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«Diana, mi amada, no dejo de pensar en ti y en nuestro hijo, fruto de esas noches de pasión que compartimos. Pronto estaré contigo, para hacerte mía de nuevo. Tuyo, Ronald»Los ojos de Joaquín se llenaron de furia. Sentía cómo la rabia se acumulaba en su pecho, amenazando con estallar. Sin poder contenerse, lanzó la nota sobre la cama, frente a Diana. Ella la tomó rápidamente, con el corazón, latiéndole desbocado, y leyó las palabras que sellaban su condena.Sus ojos se abrieron en incredulidad.—¡Esto es mentira! —exclamó, con voz temblorosa—. ¡Joaquín, por favor, no lo creas! No sé por qué Ronald haría algo así, pero está jugando con nosotros. Te lo juro, este bebé es tuyo. Si es necesario, haremos una prueba de paternidad para que lo veas por ti mismo.Joaquín se apartó, frustrado y angustiado. Miró al techo, buscando consuelo, pero no encontró más que el eco de sus propios miedos.—¿De qué sirve? —murmuró con amargura—. Nos separaremos de todos modos. Este niño nacerá sin saber l
Joaquín alejó a su esposa, pero las lágrimas ya surcaban el rostro de Diana, desgarrada al verlo besar a otra mujer.—Diana, escúchame —dijo él, intentando calmarla.Desesperada, Diana se lanzó hacia la mujer, intentando golpearla, pero Joaquín la detuvo, asustado. Su esposa estaba embarazada y había estado enferma; no podía permitir que una situación así empeorara las cosas.—¡No, Diana! —exclamó, la mirada entre el miedo y la preocupación.Ella, en su confusión, lanzó un manotazo a Joaquín, pero se detuvo, aterrorizada por su propia ira. No quería hacerle daño, no quería sentir este dolor.—Joaquín… yo…Joaquín la miró con severidad, pero su dolor era palpable. Se volvió hacia Erika, tomando su brazo con firmeza.—Dile a Diana lo que realmente ocurre.Diana dirigió su mirada a la mujer. Erika dudó un instante, insegura.—No sé de qué hablas… —murmuró, titubeando.Joaquín apretó su brazo con más fuerza, y ella se quejó.—¡Dile que te he contratado para fingir ser mi amante! Dile que n
Rodolfo se quejaba del dolor, tocando su herida mientras la sangre fluía sin control. Sabía que pronto perdería el conocimiento, desmayado por la pérdida de sangre.—Margot… ¡Ayuda!Los guardias llamaron a los médicos de inmediato. Dado que su herida era grave, solicitaron una ambulancia y lo trasladaron al hospital.***Cuando Joaquín regresó a la alcoba, encontró a Diana recostada en la cama. Sin poder resistirlo, se metió junto a ella, a pesar de que había dicho que no dormiría a su lado. En ese momento, sentía que la necesitaba como al aire para respirar.Ella estaba profundamente dormida, y él agradeció que no estuviera consciente de su vulnerabilidad por amor. La abrazó, inhalando el dulce perfume a rosas que emanaba de su piel, y pensó en su bebé. Quizás la llegada de un hijo podría unirlos nuevamente y servir como el puente que ambos necesitaban para recuperar su amor.De repente, el teléfono de Joaquín comenzó a sonar insistentemente. Desvió la llamada, pero el timbre continuó
Margot se sentía inquieta. Había pedido ver a Rodolfo, y ahora, al caminar lentamente hacia su habitación, el peso de cada paso la hacía más consciente de sus emociones. Empujó la puerta suavemente y entró, encontrándolo en la cama. Al verlo, su corazón se encogió. Estaba tan frágil, pálido, tan lejos de aquel hombre fuerte que ella recordaba.Se acercó con cuidado y tomó su mano, con una delicadeza que casi le sorprendió. Sus ojos, llenos de tristeza, lo miraron en silencio, y en su mente resonaba una verdad innegable: «No puedo odiarte; sigues siendo dueño de mi corazón. ¿Cómo podría dejar de amarte? No puedo». Una lágrima solitaria recorrió su rostro.De repente, los ojos de Rodolfo se abrieron. Por un instante, no reconoció ni el lugar ni a la mujer frente a él. Pero al pasar la confusión, sus ojos reflejaron sorpresa y ternura al verla.—¿Margot? —murmuró, en un susurro tan débil como el aire mismo—. ¿Es esto un sueño? Dime, ¿eres mi sueño hecho realidad? ¿Acaso morí y estoy en el
