El ambiente en la habitación se había cargado de tensión. María José sintió su corazón latir con fuerza en su pecho mientras intentaba procesar lo que Isaac le había dicho. No quería creerle, no podía permitirse bajar la guardia, pero sus ojos… Sus ojos reflejaban algo demasiado sincero.—No sé qué esperas que haga con eso —dijo ella finalmente, cruzando los brazos en un intento de protegerse de lo que sentía.Isaac la observó en silencio por un momento antes de responder con calma:—No espero nada. Solo quería que lo supieras.María José sintió una punzada de frustración. Quería seguir discutiendo, quería encontrar alguna contradicción en sus palabras, pero lo único que veía era la misma mirada intensa que la había cautivado años atrás.—Olvídalo —murmuró, dándose la vuelta para salir de la habitación.Isaac la vio marcharse sin detenerla, pero sabía que aquella conversación no había terminado. Porque, al igual que ella, él tampoco podía escapar del pasado.María José salió de la hab
Samantha estaba sentada en un elegante salón privado de un restaurante exclusivo, tamborileando los dedos sobre la mesa con impaciencia. Frente a ella, un hombre con gafas oscuras deslizó un sobre hacia ella.—Aquí está la información que pediste —murmuró.Samantha tomó el sobre con calma, pero sus ojos brillaban con ansiedad. Lo abrió lentamente, saboreando el momento. Dentro había fotos, documentos, informes detallados. A medida que pasaba las páginas, sus labios se curvaron en una sonrisa venenosa.—Interesante… —susurró.Las imágenes mostraban a Eliana con Samuel. En cada una de ellas, la conexión entre ambos era innegable. La forma en que Eliana lo miraba, la manera en que lo protegía… incluso en fotos donde José Manuel estaba presente, era evidente que el niño prefería estar con ella.Samantha soltó una carcajada baja y peligrosa.—Con que esto es lo que más te importa… —murmuró, recostándose en su asiento—. Eres más predecible de lo que pensé, Eliana.El hombre frente a ella cr
Samuel se quedó sentado en el césped, removiendo las palabras de Samantha en su cabeza. Había algo en su tono, en su mirada, que lo hacía sentir inquieto. ¿Por qué le había dicho eso sobre Eliana?Se levantó con un suspiro y caminó hacia la mansión. Al entrar, encontró a José Manuel en la sala revisando unos documentos. Su supuesto padre lo miró de reojo, pero no le prestó mucha atención.—¿Dónde está Samantha? —preguntó Samuel, sin pensarlo demasiado.José Manuel alzó la vista con interés.—Salió hace un momento, dijo que tenía cosas que hacer. ¿Por qué?El niño dudó un segundo.—Nada.José Manuel entrecerró los ojos, notando algo en su expresión.—Samuel, si tienes alguna inquietud, puedes decirme.El niño se mordió el labio inferior. No podía decirle nada a José Manuel, no por ahora. Pero había algo que quería preguntar, y sabía que él podía tener la respuesta.—¿Tú crees que Eliana me oculta algo?José Manuel dejó los papeles sobre la mesa y lo miró con sorpresa. Luego, una sonris
Samuel pasó la noche en vela. Acurrucado en su cama, con la luz tenue de su lámpara proyectando sombras en las paredes, intentó dormir sin éxito. Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes del artículo volvían a su mente como una pesadilla que no lo dejaba en paz.Una foto antigua acompañaba el artículo: su padre, joven y sonriente, abrazaba a una mujer de cabello oscuro que lo miraba con adoración. Eliana.Pero la imagen que lo atormentaba era otra. Una en la que Eliana aparecía en los brazos de otro hombre.Samuel apretó los dientes. ¿ Eliana realmente había lastimado a su padre? Su estómago se revolvía con la incertidumbre.Cuando el sol comenzó a asomarse en el horizonte, Samuel tomó una decisión: iría a buscar a Eliana.Sin avisarle a nadie, se vistió apresuradamente y salió de la mansión, tomando un taxi con el dinero que había guardado en su mochila.El trayecto se le hizo eterno. Su corazón latía con fuerza. No estaba seguro de qué era lo que quería escuchar, pero sí sabía al
