Capítulo 39

Ella lo miró debatiéndose con todas sus dudas e inseguridades. Sabía que se estaba entregando como cualquier perra con la que él se revolcaba pero lo amaba tanto que no podía esperar más. Así fuera la única oportunidad que tuviera de estar con él se arriesgaría a sentir aunque sea una vez en la vida lo que toda mujer experimenta y que para ella parecía negado. Empezaron a salir lágrimas silenciosas limpiando los dolores tanto tiempo retenidos en su interior. El tiempo quedó suspendido en medio de sus sudores y palpitaciones. Ella se envalentonó y regresó a la posición anterior de su mano sobre el miembro de él, tocándolo encima de sus pantalones aún humedecidos por sus propios fluidos.

"Maldición, Maia. ¡Joder! ¿Qué me estás haciendo?" gruñó él sintiendo un fuego furioso que lo comía. S
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