Samuel pasó la noche en vela. Acurrucado en su cama, con la luz tenue de su lámpara proyectando sombras en las paredes, intentó dormir sin éxito. Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes del artículo volvían a su mente como una pesadilla que no lo dejaba en paz.Una foto antigua acompañaba el artículo: su padre, joven y sonriente, abrazaba a una mujer de cabello oscuro que lo miraba con adoración. Eliana.Pero la imagen que lo atormentaba era otra. Una en la que Eliana aparecía en los brazos de otro hombre.Samuel apretó los dientes. ¿ Eliana realmente había lastimado a su padre? Su estómago se revolvía con la incertidumbre.Cuando el sol comenzó a asomarse en el horizonte, Samuel tomó una decisión: iría a buscar a Eliana.Sin avisarle a nadie, se vistió apresuradamente y salió de la mansión, tomando un taxi con el dinero que había guardado en su mochila.El trayecto se le hizo eterno. Su corazón latía con fuerza. No estaba seguro de qué era lo que quería escuchar, pero sí sabía al
Samuel sintió que su pecho se descomprimía un poco. No era la respuesta que quería, pero al menos su padre no estaba completamente cerrado.José Manuel se acercó y apoyó una mano en el hombro de su hijo.—Cuando tenga la verdad, serás el primero en saberlo.Samuel lo miró con desconfianza.—¿Me lo prometes?José Manuel sostuvo su mirada y asintió con firmeza.—Te lo prometo.Samuel no dijo nada más. Solo asintió lentamente y bajó la cabeza. No estaba completamente convencido, pero por ahora, tendría que esperar.José Manuel permaneció en su despacho después de la conversación con Samuel. Sus palabras seguían resonando en su cabeza, haciéndolo cuestionar todo lo que había creído cierto durante años. Exhaló con pesadez y tomó su teléfono, marcando el número de su asistente, Laura.—¿Señor Santacruz? —respondió ella casi al instante.—Dime que ya tienes algo sobre las fotografías —dijo con tono firme.Laura guardó silencio por unos segundos, como si dudara en hablar.—Sí, señor. Ya tengo
José Manuel estaba en su estudio, sumido en sus pensamientos, cuando escuchó pasos acercándose. Levantó la vista y vio a Samantha de pie en el umbral de la puerta, con el rostro pálido y los ojos enrojecidos, como si hubiera estado llorando.—José Manuel… —susurró con voz temblorosa—. Necesitamos hablar.Él la miró con frialdad.—¿Ahora te preocupa hablar?—¡Por favor! —rogó ella, avanzando hacia él con las manos entrelazadas—. ¡Déjame explicarte!José Manuel dejó el documento que tenía en las manos y se cruzó de brazos.—Te escucho.Samantha tragó saliva, bajando la mirada.—Yo no tuve nada que ver con esas fotos —dijo con voz trémula—. ¡Te lo juro! Yo solo te las mostré porque me preocupaba por ti.José Manuel frunció el ceño.—¿Y de dónde las sacaste?—Me las envió alguien… un viejo compañero de la universidad —respondió con rapidez—. Me dijo que había encontrado esas fotos y pensó que debía enseñártelas.Él la miró fijamente.—¿Quién?Samantha dudó por un segundo, pero luego suspi
El silencio en la mansión era casi insoportable. José Manuel entró con el ceño fruncido y la mente dando vueltas sin descanso. Samantha caminó detrás de él, aún fingiendo estar afectada por la mentira de Rodrigo.—José… —llamó con voz suave, deteniéndose en la entrada del vestíbulo—. ¿Estás bien?José Manuel se pasó una mano por el rostro, tratando de ordenar sus pensamientos.—No lo sé, Samantha… No lo sé.Ella se acercó con cautela, como si temiera su reacción.—Tal vez lo mejor es que descanses un poco… Ha sido un día difícil para los dos.José Manuel soltó una risa amarga.—¿Descansar? —negó con la cabeza—. No puedo, no hasta aclarar todo con Eliana.Samantha sintió un leve escalofrío. No quería que él hablara con Eliana, no después de todo el esfuerzo que había hecho para separarlos.—José… —murmuró con falsa preocupación—. ¿Crees que ella quiera escucharte después de todo?José Manuel la miró con el ceño fruncido.—Tengo que intentarlo.Samantha bajó la mirada, fingiendo tristez
