Capítulo 44: Ingenua

Dantes observaba a su hija. Ella era su cachorra, y no tenía duda de ello. Sin embargo, en su mente rondaban preguntas: ¿dónde estuvieron todo este tiempo? ¿Cómo pudo Lirio ocultarla durante tres años? ¿Por qué nunca lo buscó para darle la noticia? Aunque conocía la respuesta a la última pregunta, la molestia lo invadía; Lirio no había sido capaz de confiar en él.

—¿Dónde estuviste? —preguntó Dantes al apartar la mirada de Dafne, quien seguía abrazándolo.

—Tenemos que hablar en privado, no tengo mucho tiempo —respondió ella, lo que hizo que él la mirara furioso. Habían pasado tres años, y ahora ella le decía que no tenía tiempo.

—¿Acaso crees que me importa tu preciado tiempo? ¡Maldición, Lirio! —gritó Dantes, asustando a la pequeña y llamando la atención de sus empleados—. Lo siento, pequeña —masculló, arrepentido por su arrebato, mientras se agachaba para acariciar la mejilla de Dafne.

—Papi, ¿estás enojado? —preguntó la niña con un tierno puchero que removió algo dentro del osc
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