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Pilar permanecía en ese sótano, a veces la dejaban moverse libremente por el lugar, aunque siempre gritaba, luchaba por encontrar una salida, que seguía siendo imposible. Esperaba el momento en que, como todos los días, le trajeran el desayuno. No falló en su suposición, pues pronto Vilma entró con una bandeja de comida.—Aquí tiene su desayuno, señora —dijo Vilma con voz temblorosa.—Dime, ¿mi hijo está en casa? —preguntó Pilar con una sonrisa astuta.Vilma asintió tímidamente.—Dile que quiero verlo.La sirvienta bajó la cabeza, evitando el contacto visual con Pilar, quien la miraba con una extraña sonrisa en los labios.—¿Cómo está tu bebé? —preguntó de pronto Pilar, con una dulzura que descolocó a la joven.Vilma, creyendo que Pilar se preocupaba de verdad, sonrió y puso una mano sobre su vientre.—Está bien, señora. Pronto tendré mi primera ecografía. Espero que sea una niña.La sonrisa de Pilar se ensanchó, pero su tono se tornó sombrío.—Será un niño —dijo con crueldad—, aunque
Diana bajó la mirada, intentando contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Asintió débilmente.—¡Diana! ¿Por qué no le has contado la verdad a Joaquín? —exclamó Margot con desesperación en la voz.Diana no pudo más. Su cuerpo tembló al sollozar, abrumada por el dolor.—¡No puedo! —dijo entre sollozos—. Él piensa lo peor de mí… me odia. Cree que fui amante de Ronald, ¡pero juro que este hijo que espero es de Joaquín!Margot, conmovida por el sufrimiento de su cuñada, se acercó para abrazarla. Podía sentir la fragilidad en ella, lo rota que estaba por dentro.—Lo siento tanto, Diana… —murmuró Margot, acariciando su espalda—. Pero si se lo dices, tal vez… tal vez esto le ablande el corazón.Diana se quedó en silencio, dudando. Ya no estaba segura de nada. Todo en su vida se había desmoronado tan rápido que apenas podía encontrar su equilibrio.—Tal vez… —susurró finalmente—. Pero ahora no puedo. Necesito que su enojo se apague un poco, que vuelva a creer en mí.Margot asintió,
—¡No estaré en tu absurda fiesta, Joaquín! ¡No puedes seguir actuando como un loco irracional! No lo permitiré. Diana no merece esto —exclamó Margot con furia contenida cuando Joaquín le contó sobre la fiesta de compromiso con Erika—. Se equivocó, sí, pero ¿y tú? ¿Quién te crees para juzgar a los demás? ¡No eres un ejemplo de nada! También has fallado, ¿ya olvidaste cuando, cegado por la venganza, quisiste lastimar a Diana?Joaquín dio un paso atrás, sintiendo el golpe de las palabras de Margot. Que le recordaran sus propios errores era un recordatorio doloroso.—¡No lo he olvidado! Gracias por refrescarme la memoria —respondió con dureza—. Pero hay una gran diferencia, Margot. Yo me detuve. Lo hice por amor a Diana. Pero ella... aun sabiendo cuánto la amaba, eligió destrozarme. ¡Incluso se divorció de mí! ¿Por qué debería seguir respetándola? ¡Iba a llevarse a mis hijos!Margot bajó la cabeza, agotada. No lograba hacerlo entrar en razón.—Joaquín, estás cruzando una línea peligrosa. S
Joaquín miró a su esposa tendida en el suelo y se acercó a ella con rapidez. La levantó en sus brazos y sus miradas se encontraron.—¿Estás embarazada? Dime, ¿esperas un hijo mío?Diana parecía asustada, el color desapareció de su rostro, y antes de que pudiera responder, un mareo intenso la invadió y se desmayó entre los brazos de Joaquín. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el coche y la llevó al hospital, dejando a los invitados en estado de conmoción.Margot se acercó a Erika con una mirada fulminante.—Ya puedes irte. No eres bienvenida aquí —sentenció con firmeza.Margot fue tras su hermano, mientras Erika se quedó, consumida por la rabia al ser descartada como si no fuera más que basura.***En el hospital, Joaquín estaba desesperado. Exigía que atendieran a Diana de inmediato.—¡Está embarazada de mi hijo, por favor, sálvenlos! —pidió con angustia.Los médicos la recibieron de inmediato, llevándola a emergencias para estabilizarla. Joaquín caminaba de un lado a otro, sin poder
«Diana, mi amada, no dejo de pensar en ti y en nuestro hijo, fruto de esas noches de pasión que compartimos. Pronto estaré contigo, para hacerte mía de nuevo. Tuyo, Ronald»Los ojos de Joaquín se llenaron de furia. Sentía cómo la rabia se acumulaba en su pecho, amenazando con estallar. Sin poder contenerse, lanzó la nota sobre la cama, frente a Diana. Ella la tomó rápidamente, con el corazón, latiéndole desbocado, y leyó las palabras que sellaban su condena.Sus ojos se abrieron en incredulidad.—¡Esto es mentira! —exclamó, con voz temblorosa—. ¡Joaquín, por favor, no lo creas! No sé por qué Ronald haría algo así, pero está jugando con nosotros. Te lo juro, este bebé es tuyo. Si es necesario, haremos una prueba de paternidad para que lo veas por ti mismo.Joaquín se apartó, frustrado y angustiado. Miró al techo, buscando consuelo, pero no encontró más que el eco de sus propios miedos.—¿De qué sirve? —murmuró con amargura—. Nos separaremos de todos modos. Este niño nacerá sin saber l
Joaquín alejó a su esposa, pero las lágrimas ya surcaban el rostro de Diana, desgarrada al verlo besar a otra mujer.—Diana, escúchame —dijo él, intentando calmarla.Desesperada, Diana se lanzó hacia la mujer, intentando golpearla, pero Joaquín la detuvo, asustado. Su esposa estaba embarazada y había estado enferma; no podía permitir que una situación así empeorara las cosas.—¡No, Diana! —exclamó, la mirada entre el miedo y la preocupación.Ella, en su confusión, lanzó un manotazo a Joaquín, pero se detuvo, aterrorizada por su propia ira. No quería hacerle daño, no quería sentir este dolor.—Joaquín… yo…Joaquín la miró con severidad, pero su dolor era palpable. Se volvió hacia Erika, tomando su brazo con firmeza.—Dile a Diana lo que realmente ocurre.Diana dirigió su mirada a la mujer. Erika dudó un instante, insegura.—No sé de qué hablas… —murmuró, titubeando.Joaquín apretó su brazo con más fuerza, y ella se quejó.—¡Dile que te he contratado para fingir ser mi amante! Dile que n
Rodolfo se quejaba del dolor, tocando su herida mientras la sangre fluía sin control. Sabía que pronto perdería el conocimiento, desmayado por la pérdida de sangre.—Margot… ¡Ayuda!Los guardias llamaron a los médicos de inmediato. Dado que su herida era grave, solicitaron una ambulancia y lo trasladaron al hospital.***Cuando Joaquín regresó a la alcoba, encontró a Diana recostada en la cama. Sin poder resistirlo, se metió junto a ella, a pesar de que había dicho que no dormiría a su lado. En ese momento, sentía que la necesitaba como al aire para respirar.Ella estaba profundamente dormida, y él agradeció que no estuviera consciente de su vulnerabilidad por amor. La abrazó, inhalando el dulce perfume a rosas que emanaba de su piel, y pensó en su bebé. Quizás la llegada de un hijo podría unirlos nuevamente y servir como el puente que ambos necesitaban para recuperar su amor.De repente, el teléfono de Joaquín comenzó a sonar insistentemente. Desvió la llamada, pero el timbre continuó
Margot se sentía inquieta. Había pedido ver a Rodolfo, y ahora, al caminar lentamente hacia su habitación, el peso de cada paso la hacía más consciente de sus emociones. Empujó la puerta suavemente y entró, encontrándolo en la cama. Al verlo, su corazón se encogió. Estaba tan frágil, pálido, tan lejos de aquel hombre fuerte que ella recordaba.Se acercó con cuidado y tomó su mano, con una delicadeza que casi le sorprendió. Sus ojos, llenos de tristeza, lo miraron en silencio, y en su mente resonaba una verdad innegable: «No puedo odiarte; sigues siendo dueño de mi corazón. ¿Cómo podría dejar de amarte? No puedo». Una lágrima solitaria recorrió su rostro.De repente, los ojos de Rodolfo se abrieron. Por un instante, no reconoció ni el lugar ni a la mujer frente a él. Pero al pasar la confusión, sus ojos reflejaron sorpresa y ternura al verla.—¿Margot? —murmuró, en un susurro tan débil como el aire mismo—. ¿Es esto un sueño? Dime, ¿eres mi sueño hecho realidad? ¿Acaso morí y estoy en el