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En la fiesta.Martín estaba rodeado de su familia, todos luciendo sonrientes y llenos de orgullo por él. La luz dorada de los candelabros caía suavemente sobre ellos, reflejando la atmósfera lujosa de la fiesta. Su madre lo observaba con admiración, mientras su padre, con una sonrisa contenida, aprobaba la noticia de su próximo matrimonio. Lola, siempre a su lado, lo tomaba de la mano con una sonrisa que no podía ocultar la satisfacción de la victoria.Martín no podía evitar sentirse el centro del mundo, como si todo estuviera a su favor. La subasta de joyas iba a comenzar pronto, y él estaba seguro de que esa noche, todo saldría según lo planeado.Pero cuando Aimé apareció en la sala, de la mano de Rafael, todo cambió. Una oleada de emociones recorrió su cuerpo, un nudo en el estómago, y una rabia que no podía controlar. El collar de diamantes, el que había sido un regalo de su madre en la boda de Aimé, estaba en la mesa de la subasta. La única cosa que quedaba de un pasado que había
—No debiste casarte con él, debiste ser mi esposa; ¡Ese hombre no te ama, Diana! ¡Nunca te amó!Diana Larson esperaba en el jardín, y sintió las manos fuertes de su exnovio Ronald, que la llevaron a un lado y la apartaron del salón donde estaban todos celebrando que se había casado.—¡Ya basta! Ronald, hoy es el día de mi boda y no quiero que digas nada malo de mi esposo.Estaba a punto de marcharse cuando el hombre tiró de su brazo con fuerza.—¡Espera! Hay algo que debes saber sobre ese hombre; ¡Escúchame, Diana!, todo fue un plan de venganza contra tu padre porque èl dejó en la ruina a su familia, ¡Joaquín Andrade no te ama, solo quiere vengarse de ti!Diana estaba perpleja, de todas las cosas que Ron hizo para separarla de su prometido, esta era la peor de todas.Ella abofeteó su rostro, el hombre le miró incrédulo.—¡Mientes!Ron tomó su móvil y le mostró una grabación.«Ahí podía ver con claridad a Joaquín Andrade frente al padre de Diana Larson, discutiendo.—¡Arruinaste a mi
Cuando Diana abrió los ojos, observó el lugar donde estaba. Por un instante no recordó nada, pero luego, los recuerdos vinieron de golpe.Enderezó su postura, miró a todos lados.—¡¿Dónde estoy?! — Recordó la explosión, las lágrimas corrieron por su rostro como una cascada. Pensó en sus padres, quería negar que su muerte era verdad.Alzó la vista y vio a ese hombre de pie frente a ella. La mirada de Joaquín era devastadora, había compasión y dolor en ella.—¡Dime que no es cierto! —exclamó—. Dime que mis padres no murieron, ¡todo es una pesadilla! ¿Verdad que sí?Joaquín hundió la mirada, sintió mucha tristeza, negó.Tragó saliva.—Lo siento mucho, mi amor, no sé cómo ocurrió, hubo una explosión, no pudimos salvar a nadie… Lo siento tanto…—¡No! —exclamó—. ¡No! —gritó hundiendo su rostro entre sus manos.Joaquín intentó acercarse, de pronto, Diana lo empujó, se levantó de la cama, lo apuntó con el dedo.—¡Fuiste tú! ¡Tú los mataste! Eres un ¡Asesino! —gritó con rabia.Joaquín estaba p
Joaquín lo empujó atrás, el hombre se levantó, y de nuevo lo empujó hasta hacerle perder el control.—¡Lárgate de mi propiedad! Vete de mi casa ahora mismo.Los ojos de Ronald le miraban con gran rabia.—¿Dónde está Diana? ¡Diana!Joaquín hizo que sus guardias le apuntaran.—¡O te vas por las buenas, o lo harás con los pies por delante!Joaquín le miró con odio.—No has ganado, Joaquín, mataste a todos los Larson, pero yo sigo vivo, yo voy a proteger a Diana de tu maldad.—¡Yo no he matado a nadie! ¿Tienes una prueba de que lo hice? —exclamó con un gesto severo, casi retador—. Si tienes las pruebas, ¿por qué los periódicos dicen que Los Larson fueron asesinados por sus nexos a la mafia contrabandista de diamantes? Diana y yo estamos salvados por un milagro, todos saben que Los Larson hacían malos negocios, tú lo sabes bien, no intentes manchar mi nombre, no intentes poner a mi esposa en mi contra.Ronald sintió rabia.—¡Sé que los mataste! Diana lo sabe bien, Diana nunca volverá a cre
