Capítulo 2
Antes me importaba Ricardo Guzmán. Bastaba con que él lo pidiera y yo era capaz de darle todo, de hacer cualquier cosa por él.

Pero él mismo se encargó de darme un golpe de realidad.

Pensándolo bien, desde que Sofía Mendoza regresó, todo lo que había hecho ha sido por ella.

Parece que olvidó que era yo la mujer con la que se suponía iba a pasar el resto de su vida.

Mi respuesta enfureció a Ricardo.

—¿Qué quieres decir con eso? ¿No quieres hacerlo? Más te vale que te quede claro, Sofía es mi mejor amiga. Tienes que hacerla feliz, ¡o si no, olvídate de nuestro matrimonio!

Dicho esto, azotó la puerta y se fue.

Como estaba molesta, mejor bajé a correr al parque.

Apenas había dado una vuelta cuando recibí una llamada de Carlos Sandoval.

Pensé en Carlos, con esa cara seria que siempre llevaba. Dudé por un instante, pero contesté.

—Una vez que aceptes el trato, ya serás mía. Y ni se te ocurra huir, o yo mismo me encargo de traerte de vuelta.

La primera frase de Carlos Sandoval fue un golpe directo.

No dije nada.

Él añadió:

—Mándame tu identificación de una vez. Hay que sacar el acta.

—Es para que no te eches para atrás.

«Qué raro estás actuando, Carlos.»

Ya me había imaginado mil maneras en las que él usaría este matrimonio arreglado para hacerme la vida imposible.

Al final, apenas pude responder:

—Nos vemos en la boda, Carlos.

Apenas terminé de hablar, Ricardo apareció de la nada detrás de mí.

—¿Piensas invitar a Carlos a nuestra boda? ¡Ni se te ocurra!

Me miró con hostilidad.

—¡Daniela! ¿No te dije que no te quiero cerca de Carlos? ¡Ese tipo no tiene buenas intenciones contigo! Si insistes en invitarlo a nuestra boda, ¡después no te quejes de lo que pueda pasar!

Ni siquiera había abierto la boca y ya me estaba soltando la amenaza.

A Ricardo nunca le cayó bien Carlos Sandoval; le tenía una hostilidad inexplicable. Cuando recién empezamos a salir, hasta le daban ataques de celos porque Carlos y yo platicábamos a veces por WhatsApp. Al final, poco a poco dejé de hablarle.

«¿Pero cómo que... qué es lo que podría pasar?»

Justo cuando iba a preguntar más, Sofía Mendoza se recargó de pronto en el hombro de Ricardo Guzmán.

—Ay, Ricardo, me estás lastimando...

Fue entonces cuando me di cuenta de que iban paseando de la mano, con los dedos entrelazados. Ricardo Guzmán tosió un par de veces, incómodo, pero sin ninguna intención de soltarla.

Sofía miró a Ricardo con ternura fingida y, con aire de falsa resignación, se disculpó:

—Daniela, perdón, Ricardo y yo solo estábamos repasando los detalles de la boda. Espero que no te importe.

—Mira, no voy a decir nada de que mandaste a golpearme ni de lo que le hiciste a la tumba de mi mamá. Pero, por favor, no le hagas daño a Ricardo. El amor verdadero es muy delicado, no lo pongas a prueba.

No tenía ganas de ver su teatrito, así que me di la vuelta para irme.

—Ya que tanto insistes, ¡a lo mejor esta misma noche sí mando a que te den una paliza y profanen la tumba de tu mamá!

—¡Plas!—

Ricardo Guzmán me dio una bofetada con rabia.

—¡Daniela! ¿¡Cómo puedes ser tan cruel!?

Estaba enfurecido y respiraba agitado, con el pecho subiéndole y bajándole.

«¿Yo, cruel?»

«Le bastaba cualquier chisme para creérselo, pero cinco años de relación no habían servido para ganarme ni una pizca de su confianza.»

Sentí que la rabia me hervía por dentro. Quise reclamarle a Ricardo, pero Sofía se interpuso:

—Daniela, por favor. En cuanto termine la boda, te lo devuelvo.

—Ten piedad, no le hagas daño a la gente que quiero, y tampoco a Ricardo.

Dicho esto, le hizo como si fuera a arrodillarse frente a mí.

Ricardo Guzmán la sujetó deprisa por la cintura para impedírselo y me lanzó una mirada furiosa.

—¡Daniela Quiroga, deja tus jueguitos estúpidos de niña rica prepotente!

—Sabes que es lo que más detesto. ¡Si todavía piensas casarte conmigo, deja de hacer escándalos!

Antes de irse, me advirtió que no me quería ver cerca de ellos hasta después de la boda.

...

Para mi sorpresa, al día siguiente fue Ricardo Guzmán quien me contactó.

Apenas contesté, me atacó con reclamos:

—¡Daniela! ¿¡De verdad fuiste a profanar la tumba de la mamá de Sofía!? ¡No puedo creer que seas capaz de algo así!

Totalmente confundida, llamé a mi asistente para que investigara. Lo que descubrió fue algo impactante.

La madre de Sofía Mendoza... no estaba muerta.

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