RonaldLa casa del lago, a las afueras de la ciudad El vidrió se hizo añicos contra la pared de madera, el líquido se deslizó hasta llegar a la duela, mi respiración era agitada, mi pecho subió y bajó, mi corazón estaba latiendo tan aprisa que me obligué a detenerme, así como a las lágrimas que estaban por caer por mis mejillas.— ¿Ya terminaste? Si no para ir por otra caja más de vasos. —dijo mi hermano, Bill. —Estás ahogándote, Ron. Tienes que gritarlo, hablarlo y así sacarlo de tu sistema.—No sé cómo—me pasé ambas manos por el cabello ya revuelto de tanto pasar la mano por la ansiedad que había crecido en mí interior. Bill se acercó a mí y me entregó otra copa con su mejor whisky, lo acepté y le agradecí después de dar un largo trago hasta terminarlo. —Solo sé qué no podía seguir mintiéndome ni seguir haciendo ilusiones con el día en que ella me viera como…—detuve mis palabras cuando sentí que la ira empezó de nuevo a crecer en mí.— ¿Cómo a George? —su pregunta me provocó un hue
VictoriaEstocolmo, SueciaAcerqué el plato de fruta picada cerca de George, estaba sumido en unos papeles que sostenía en su mano derecha, no se percató de mi movimiento. Tenía la arruga en medio de sus cejas, en señal de estar totalmente centrado.—Dice mamá que es de mala educación leer en la mesa. —suprimí de inmediato la sonrisa al escuchar a Elizabeth frente a mí, quedando a lado de George quien estaba a la cabeza de la mesa. Él levantó la mirada de los documentos y miró a su hija, ella le sostuvo la mirada, y para mi gran sorpresa, él fue el primero en retirarla, dejó a un lado los documentos que fueron de inmediato retirados por uno de los hombres que custodiaban la entrada del gran comedor. George le agradeció con la mirada y luego puso su mirada en el plato de fruta picada a lado de su plato principal.— ¿Así que es de mala educación? —preguntó curioso tomando un poco de fruta y un par de tostadas, le acerqué automáticamente la mermelada y la mantequilla.—Sí. Tienes que con
George Estocolmo, Suecia Mis dedos se agarraron del váter con tanta fuerza, que se tornaron pálidos, mi cuerpo tembló con tan gran magnitud que juré en mi interior que me desmayaría. Era mi primer día y ya tenía los efectos secundarios del tratamiento experimental. El corazón sería lo siguiente que pudiera vomitar por mi boca. — ¿George?—escuché la voz de Victoria, negué pensando que no quería que me viera así, entonces entendí que fue una mala idea el que vinieran conmigo a Estocolmo. — ¿George? —la puerta fue aporreada por una Victoria preocupada. —Abre la puerta, ¿Por qué has puesto el seguro? —Estoy bien, —pero las náuseas volvían. —Mentiroso. Abre. —ordenó, pero ya no tenía fuerza para levantarme de mi lugar. —Vete—repliqué. —No. Estamos en esto contigo, sí o sí. Así que abre, si no pediré que la abra Maikel. —era mi hombre de seguridad. —Ya saldré, espera...—y de nuevo una fuerte arcada me impidió hacerlo, ya no podía sacar nada más, solo era agua amarilla, la puerta se a
Victoria Estocolmo, Suecia. “Sempiterno" Era nuestra palabra. Estaba detrás de aquella foto en la que George y yo nos casamos y que Ron en un acto de celos la había trozado. Esa foto era la única de ese momento. —Lo sé, —dijo George a Elizabeth, eran ajenos de mi llegada. —Sé su significado. —bajó la mirada al dibujo en su regazo. — ¿Dónde la has escuchado? Para tener casi diez años es una palabra que rara vez se escucha por ahí. —entonces me aclaré la garganta y ellos giraron sus rostros en mi dirección. —Elizabeth, hay que dejar que George descanse. —ella asintió recogiendo sus dibujos sobre la cama para luego guardarlos en su mochila. —Puede quedarse un momento más…—comenzó a decir él, pero por su rostro, necesitaba hacerlo descansar. —Primero descansa, tendrán el resto de la tarde. —Elizabeth se bajó de la cama y se despidió de él agitando su mano y sonriéndole. —Luego regreso, George, que descanses. —George contestó el saludo, ella salió de la habitación dejándonos a solas.