Samuel sintió que su pecho se descomprimía un poco. No era la respuesta que quería, pero al menos su padre no estaba completamente cerrado.José Manuel se acercó y apoyó una mano en el hombro de su hijo.—Cuando tenga la verdad, serás el primero en saberlo.Samuel lo miró con desconfianza.—¿Me lo prometes?José Manuel sostuvo su mirada y asintió con firmeza.—Te lo prometo.Samuel no dijo nada más. Solo asintió lentamente y bajó la cabeza. No estaba completamente convencido, pero por ahora, tendría que esperar.José Manuel permaneció en su despacho después de la conversación con Samuel. Sus palabras seguían resonando en su cabeza, haciéndolo cuestionar todo lo que había creído cierto durante años. Exhaló con pesadez y tomó su teléfono, marcando el número de su asistente, Laura.—¿Señor Santacruz? —respondió ella casi al instante.—Dime que ya tienes algo sobre las fotografías —dijo con tono firme.Laura guardó silencio por unos segundos, como si dudara en hablar.—Sí, señor. Ya tengo
José Manuel estaba en su estudio, sumido en sus pensamientos, cuando escuchó pasos acercándose. Levantó la vista y vio a Samantha de pie en el umbral de la puerta, con el rostro pálido y los ojos enrojecidos, como si hubiera estado llorando.—José Manuel… —susurró con voz temblorosa—. Necesitamos hablar.Él la miró con frialdad.—¿Ahora te preocupa hablar?—¡Por favor! —rogó ella, avanzando hacia él con las manos entrelazadas—. ¡Déjame explicarte!José Manuel dejó el documento que tenía en las manos y se cruzó de brazos.—Te escucho.Samantha tragó saliva, bajando la mirada.—Yo no tuve nada que ver con esas fotos —dijo con voz trémula—. ¡Te lo juro! Yo solo te las mostré porque me preocupaba por ti.José Manuel frunció el ceño.—¿Y de dónde las sacaste?—Me las envió alguien… un viejo compañero de la universidad —respondió con rapidez—. Me dijo que había encontrado esas fotos y pensó que debía enseñártelas.Él la miró fijamente.—¿Quién?Samantha dudó por un segundo, pero luego suspi
El silencio en la mansión era casi insoportable. José Manuel entró con el ceño fruncido y la mente dando vueltas sin descanso. Samantha caminó detrás de él, aún fingiendo estar afectada por la mentira de Rodrigo.—José… —llamó con voz suave, deteniéndose en la entrada del vestíbulo—. ¿Estás bien?José Manuel se pasó una mano por el rostro, tratando de ordenar sus pensamientos.—No lo sé, Samantha… No lo sé.Ella se acercó con cautela, como si temiera su reacción.—Tal vez lo mejor es que descanses un poco… Ha sido un día difícil para los dos.José Manuel soltó una risa amarga.—¿Descansar? —negó con la cabeza—. No puedo, no hasta aclarar todo con Eliana.Samantha sintió un leve escalofrío. No quería que él hablara con Eliana, no después de todo el esfuerzo que había hecho para separarlos.—José… —murmuró con falsa preocupación—. ¿Crees que ella quiera escucharte después de todo?José Manuel la miró con el ceño fruncido.—Tengo que intentarlo.Samantha bajó la mirada, fingiendo tristez
José Manuel observó desde su auto, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada, cómo Eliana se despedía de Alejandro con una sonrisa cordial. Era tarde, y la escena frente a él lo carcomía por dentro.Eliana y Alejandro acababan de salir de un restaurante, donde habían tenido una reunión con unos proveedores. Ella extendió la mano hacia él en un gesto profesional, y Alejandro, con su actitud habitual, tomó su mano con un poco más de familiaridad de la que a José Manuel le habría gustado.Su pecho se oprimió con una mezcla de frustración y celos. No podía apartar la vista de Eliana. Su elegancia natural, su sonrisa amable… La misma que solía dedicarle a él.Alejandro se inclinó levemente hacia ella, diciéndole algo que José Manuel no alcanzó a escuchar, pero que la hizo reír suavemente antes de darle un último adiós y encaminarse a su auto.José Manuel cerró los ojos con fuerza, tratando de calmar la ira irracional que lo consumía.Sabía que no tenía derecho a sentir aquello.Pero mal