Hilary—Quiero que me cuentes absolutamente todo. No me ocultes nada. —exigí a Albert, él soltó un gruñido acompañado de un bufido.— ¿Quieres que me veten del hospital? No puedo alterarte por nada del mundo, amor. Lamentablemente te has enterado de la peor manera. Esa Johanna pagará por ello, de eso me estoy encargando yo mismo. —él se cruzó de brazos y le lancé una mirada de “Te estoy esperando, habla” él negó de nuevo. —No puedo. Solo tienes que concentrarte en estar tranquila. —estaba ansiosa por información. —Así te den de alta para poder viajar e ir con George. —mis ojos se abrieron de par en par. —él nos espera cuando puedas viajar. —mi labio inferior tembló.—He sido una mala madre. —dije antes de volver a limpiarme las lágrimas, estaba demasiado sensible, enterarse que tu propio hijo estaba enfermo y que moriría, era como sentir que el mundo estaba cayendo sobre ti, asfixiando en cada respiro. —No merezco ir a verlo.—Has sido cruel, yo lo he sido, pero he obtenido el perdón
GeorgeMi padre repetía que sin presión, no se obtendría el éxito en la vida, hubo momentos años atrás y de muy jóvenes que Marie y yo le tomamos un odio puro por todo lo que nos exigió. Solo éramos dos niños que querían jugar en la tierra, conocer otros niños y divertirnos en las fiestas de cumpleaños. Tener una infancia normal y simple, pero en los Western, eso no estaba permitido. Ahora que tengo a Elizabeth, que me perdí toda su infancia y que en unos años más será adolescente, estaba consiente de mi nueva situación. Ahora, con los resultados del tratamiento, disfrutaría de mi familia sin preocupaciones ni tratamientos. "Vivir y disfrutar" Son las palabras que dijo mi doctor sueco. Y me las repetí mentalmente sin creer que finalmente soltaría toda esa carga que llevaba en los hombros. — ¿Qué pasa?—preguntó Victoria cruzando las puertas automáticas del hospital. Después de cuatro semanas de tratamiento, finalmente los resultados marcarían un antes y un después. — ¿Son buenas noti
Victoria Estocolmo, Suecia. Después de saber que George tendría más tiempo, mi cabeza era una revolución, quería hacer tantas cosas para poder disfrutarlas junto a él y a nuestra hija. Hoy partiríamos hacia New York, nos quedaríamos en su casa por una temporada en lo que encontrábamos una casa para nosotros. — ¿Mamá?—dijo Elizabeth subiendo a la cama a lado de nuestra maleta. —Dime, cariño. —contesté mientras doblé un conjunto de ropa. — ¿Por qué mi tía Marie estará llorando?—detuve lo que estaba haciendo y arrugué mi ceño. — ¿En dónde?—pregunté. —En el baño de su habitación, iba a tocar para preguntarle que tenía, pero estaba llorando muy fuerte. —Oh, —miré a mi hija. — ¿Y tu padre? —Lo vi en la sala de la televisión al teléfono. —asentí lentamente pensando si ir directamente hacia Marie o ir a preguntarle a George que era lo que estaba pasando. —Iré a ver a tu tía Marie, sigue doblando la ropa, toda esta parte acomódala aquí a lado. —le indiqué para entretenerla y sa
GeorgeNew York, Estados UnidosHabíamos llegado finalmente a New York, a casa. Después de varias horas de vuelo, estaba totalmente agotado, mental como físicamente. Tenía tantas cosas en la cabeza que comencé a dividirlas en prioridades, una de esas, mi hija y Victoria.— ¿Hay que comprar algo para la habitación de Elizabeth? —preguntó Victoria colgándose el bolso a su hombro mientras caminábamos a la entrada principal de mi casa, bueno, ahora su casa también y la de nuestra hija.—No, ya está todo listo y completo. —Marie iba de la mano de Elizabeth delante de nosotros y reían de algo que no alcancé a escuchar, entramos y el olor a lavanda me dio la bienvenida.—Huele exquisito—murmuró Victoria.— ¿Quieren comer algo? Puedo preparar algo de comer. —preguntó Marie antes de subir las escaleras junto con Elizabeth quién llevaba debajo de su brazo un cuaderno grande de dibujo. Sabía por Victoria que fue un regalo de Marie en nuestra estadía en Estocolmo. Había contado que nuestra hija e
