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Rodolfo se quejaba del dolor, tocando su herida mientras la sangre fluía sin control. Sabía que pronto perdería el conocimiento, desmayado por la pérdida de sangre.—Margot… ¡Ayuda!Los guardias llamaron a los médicos de inmediato. Dado que su herida era grave, solicitaron una ambulancia y lo trasladaron al hospital.***Cuando Joaquín regresó a la alcoba, encontró a Diana recostada en la cama. Sin poder resistirlo, se metió junto a ella, a pesar de que había dicho que no dormiría a su lado. En ese momento, sentía que la necesitaba como al aire para respirar.Ella estaba profundamente dormida, y él agradeció que no estuviera consciente de su vulnerabilidad por amor. La abrazó, inhalando el dulce perfume a rosas que emanaba de su piel, y pensó en su bebé. Quizás la llegada de un hijo podría unirlos nuevamente y servir como el puente que ambos necesitaban para recuperar su amor.De repente, el teléfono de Joaquín comenzó a sonar insistentemente. Desvió la llamada, pero el timbre continuó
Margot se sentía inquieta. Había pedido ver a Rodolfo, y ahora, al caminar lentamente hacia su habitación, el peso de cada paso la hacía más consciente de sus emociones. Empujó la puerta suavemente y entró, encontrándolo en la cama. Al verlo, su corazón se encogió. Estaba tan frágil, pálido, tan lejos de aquel hombre fuerte que ella recordaba.Se acercó con cuidado y tomó su mano, con una delicadeza que casi le sorprendió. Sus ojos, llenos de tristeza, lo miraron en silencio, y en su mente resonaba una verdad innegable: «No puedo odiarte; sigues siendo dueño de mi corazón. ¿Cómo podría dejar de amarte? No puedo». Una lágrima solitaria recorrió su rostro.De repente, los ojos de Rodolfo se abrieron. Por un instante, no reconoció ni el lugar ni a la mujer frente a él. Pero al pasar la confusión, sus ojos reflejaron sorpresa y ternura al verla.—¿Margot? —murmuró, en un susurro tan débil como el aire mismo—. ¿Es esto un sueño? Dime, ¿eres mi sueño hecho realidad? ¿Acaso morí y estoy en el
Joaquín se apresuró a levantar a Diana del suelo, su mirada intensa, reflejándose en la de ella.—Te creo, Diana, por favor… no sigas con esto. —Su voz, firme y casi rota, temblaba apenas—. Odio a Ronald, y tengo miedo… miedo de que pueda lastimarte.Diana asintió, entendiendo el temor de Joaquín.—Yo también lo temo. —Su voz se quebró al recordarlo—. Pienso que tal vez él fue el responsable de lo que le pasó a mi hermano…Él la interrumpió, susurrando con calma.—Nadie te hará daño, Diana, te lo prometo. Tengo todo bajo control.La abrazó con fuerza, pero se quedó casi inmóvil, como si algo dentro de él se estuviera apagando.—Joaquín… —susurró ella, pero sintió que había un vacío, una distancia. Lo tenía a su lado, pero cada vez parecía estar más lejos. Se inclinó hacia él y le besó los labios, un roce suave, desesperado, como un intento de revivir lo que alguna vez compartieron. Pero él se apartó suavemente, bajando la mirada.—Debes dormir.La voz de Joaquín sonaba distante, como s
Al día siguiente, Diana y Joaquín regresaron al hospital. Margot parecía más tranquila, su optimismo sobre la recuperación de Rodolfo la hacía sonreír, segura de que pronto sería dado de alta.—Cuando Rodolfo salga del hospital, Joaquín... ¿Podría venir a casa? —preguntó, esperanzada.Joaquín titubeó. La confianza en Rodolfo se había desvanecido, pero si esto traía paz a Margot, aceptaría. Miró a Diana, que asintió, y él, a su vez, asintió también.***Diana entró a ver a su hermano, y su corazón se llenó de ternura al verlo tan vulnerable, frágil en esa camilla.—¡Hermano! —exclamó con emoción.Rodolfo le sonrió, intentando no preocuparla.—No te preocupes, hermana. Estaré bien. Me recuperaré y, lo mejor de todo, Margot está aquí, a mi lado.Diana sonrió, conmovida.—¿Sabes? —le dijo mientras tomaba su mano—. Además de que vas a ser padre... también volverás a ser tío.La sorpresa iluminó el rostro de Rodolfo. Apretó suavemente la mano de su hermana.—¡Estoy tan feliz! Dime, ¿cómo va