GeorgeEstocolmo, SueciaDurante las horas de la madrugada, me desperté sobresaltado, entonces me di cuenta de que Victoria estaba sobre mí, sus manos atraparon mi rostro, una sonrisa apareció en sus labios, nos quedamos mirándonos el uno al otro en total silencio, entonces se inclinó un poco para atrapar mi boca y devorarla, mis manos se fueron a su cintura, para luego deslizarse por sus caderas, finalmente atrapé su trasero y le di un apretón, ella gimió y un sonido vibró en mi garganta, de un movimiento la puse debajo de mí, pude notar sus mejillas rojizas, el iris de sus ojos se dilataron de inmediato, tenía sus labios entreabiertos intentando llevar aire a sus pulmones, mi mano se deslizó por su mejilla, luego barbilla, cuello, clavícula y me detuve en el escote de su bata de seda, cerca del camino que estaba entre sus dos pechos, noté la protuberancia resaltar contra la tela, señal de excitación.— ¿Qué es lo que quieres, Vicky? —ella se mordió el labio de forma sexy antes de co
VictoriaEstocolmo, Suecia. Sentí un escalofrío recorrerme de pies a cabeza, cuando abrí mis ojos, George sonreía, y sí que lo hacía ver tan atractivo y encantador –a pesar de las marcas de las ojeras debajo de sus ojos-. Después de tomar los medicamentos en plena madrugada después de nuestro momento íntimo, se había quedado totalmente dormido, pero yo no de forma inmediata, lo contemplé por casi una hora, hasta que me venció el sueño finalmente.—Levántate. —ordenó, hice un mohín de no quererme levantar, aún tenía bastante sueño.—Cinco minutos más. —pero él negó.—Quiero llevarte con Elizabeth a pasear por la ciudad. —abrí mis ojos un poco más y me senté de un movimiento tomándolo por sorpresa. —Vaya, ¿Te entusiasma hacer un recorrido?—No, pero tienes que ir a tu tratamiento. —él se tensó.—El doctor ha llamado temprano y me ha informado que hoy puedo quedarme en casa. Así que, medicado y sin dolor, podemos ir a pasear y salir del encierro de esta casa.— ¿Seguro que te sientes bi
Albert WesternNew York, Estados UnidosMansión de los WesternMiré como la maleta de Hilary era llenada de ropa, me crucé de brazos y esperé a que saliera de su gran y monstruoso armario de ropa de marca. Esta mañana había recibido una llamada confirmando que nuestro George y Marie estaban en Estocolmo. ¿Dónde estaban las vacaciones cálidas que había dicho Marie que tomarían? Algo no estaba bien, y la misma Hilary lo sospecha igual que yo.— ¿Qué haces ahí de pie? Arma tu maleta de inmediato, cariño. —lanzó un traje dos piezas, se pasó una mano por su cabello blanca y arreglado para luego mirarme.— ¿Por qué vamos a arruinar las vacaciones de nuestros hijos, Hilary? —ella soltó algo entre dientes que no alcancé a entender.—Quiero confirmar que es realmente si son vacaciones. ¿No es raro que de repente George entrega su trabajo que le costaba más tiempo, adelante la otra temporada de exposición, luego se marche así sin más?—Son vacaciones, George como Marie no toman sus vacaciones h
GeorgeEstocolmo, SueciaAl día siguiente, me había refugiado en mi habitación un par de horas, mis ánimos estaban totalmente por los suelos, pude aplacar el dolor, así que intenté dibujar un poco para poder distraer mi mente, puse un poco de música de Bach, luego acomodé mi libro de dibujo sobre el escritorio y dejé que fluyera la creatividad, el lápiz empezó a hacer unas líneas delgadas para dar forma a un diamante, luego un arco y cuando algo más vino a mi mente para plasmarlo, fui interrumpido por el toque fuerte contra la puerta, estiré la mano y presioné el mando para bajar el volumen.—Adelante. —anuncié irritado por la interrupción, la puerta se abrió y era Marie. Estaba demasiado pálida, lo primer que hice fue levantarme lentamente para evitar el mareo. — ¿Qué pasa?—Creo que nuestros padres saben el motivo por el que estamos aquí. —soltó acercándose a la cama para sentarse en la orilla o en cualquier momento se desmayaría.— ¿Qué? Eso es imposible. —repliqué de inmediato.—E