GeorgeMansión de los WesternEl anillo era espectacular, de hecho era un honor entregárselo a Victoria, pero el anillo que yo había diseñado exclusivamente para ella, era más que perfecto. Quería que lo cargara como nuestro símbolo personal de lo que estábamos viviendo, quería que fuese el más preciado recuerdo de mí, de nosotros, de nuestra familia. — ¿Qué es lo que piensas?—preguntó mi madre, levanté la mirada a ella y suspiré discretamente. —Es muy hermoso anillo. —cerré la tapa de la caja aterciopelada y se lo entregué. —Victoria no necesita llevar el honor de las mujeres Western, ella necesita llevar el honor de las Ward, y en eso incluye a nuestra hija. —por su gesto en su mirada, podría jurar que era de esas veces que ella misma se sorprendía, esta vez no estaba cediendo a lo que ella deseaba, ya no lo haría, no ahora. —Ese anillo le corresponde a Marie, ella es una Western. Ella debería tener el honor de cargarlo, ella es tu hija y la única. —pude ver como su rostro se suav
Victoria Elizabeth se había quedado dormida cuando terminamos de cenar, George llegó cuando ya habíamos comido, pero había notado algo él. Algo que aunque había visto con anterioridad, se notó la intensidad en esta ocasión. Lo esperaba en la habitación, había ido a cerciorarse que nuestra hija estuviese cómoda, ¿Cómo no estarlo cuando tenía todo lo que a ella le gustaba? Había Elizabeth encontrado unos nuevos juegos de lápices para dibujar, así como cuadernos y se emocionó al ver el escritorio con la lámpara cerca de la ventana que daba al jardín. George le había regalado una tableta donde podía crear más dibujos, digitalizarlos y guardarlos en línea. La puerta se abrió y me volví hacia a él, pareció estar más cansado, las ojeras debajo de sus ojos seguían un poco más remarcadas que de la última vez. Estaba abrazada a mí de pie a lado de la ventana. Noté ese algo más intensificado cuando llegó. — ¿Cómo te ha ido con tus padres? ¿Hay que llevar algo mañana?—su mirada se encontró
GeorgeEstaba encerrado en el baño desde hace diez minutos, me había inyectado en el musculo la dosis de morfina recetada por mi doctor de Estocolmo, con ella podría soportar durante el día el dolor por el cáncer que aún seguía haciendo metástasis. Cerré los ojos y el dolor comenzó a disiparse poco a poco, lo malo de esto, es que quedaba soñoliento. Y tenía que llevar a Elizabeth conmigo a Diamond Group y mostrarle lo que se hace en la empresa de la que será heredera en un futuro. — ¿Está todo bien?—era Victoria del otro lado de la puerta del baño.—Sí, amor. Todo bien. —respondí en un tono de voz que no tuviese que preocuparse e insistir en entrar. —En un momento salgo. —ya no dijo nada, esperé un par de minutos después para poderme levantar, al hacerlo, busqué el estuche donde tenía varias inyecciones que mantenía bien cerradas en su empaque original. Me miré en el espejo y traté de acomodarme el cabello, me acomodé también la camisa de vestir y que no saliera del pantalón. Me lavé
GeorgeWestern Diamond GroupEntramos Elizabeth y yo por la vía privada directo hasta esa oficina que rara vez uso cuando estoy en la empresa.—Es muy bonita—dijo mirando alrededor, — ¿Aquí también trabajas? —preguntó.—Sí, rara vez lo hice en estos diez años. —contesté señalando la vista para que la viera, sus ojos se abrieron mucho al ver la altura en la que estábamos.— ¡Wow! Es bastante alto, George. —sentí esa pizca de decepción cuando me llamaba por mi nombre, pero entendí que era cuestión de tiempo que me volviera llamar “papá”.—Ya están aquí—anunció mi padre entrando a mi oficina. — ¡Hola pequeña! —Elizabeth casi corrió a su lado y lo abrazó, mi padre se emocionó bastante en el abrazo. —Estás creciendo muy rápido…—dijo al separarse y cuando ella le sonrió.— ¿Cuándo irás a casa a hacer pizzas? —mi padre sonrió más.—Creo que lo haremos en mi casa, George no tiene un horno de leña como tu abuelo—le guiñó el ojo.— ¿Y cuándo conoceré a la abuela? —preguntó Elizabeth a mi padre,