Por la mañana.Los mellizos visitaron a su tío con entusiasmo.—Tío Rodolfo, ¿cuándo va a venir nuestro primo? ¡Ya queremos jugar con él! —preguntó Opal, mirando a su tío con los ojos brillantes de emoción.Rodolfo sonrió ante la inocencia de los niños y acarició sus cabecitas.—Aunque nazca pronto, no podrán jugar con él de inmediato. Su primito será un bebé muy chiquito.Opal y Ónix se miraron, sus sonrisas se apagaron un poco al escuchar esa noticia.—Tío... ya te contentaste con nuestra tía, ¿verdad? No queremos que se separen… ni que papá y mamá lo hagan tampoco —dijo Opal, con una expresión seria.La tristeza ensombreció el rostro de Rodolfo; le dolía ver que sus acciones hubieran afectado a sus sobrinos tan pequeños.—No, pequeños, les prometo que nadie se va a separar. Seremos siempre una familia unida y feliz.Al escuchar esto, los niños volvieron a sonreír, llenos de esperanza.Mientras tanto, Margot estaba en la cocina, cortando una rebanada de pastel para llevarla a los niñ
Diana y Joaquín llegaron al restaurante, el ambiente era íntimo y acogedor, con luces tenues que creaban una atmósfera mágica.Ella había alquilado la terraza, asegurándose de que estuvieran solos, lejos de las miradas curiosas. Joaquín parecía tan feliz con esta sorpresa que hizo que el corazón de Diana se acelerara.Tomaron asiento en una mesa decorada con rosas, y pronto pidieron dos copas de champán.—Gracias por aceptar venir conmigo, Joaquín —dijo Diana, con una sonrisa que escondía un torrente de emociones.Él sonrió al escucharla, esa sonrisa que siempre había tenido el poder de iluminar su mundo.—No tienes que agradecérmelo, yo quería estar aquí —respondió, sus ojos brillando con sinceridad—. Hagamos un brindis, por nuestros hijos, por los recuerdos buenos.—Y por la esperanza de nuestro amor —pidió ella, sintiendo un nudo en la garganta mientras levantaban las copas.Sus ojos se encontraron, y en ese instante, todo parecía posible. Joaquín la miraba de ese modo, ese modo que
Rodolfo abrió los ojos y, al instante, se encontró con Margot, quien preparaba sus medicinas. Una sonrisa se dibujó en su rostro.—¿Por qué haces esto? —preguntóMargot lo miró con una mezcla de sorpresa y duda.—¿Qué quieres decir?—Cuidarme.—Rodolfo… —comenzó ella, pero él la interrumpió al tomar su mano con ternura.—Te amo. No entiendo por qué te fuiste ese día. Enloquecí cuando te perdí.Margot tomó asiento frente a él, sintiendo cómo sus palabras le atravesaban el corazón, aunque sabía que eran necesarias.—Yo… pensé lo peor de ti. Creí que había otra mujer en tu corazón.La incredulidad se dibujó en el rostro de Rodolfo.—¿Otra mujer? ¡Nunca! Solo tú, Margot. Eres mi única mujer; todo lo demás es parte del pasado.Ella desvió la mirada, sintiendo el peso de su verdad.—Iba a dejar mi venganza, y sí, era por ti. Porque te amo. Me enamoré de ti, y lo que siento nunca lo sentí por nadie más. Sé que me equivoqué, pero voy a ofrecerte lo mejor de mí. Solo quiero hacerte feliz, a ti
Pilar miró a Francisco con una sonrisa maliciosa.—¿Será un varón? No importa. Esta es mi mejor venganza. Escucha bien: dile a Ronald que, si actúa ahora, se estará firmando su propia sentencia. Debe esperar unos meses más —dijo Pilar.Francisco asintió, sintiendo el peso de esas palabras, y se escabulló sin que nadie lo notara.Mientras tanto, Ronald recibió el mensaje de Pilar, dudando sobre si cumplir con la orden. Pero el miedo a Joaquín, quien había puesto precio a su cabeza, era cada vez mayor. Ronald apretó los puños.—Esperaré por ti, Diana. Pero no será para siempre.***Diana y Margot planearon el baby shower con entusiasmo, rodeadas de sus seres queridos. Entre los invitados, Margot notó a Vilma, quien se mantenía algo distante, aunque intentaba sonreír.A unos metros, Rodolfo y Joaquín conversaban con seriedad.—Sé que nunca podré reparar el daño que te hice, Joaquín. Te fallé, y lo lamento profundamente —dijo Rodolfo con voz quebrada.Joaquín bajó la mirada, una sombra de