Tentaciones

En la empresa en donde Piero tenía las oficinas centrales, él seguía trabajando, ya había almorzado con su primo y había mirado la hora una docena de veces.

-Vamos a revisar un archivo.

Dijo Piero, levantándose por sexta vez y fumando otro cigarrillo.

-Estás fumando mucho, hasta más que yo.

-No…fumo solo unos pocos cigarrillos por día.

Al decir eso, miró el cenicero y estaba lleno de cigarrillos.

-No todos son míos.

Se defendió.

Bruno llamó a la secretaria de su primo para que limpiara el cenicero.

La oficina era una humareda, no solía serlo.

Piero estaba sentado y se levantó de nuevo.

Estaba inquieto, no quería ver a Mora, porque le hacía perder el sentido y no podía darse el lujo de estar enamorado.

Era eso, no quería enamorarse de ella, la quería solo para tener sexo y nada más y ya lo había tenido, tendría que bastarle.

Pero su corazón latía rápido y estaba ansioso, era por cómo estaba su hija, pensó.

-¿Vamos a casa?

Dijo sin poder contenerse por más tiempo.

Ahora sí, la sonrisa d
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