Joaquín se apresuró a levantar a Diana del suelo, su mirada intensa, reflejándose en la de ella.—Te creo, Diana, por favor… no sigas con esto. —Su voz, firme y casi rota, temblaba apenas—. Odio a Ronald, y tengo miedo… miedo de que pueda lastimarte.Diana asintió, entendiendo el temor de Joaquín.—Yo también lo temo. —Su voz se quebró al recordarlo—. Pienso que tal vez él fue el responsable de lo que le pasó a mi hermano…Él la interrumpió, susurrando con calma.—Nadie te hará daño, Diana, te lo prometo. Tengo todo bajo control.La abrazó con fuerza, pero se quedó casi inmóvil, como si algo dentro de él se estuviera apagando.—Joaquín… —susurró ella, pero sintió que había un vacío, una distancia. Lo tenía a su lado, pero cada vez parecía estar más lejos. Se inclinó hacia él y le besó los labios, un roce suave, desesperado, como un intento de revivir lo que alguna vez compartieron. Pero él se apartó suavemente, bajando la mirada.—Debes dormir.La voz de Joaquín sonaba distante, como s
Al día siguiente, Diana y Joaquín regresaron al hospital. Margot parecía más tranquila, su optimismo sobre la recuperación de Rodolfo la hacía sonreír, segura de que pronto sería dado de alta.—Cuando Rodolfo salga del hospital, Joaquín... ¿Podría venir a casa? —preguntó, esperanzada.Joaquín titubeó. La confianza en Rodolfo se había desvanecido, pero si esto traía paz a Margot, aceptaría. Miró a Diana, que asintió, y él, a su vez, asintió también.***Diana entró a ver a su hermano, y su corazón se llenó de ternura al verlo tan vulnerable, frágil en esa camilla.—¡Hermano! —exclamó con emoción.Rodolfo le sonrió, intentando no preocuparla.—No te preocupes, hermana. Estaré bien. Me recuperaré y, lo mejor de todo, Margot está aquí, a mi lado.Diana sonrió, conmovida.—¿Sabes? —le dijo mientras tomaba su mano—. Además de que vas a ser padre... también volverás a ser tío.La sorpresa iluminó el rostro de Rodolfo. Apretó suavemente la mano de su hermana.—¡Estoy tan feliz! Dime, ¿cómo va
Por la mañana.Los mellizos visitaron a su tío con entusiasmo.—Tío Rodolfo, ¿cuándo va a venir nuestro primo? ¡Ya queremos jugar con él! —preguntó Opal, mirando a su tío con los ojos brillantes de emoción.Rodolfo sonrió ante la inocencia de los niños y acarició sus cabecitas.—Aunque nazca pronto, no podrán jugar con él de inmediato. Su primito será un bebé muy chiquito.Opal y Ónix se miraron, sus sonrisas se apagaron un poco al escuchar esa noticia.—Tío... ya te contentaste con nuestra tía, ¿verdad? No queremos que se separen… ni que papá y mamá lo hagan tampoco —dijo Opal, con una expresión seria.La tristeza ensombreció el rostro de Rodolfo; le dolía ver que sus acciones hubieran afectado a sus sobrinos tan pequeños.—No, pequeños, les prometo que nadie se va a separar. Seremos siempre una familia unida y feliz.Al escuchar esto, los niños volvieron a sonreír, llenos de esperanza.Mientras tanto, Margot estaba en la cocina, cortando una rebanada de pastel para llevarla a los niñ
Diana y Joaquín llegaron al restaurante, el ambiente era íntimo y acogedor, con luces tenues que creaban una atmósfera mágica.Ella había alquilado la terraza, asegurándose de que estuvieran solos, lejos de las miradas curiosas. Joaquín parecía tan feliz con esta sorpresa que hizo que el corazón de Diana se acelerara.Tomaron asiento en una mesa decorada con rosas, y pronto pidieron dos copas de champán.—Gracias por aceptar venir conmigo, Joaquín —dijo Diana, con una sonrisa que escondía un torrente de emociones.Él sonrió al escucharla, esa sonrisa que siempre había tenido el poder de iluminar su mundo.—No tienes que agradecérmelo, yo quería estar aquí —respondió, sus ojos brillando con sinceridad—. Hagamos un brindis, por nuestros hijos, por los recuerdos buenos.—Y por la esperanza de nuestro amor —pidió ella, sintiendo un nudo en la garganta mientras levantaban las copas.Sus ojos se encontraron, y en ese instante, todo parecía posible. Joaquín la miraba de ese modo, ese modo que