Diana estaba asombrada, en otras circunstancias esa suerte sería felicidad, pero ahora, su madre, su padre, su hermana, todos sus tíos, su abuela, las personas que ella amaba y eran su familia, habían muerto.Sintió la mano de Joaquín.—¡Felicidades! —dijo la doctora.Diana soltó la mano de Joaquín con rencor, incluso la doctora pudo verlo, ella se alejó de forma incómoda.Diana se arregló la ropa, bajó de la camilla sin apoyarse de Joaquín, aunque intentó ayudarla.Luego, volvieron a estar frente al consultorio de la doctora.—Debe cuidarse mucho, señora Andrade, un embarazo múltiple puede ser complicado.La doctora le entregó las vitaminas que debía tomar, y el ácido fólico.Ella los tomó y guardó en su bolso, antes de que Joaquín los tomara.El hombre procedió a despedirse, Diana intentó irse rápido, pero apenas abrió la puerta, su esposo la tomó del brazo.—¿A dónde vas?Ella se sintió temblorosa. Negó.—Quiero ir al baño.—La doctora tiene un baño, le diré que te lo preste.—No,
Diana luchaba contra ese hombre, lanzando gritos desesperados, miraba a la gente, pero nadie le ayudaba, pues muchos veían a los guardias, asustados.Hasta que un auto de policías parqueó a su lado, los policías bajaron.—¿Señora, está bien?—¡No! Este hombre me tiene secuestrada —exclamó con el rostro cubierto de lágrimas, y una gran seguridad.Joaquina aún tomaba su mano, la mirò con ojos severos, oscuros. No podía creer lo que Diana decía, estaba enfurecido, casi bufando de rabia, como una fiera herida a punto de atacar.—Señor, acompáñenos.Los guardias se acercaron, poniendo a los policías nerviosos.—¡Ni siquiera me toquen! ¿Acaso no sabes quién soy? —bramó, sosteniendo a la mujer con màs fuerza.Ella quería alejarse, pero no podía, cada intento era repelido por su fuerza.Le mirò con ojos casi llorosos.Joaquín chasqueó los dedos y uno de los guardias hizo una llamada, cinco minutos después los oficiales recibieron una llamada.Era el jefe de ellos, diciendo que dejaran al señ
—Escapar de ti —dijo ella apuntándole con el vidrio roto—. Déjame ir, no te haré daño si me das las llaves.Joaquín talló su rostro para despertar, luego sonrió, y esa sonrisa fue como una bofetada invisible al rostro de la mujer.—No puedes salir de aquí, tengo casi veinte hombres cuidando toda esta propiedad, nunca te voy a dejar ir, no voy a perderte, yo he perdido mucho en la vida, Diana, pero no voy a perderte a ti, ni a mis bebés —dijo con ojos severos, supo que él no mentía, y Diana pensó que ya no conocía a Joaquín, fue un hombre amoroso, pero ahora estaba convencida de que solo fue una fachada, este hombre posesivo, dominante, y egoísta era el verdadero Joaquín Andrade, y ella le aborrecía, aunque su corazón doliera tanto.Ella escupió y él alcanzó a protegerse el rostro.—Te odio, solo me das asco, ¿perderme? Te diré cuando me perdiste, ¡cuando mataste a mi familia, a mi padre, a mi madre, a mi hermanita, y muchas personas que amo! —exclamó con los centelleantes de rencor, e
—Déjame ir, escapar de ti, si lo haces, no me dañaré.Joaquín se puso triste al escuchar sus palabras, retrocedió unos pasos.—Está bien, lo haré, solo, por favor. Baja el trozo de vidrio, no quiero que te hieras.Joaquín siguió retrocediendo, pero Diana dejó de apuntarse, y lo apuntó a él.Joaquín solo tuvo una oportunidad, se lanzó hacia ella, le quitó el vidrio, pero no pudo evitar que ambos se lastimaran las manos.La sangre caliente se corrió por la piel.Joaquín parecía asustado. Él le quitó el trozo de vidrio, lo lanzó al suelo, él la cargó en sus brazos, ella pataleó, pero al final logró llevarla a la cama.—Por favor, Diana, no hagas esto.Ella se negó, golpeó su pecho, pero Joaquín tomó sus manos.—¡Calma! O lastimarás a los bebés.Ella rompió en llanto, se quedó quieta.Joaquín se levantó de la cama, la miró con ojos feroces.—Lo que has hecho, es algo cruel, ¡quieres dañarte y dañar a mis hijos, no lo permitiré!Ella tenía mucho miedo. Joaquín llamó a una empleada.—Quie