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Joaquín se apresuró a levantar a Diana del suelo, su mirada intensa, reflejándose en la de ella.—Te creo, Diana, por favor… no sigas con esto. —Su voz, firme y casi rota, temblaba apenas—. Odio a Ronald, y tengo miedo… miedo de que pueda lastimarte.Diana asintió, entendiendo el temor de Joaquín.—Yo también lo temo. —Su voz se quebró al recordarlo—. Pienso que tal vez él fue el responsable de lo que le pasó a mi hermano…Él la interrumpió, susurrando con calma.—Nadie te hará daño, Diana, te lo prometo. Tengo todo bajo control.La abrazó con fuerza, pero se quedó casi inmóvil, como si algo dentro de él se estuviera apagando.—Joaquín… —susurró ella, pero sintió que había un vacío, una distancia. Lo tenía a su lado, pero cada vez parecía estar más lejos. Se inclinó hacia él y le besó los labios, un roce suave, desesperado, como un intento de revivir lo que alguna vez compartieron. Pero él se apartó suavemente, bajando la mirada.—Debes dormir.La voz de Joaquín sonaba distante, como s
Al día siguiente, Diana y Joaquín regresaron al hospital. Margot parecía más tranquila, su optimismo sobre la recuperación de Rodolfo la hacía sonreír, segura de que pronto sería dado de alta.—Cuando Rodolfo salga del hospital, Joaquín... ¿Podría venir a casa? —preguntó, esperanzada.Joaquín titubeó. La confianza en Rodolfo se había desvanecido, pero si esto traía paz a Margot, aceptaría. Miró a Diana, que asintió, y él, a su vez, asintió también.***Diana entró a ver a su hermano, y su corazón se llenó de ternura al verlo tan vulnerable, frágil en esa camilla.—¡Hermano! —exclamó con emoción.Rodolfo le sonrió, intentando no preocuparla.—No te preocupes, hermana. Estaré bien. Me recuperaré y, lo mejor de todo, Margot está aquí, a mi lado.Diana sonrió, conmovida.—¿Sabes? —le dijo mientras tomaba su mano—. Además de que vas a ser padre... también volverás a ser tío.La sorpresa iluminó el rostro de Rodolfo. Apretó suavemente la mano de su hermana.—¡Estoy tan feliz! Dime, ¿cómo va
Por la mañana.Los mellizos visitaron a su tío con entusiasmo.—Tío Rodolfo, ¿cuándo va a venir nuestro primo? ¡Ya queremos jugar con él! —preguntó Opal, mirando a su tío con los ojos brillantes de emoción.Rodolfo sonrió ante la inocencia de los niños y acarició sus cabecitas.—Aunque nazca pronto, no podrán jugar con él de inmediato. Su primito será un bebé muy chiquito.Opal y Ónix se miraron, sus sonrisas se apagaron un poco al escuchar esa noticia.—Tío... ya te contentaste con nuestra tía, ¿verdad? No queremos que se separen… ni que papá y mamá lo hagan tampoco —dijo Opal, con una expresión seria.La tristeza ensombreció el rostro de Rodolfo; le dolía ver que sus acciones hubieran afectado a sus sobrinos tan pequeños.—No, pequeños, les prometo que nadie se va a separar. Seremos siempre una familia unida y feliz.Al escuchar esto, los niños volvieron a sonreír, llenos de esperanza.Mientras tanto, Margot estaba en la cocina, cortando una rebanada de pastel para llevarla a los niñ
Diana y Joaquín llegaron al restaurante, el ambiente era íntimo y acogedor, con luces tenues que creaban una atmósfera mágica.Ella había alquilado la terraza, asegurándose de que estuvieran solos, lejos de las miradas curiosas. Joaquín parecía tan feliz con esta sorpresa que hizo que el corazón de Diana se acelerara.Tomaron asiento en una mesa decorada con rosas, y pronto pidieron dos copas de champán.—Gracias por aceptar venir conmigo, Joaquín —dijo Diana, con una sonrisa que escondía un torrente de emociones.Él sonrió al escucharla, esa sonrisa que siempre había tenido el poder de iluminar su mundo.—No tienes que agradecérmelo, yo quería estar aquí —respondió, sus ojos brillando con sinceridad—. Hagamos un brindis, por nuestros hijos, por los recuerdos buenos.—Y por la esperanza de nuestro amor —pidió ella, sintiendo un nudo en la garganta mientras levantaban las copas.Sus ojos se encontraron, y en ese instante, todo parecía posible. Joaquín la miraba de ese modo, ese modo que