José Manuel observó desde su auto, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada, cómo Eliana se despedía de Alejandro con una sonrisa cordial. Era tarde, y la escena frente a él lo carcomía por dentro.Eliana y Alejandro acababan de salir de un restaurante, donde habían tenido una reunión con unos proveedores. Ella extendió la mano hacia él en un gesto profesional, y Alejandro, con su actitud habitual, tomó su mano con un poco más de familiaridad de la que a José Manuel le habría gustado.Su pecho se oprimió con una mezcla de frustración y celos. No podía apartar la vista de Eliana. Su elegancia natural, su sonrisa amable… La misma que solía dedicarle a él.Alejandro se inclinó levemente hacia ella, diciéndole algo que José Manuel no alcanzó a escuchar, pero que la hizo reír suavemente antes de darle un último adiós y encaminarse a su auto.José Manuel cerró los ojos con fuerza, tratando de calmar la ira irracional que lo consumía.Sabía que no tenía derecho a sentir aquello.Pero mal
Samuel no era un niño cualquiera. Sabía perfectamente que los adultos complicaban demasiado las cosas cuando, a veces, la solución era mucho más sencilla. Su papá había cometido un error con Eliana, sí, pero él estaba seguro de que ella todavía lo quería. Solo necesitaba un pequeño empujón para recordárselo.Esa noche, mientras su papá se encerraba en su estudio con el ceño fruncido, Samuel ideó un plan. No podía quedarse de brazos cruzados esperando que la reconciliación sucediera sola. Si su papá no podía arreglar las cosas por sí mismo, entonces él lo haría por él… en secreto.—Voy a convertirme en el admirador secreto de Eliana —susurró con una sonrisa traviesa.Si lograba que Eliana se sintiera especial, recordándole cuánto la querían, tal vez bajaría la guardia y su enojo con su papá se iría desvaneciendo poco a poco, además él iba a hacer que Eliana pensara que ese admirador secreto era José Manuel.Eliana estaba en su oficina revisando unos documentos cuando sonó el intercomun
José Manuel caminó con pasos firmes hasta la habitación de Samuel. No podía creerlo. ¿De verdad su hijo había estado orquestando todo este espectáculo de "admirador secreto"?Abrió la puerta de golpe y encontró a Samuel acostado en su cama, con la tablet en las manos y una expresión de culpabilidad instantánea cuando vio a su padre en el umbral.—Papá… —dijo con una sonrisa nerviosa—. ¿Qué pasa?José Manuel cruzó los brazos, alzando una ceja.—Samuel, ¿quieres explicarme por qué mi tarjeta ha sido usada para comprar flores, chocolates, joyas y un libro de poesía?El niño abrió los ojos de par en par y se sentó de golpe en la cama.—¡No puede ser! ¿Cómo lo descubriste tan rápido?José Manuel suspiró, pasándose la mano por la cara.—Samuel… ¿Por qué hiciste esto?El niño bajó la mirada y apretó los labios, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.—Porque quiero que Eliana te perdone —confesó finalmente—. Porque los dos se quieren, pero son muy tercos y ninguno da el primer pas
Los días en Nueva York habían pasado rápido, y en ese tiempo, Isaac había logrado conectar con Gabriel de una forma que nunca imaginó. El niño, que al principio se mostraba algo reservado, ahora lo esperaba cada mañana para desayunar juntos, le pedía ayuda con sus tareas y hasta lo llamaba "papá" sin miedo ni dudas.Isaac nunca había sentido algo así. Cada vez que veía a Gabriel sonreírle con esa mezcla de inocencia y alegría, algo dentro de él se removía. Un sentimiento cálido y profundo que iba más allá del deber o la responsabilidad: era amor, puro y sincero.Pero lo que más lo desconcertaba era lo que empezaba a sentir por María José.Desde que había vuelto a sus vidas, no podía evitar mirarla de una manera diferente. A veces, cuando ella se reía por algún comentario de Gabriel o cuando lo miraba con ternura mientras le leía un cuento antes de dormir, Isaac sentía que su corazón latía más rápido.Había pasado tanto tiempo desde que la tuvo cerca… y ahora que la veía día tras día,