece. Ningún niño debería pasar por esto… —suspiró—. ¿Qué clase de madre abandona a su hija?—Lola es afortunada de tenerte, Vilma —repuso Margot con voz suave—. Y ten la certeza de que ahora estás acompañada. Tu bebé te espera en casa, y también Lola. No estás sola en esto.Vilma asintió, y una pequeña sonrisa, frágil, pero llena de esperanza, se dibujó en su rostro.—Ya hasta lo llamo Rafael —dijo Margot, intentando aligerar la conversación—. ¿No te parece un nombre lleno de fu
Tres meses después.Primero fue el bautizo de los tres niños. Zafiro, Rafael y Aimé recibieron ropones hermosos que Diana tejió para cada uno, esmerándose en cada detalle como símbolo de amor y protección. La ceremonia fue emotiva, con amigos y familiares cercanos reunidos en un ambiente cálido. Rodolfo y Margot, cumpliendo su promesa, se convirtieron en los padrinos de Rafael y Zafiro, una unión simbólica que fortaleció aún más los lazos de su inusual pero sincera familia.Después de la ceremonia, todos compartieron una cena en el jardín de la mansión. Los más pequeños, Opal y Ónix, corrían entre las mesas, riendo y jugando bajo la mirada amorosa de sus padres. Los niños no podían ocultar su emoción: serían pajes en la boda de sus queridos papás, y la expectativa los llenaba de ilusión.Días antes de la bodaDiana sentía que había algo pendiente, una última confrontación necesaria para poder empezar su nueva vida junto a Joaquín sin resentimientos. Decidió hacer una visita al único lu
Días después.Diana estaba vestida de novia, su hermoso vestido blanco parecía brillar con luz propia. Opal y Ónix, sus pequeños, la miraban asombrados, con los ojos tan abiertos que parecían dos estrellas resplandecientes.—¡Mami, pareces una princesa de cuento de hadas! —exclamó Opal, su voz llena de admiración.Diana sonrió al escucharlos, una calidez envolvente la invadió. Se miró al espejo, viendo no solo el reflejo de la novia que había soñado ser, sino también la madre que siempre había querido ser. En ese momento, las palabras de sus hijos resonaron en su corazón, y creyó en ellas. Se sintió hermosa, poderosa y digna de amor.Tomó las manos de sus hijos, sintiendo la suavidad de sus pequeños deditos, y una ola de ternura la envolvió.Margot estaba allí, su hermana, con una sonrisa radiante que iluminaba el lugar. En sus brazos cargaba a Zafiro, su bebé, que miraba a su madre con ojos curiosos. Pronto, todos salieron con rumbo a la iglesia en una elegante limusina, el aire lleno
SinopsisAimé Larson es esposa de Martín Alcántara y tienen un pequeño bebé de apenas seis meses, ella cree tener la vida perfecta, sin embargo, la felicidad de Aimé se ve amenazada cuando su mejor amiga, Lola, siembra la semilla de la desconfianza en la mente de Martín al presentarle una falsa prueba de infidelidad. Herido y traicionado, Martín la acusa injustamente y la expulsa de su vida, convirtiendo su hogar en un auténtico infierno.Aimé deberá luchar por limpiar su nombre, salvar su vida, y recuperar a su bebé, teniendo como único aliado a Rafael, el hombre al que una vez desprecio en el amor, y que se convertirá en su ángel salvador.¿Podrá Aimé recuperar a su hijo y ser feliz lejos de las traiciones?Capítulo IEl jardín de la mansión estaba lleno de vida. Era el cumpleaños de Rodolfo Larson, un evento al que nadie faltaría.—Quiero hacer un brindis por mi querido suegro, un hombre al que admiro profundamente. Más que un suegro, le tengo un cariño como el de un hijo a su padre
Aimé sintió el ardor en su mejilla. El dolor físico era casi nada comparado con el golpe emocional que la invadía. Desde el suelo, levantó la mirada para ver a Martín, el hombre al que amaba, convertido en alguien irreconocible, en un monstruo al que jamás habría creído capaz de tanto odio.—¡Yo no te he sido infiel! Te lo juro, Martín. No sé de dónde sacaste eso, pero es una mentira —rogó, con la voz quebrada, mientras las lágrimas le recorrían el rostro.Martín, con los ojos encendidos de furia, la tomó del brazo y la levantó sin consideración. Sus dedos clavándose en su piel la hicieron estremecer, pero aún más lo hizo la dureza en su mirada, esa mirada que alguna vez había sido cálida y llena de amor.—¿Y qué es este video entonces, Aimé? —le escupió con rabia, sosteniendo su teléfono frente a ella—. ¿Una mentira? ¿Quieres decirme que mis propios ojos me engañan?Aimé intentó sostenerle la mirada, pero las imágenes en el video parecían un cruel espejismo de ella misma, compartiendo