Rodolfo abrió los ojos y, al instante, se encontró con Margot, quien preparaba sus medicinas. Una sonrisa se dibujó en su rostro.—¿Por qué haces esto? —preguntóMargot lo miró con una mezcla de sorpresa y duda.—¿Qué quieres decir?—Cuidarme.—Rodolfo… —comenzó ella, pero él la interrumpió al tomar su mano con ternura.—Te amo. No entiendo por qué te fuiste ese día. Enloquecí cuando te perdí.Margot tomó asiento frente a él, sintiendo cómo sus palabras le atravesaban el corazón, aunque sabía que eran necesarias.—Yo… pensé lo peor de ti. Creí que había otra mujer en tu corazón.La incredulidad se dibujó en el rostro de Rodolfo.—¿Otra mujer? ¡Nunca! Solo tú, Margot. Eres mi única mujer; todo lo demás es parte del pasado.Ella desvió la mirada, sintiendo el peso de su verdad.—Iba a dejar mi venganza, y sí, era por ti. Porque te amo. Me enamoré de ti, y lo que siento nunca lo sentí por nadie más. Sé que me equivoqué, pero voy a ofrecerte lo mejor de mí. Solo quiero hacerte feliz, a ti
Pilar miró a Francisco con una sonrisa maliciosa.—¿Será un varón? No importa. Esta es mi mejor venganza. Escucha bien: dile a Ronald que, si actúa ahora, se estará firmando su propia sentencia. Debe esperar unos meses más —dijo Pilar.Francisco asintió, sintiendo el peso de esas palabras, y se escabulló sin que nadie lo notara.Mientras tanto, Ronald recibió el mensaje de Pilar, dudando sobre si cumplir con la orden. Pero el miedo a Joaquín, quien había puesto precio a su cabeza, era cada vez mayor. Ronald apretó los puños.—Esperaré por ti, Diana. Pero no será para siempre.***Diana y Margot planearon el baby shower con entusiasmo, rodeadas de sus seres queridos. Entre los invitados, Margot notó a Vilma, quien se mantenía algo distante, aunque intentaba sonreír.A unos metros, Rodolfo y Joaquín conversaban con seriedad.—Sé que nunca podré reparar el daño que te hice, Joaquín. Te fallé, y lo lamento profundamente —dijo Rodolfo con voz quebrada.Joaquín bajó la mirada, una sombra de
Diana y Margot se cruzaron en el pasillo, ambas pálidas y tensas. A lo lejos, resonaron gritos que parecían venir desde la entrada.—Quédate aquí —le susurró Diana, mirando con seriedad los ojos asustados de Margot—. Voy a asomarme para ver qué está pasando.Margot sintió un escalofrío que le recorrió la espalda, inmovilizando sus pies en el suelo. Intentó hablar, pero el miedo la dejó muda. Su instinto le decía que se quedara junto a Diana, que no la dejara sola, pero el pánico la tenía atrapada, incapaz de moverse.Diana avanzó por el pasillo, respirando hondo, mientras buscaba a uno de los guardias. Algo no cuadraba en el ambiente, como si hubiera alguien acechante en cada esquina. El corazón le latía con fuerza cuando, de pronto, una figura emergió de las sombras y se plantó frente a ella.Un segundo. Eso fue todo lo que necesitó para darse cuenta de a quién tenía delante. Su mente se negó a aceptarlo al principio, pensando que debía de ser una alucinación. Quizás una pesadilla, un
Rodolfo se estremeció al ver a su hermana tan vulnerable y visiblemente afectada. Sus manos temblaban mientras intentaba sostener las de Diana, quien soportaba las contracciones con valentía.—Llévala al hospital, por favor, Rodolfo —pidió Diana entre jadeos.Sin embargo, el dilema lo atravesaba: debía ocuparse también de la escena del crimen y atender a los policías que llegaban a investigar la muerte de Ronald. Con un nudo en la garganta, Rodolfo llamó a una ambulancia, que llegó rápidamente, aunque para él el tiempo parecía detenido en esa angustia.Diana lo miró, comprendiendo su pesar y tomando una bocanada de aire para calmarse.—Quédate con Margot, Rodolfo. Yo puedo soportarlo —su voz estaba quebrada, pero el valor que transmitía la hacía parecer invencible—. Llama a Joaquín y dile que venga ya mismo.Rodolfo asintió con dificultad, le dio un beso en la frente y susurró:—Apenas se calme esto, iré contigo al hospital.Los paramédicos subieron a Diana en una camilla. Al pasar jun