El plan B de la novia
El plan B de la novia
Por: Gala Montero
Capítulo 1
Mi hermano no podía creer lo que sucedía.

—¿Dani, vas a cancelar la boda?

—No, es que él se va a casar con otra.

Una sonrisa amarga se dibujó en mis labios.

Para poder estar con Ricardo Guzmán, tuve que luchar contra viento y marea con mi familia hasta conseguir por fin el visto bueno de mis papás. Incluso había programado el lanzamiento de la colección de joyas «Amor Eterno» para el día de la boda.

Pero ahora, todo se había arruinado.

Mi hermano se quedó pasmado un buen rato antes de hablar.

—Pues... entonces solo queda Carlos Sandoval. Su familia lo está presionando mucho para que se case, anda buscando con quién.

Fruncí el ceño. Carlos Sandoval era mi peor enemigo. El día de mi compromiso, hasta me había echado la maldición de que mi sueño de casarme se haría pedazos. Quién iba a decir que sus palabras se harían realidad.

El tiempo apremiaba.

—Pues ni modo, que sea él —dije—. Pregúntale qué opina, por favor. Si dice que no, ya veré qué hago.

Mi hermano se alegró enseguida:

—No hace falta ni preguntarle. Va a decir que sí, seguro.

—¿Cómo?

Antes de que pudiera preguntar algo más, un grupo de gente me rodeó.

—Tú eres la prometida de Ricardo, ¿verdad? ¡Qué guapa!

—¿Vienes a esperar a que salga Ricardo? Ya casi baja. Qué bonita pareja hacen, de veras.

Me aferré al volante, bajando la mirada para ocultar la ironía que sentía.

Ricardo me había presentado a sus colegas y amigos hacía tiempo. Para todos, éramos la pareja perfecta, digna de envidia.

Pero nadie imaginaba siquiera que estaba a punto de casarse con otra.

Me despedí de todos. Ricardo subió al carro y me tendió un collar.

— Sofía me pidió que te diera esto. La hiciste pasar un mal rato ayer en el funeral, deberías disculparte con ella cuando puedas.

Era obvio que el collar era un regalo de esos que vienen de regalo con otra compra. Lo había visto en el carrito de compras de Ricardo hacía un par de días.

—No lo quiero —dije sin emoción alguna.

Ricardo hizo mala cara.

—¿Ahora qué te pasa? Fuiste tú la que llegó al funeral a armar semejante alboroto diciendo que yo no era su prometido y la dejaste en ridículo. Ella ni siquiera te hizo nada, hasta pensó en traerte algo, ¿y así le pagas? ¿Eres tan malagradecida?

El hombre que antes me protegía ya no existía. Ahora, a quien valoraba era a otra.

Ricardo abrió la ventana fastidiado para que le diera el aire. Después de un buen rato, al ver que yo no cedía ni intentaba contentarlo, por fin dijo:

—Ya déjalo así. Hoy tengo que acompañarte a probarte vestidos de novia, no voy a discutir contigo.

Era la primera vez que cedía en todo el año.

Llegamos a la tienda de novias. Una empleada se acercó a recibirnos.

—Señor Guzmán, señorita Quiroga, los veinte conjuntos de vestido y traje que mandaron a hacer a medida ya están listos.

Pero la mirada de Ricardo no estaba en la ropa. Tenía la cabeza gacha, mirando el celular, con una expresión de apuro.

Al notar mi mirada, guardó rápido el celular. Había un asomo de disculpa en su cara.

—Daniela, surgió algo con Sofía, tengo que ir para allá ahora mismo. Pruébate tú los vestidos, ¿sí? Y escoge un traje para mí, confío en tu buen gusto.

Dicho esto, llamó un taxi deprisa y se fue, dejándome sola.

La empleada se acercó de nuevo, preguntando con cautela:

—Señorita Quiroga, ¿usted misma va a escoger el traje?

Aparté la vista y asentí.

«Claro que había que escoger un traje», pensé. «Solo que no para Ricardo».

«Después de todo, el novio era otro».

Subí a mi carro y volví a casa. Pensé que Ricardo no regresaría en toda la noche, pero lo vi antes de la cena.

Se acercó a grandes pasos, con un recipiente de comida en la mano.

—Crucé media ciudad para comprarte esto. Es para la cena, del Hotel Del Mar.

Miré los bocadillos en el recipiente.

Faltaban tres piezas comparado con lo normal. Una tenía una marca de dientes, era obvio que alguien la había mordido.

Hacía media hora, había visto una publicación de Sofía Mendoza en Instagram.

La foto era de la misma comida que yo tenía ahora en las manos.

[A mi amorcito no se olvida de comprarme algo rico para cenar aunque sea tarde. ¡Gracias, mi vida! 😘]

Dejé los cubiertos con un gesto de amarga ironía. Se me quitó el hambre de golpe.

—No se me antoja. Tíralo.

Ricardo me lanzó una mirada de disgusto, pero se contuvo. Se sentó a mi lado y empezó a quejarse:

—No tienes idea de lo mal que la pasó Sofía hoy. Mis papás fueron a su casa a reclamarles que no tienen dinero, que ni para dar algo decente para la boda... Se puso a llorar de la angustia.

—Sofía acaba de volver del extranjero, anda corta de dinero... Planteo prestarle primero tu ahorro para la boda.

Su tono, que no admitía discusión, me revolvió el estómago.

Lo miré con burla.

—¿O sea que tengo que ponerle el dinero a tu futura esposa?

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP