El viento frío silba entre los árboles cuando Kael se transforma. Su cuerpo se estira, sus huesos crujen con fuerza, y su forma humana emerge de entre la bestia. Se mueve con rapidez hacia uno de los robles más antiguos del bosque, donde él y los suyos suelen esconder ropa de repuesto para estos casos. Rebusca entre el hueco del tronco, saca un pantalón y una camiseta raída, y se los pone sin perder más tiempo.El olor a sangre lo guía. Y entonces la ve, todavía en el mismo sitio.Aria está tendida sobre el suelo húmedo, temblando como una hoja y completamente fuera de sí. Su respiración es entrecortada, sus mejillas, mojadas por las lágrimas. Una mancha roja se extiende por su pierna derecha, donde la garra de uno de esos renegados la ha alcanzado. La herida sangra con lentitud, pero de forma constante. Kael se acerca con cautela, pero cuando intenta tocarla, ella reacciona. En ese momento, también Osman lo hace. Queda estupefacta mirando a ambos. ¿De dónde aparecieron de repente? ¿Dó
El cuerpo de Aria tiembla bajo las mantas gruesas y su rostro está contraído por la incomodidad. Su respiración está agitada, su frente perlada de sudor. Kael la observa desde el lugar donde lleva sentado desde hace horas. No ha dormido en toda la noche, Ryder está intranquilo, mirando a su compañera de forma atenta.—¡No quiero estar aquí! —añade Aria al ver al hombre cerca de ella.Kael se pone de pie, pero no se acerca al sentir su nerviosismo.—Lo que vi... no era normal —su voz tiembla—. ¡Había lobos! ¡Muchos de ellos! Tenían un olor putrefacto. ¡Vi cómo estaban matando a alguien! Luego me persiguieron hasta que dos que eran diferentes aparecieron y consiguieron hacerlos retroceder.—Probablemente viste mal —finalmente responde Kael, con una calma que solo enmascara lo tenso que está por dentro—. Es cierto que hay algunas manadas en el profundo bosque, pero no atacan a personas. Nadie vaga por allí, de hecho, mucho menos a esa hora de la noche.—¡No! ¡Sé lo que vi! ¡No estoy loca!
Las horas transcurren lento. Aria no sale de la cabaña en ningún momento. Por suerte, está lloviendo, así que su hermana Elvira no la visita ni la obliga a salir. Solo recibe una llamada breve en el teléfono fijo para saber si está bien o si necesita alguna cosa. Aria miente, dice que todo está tranquilo. Y en parte, agradece que Kael tampoco haya dicho nada de lo que sucedió anoche. No se imagina el escándalo que haría su hermana si se entera de que intentó huir de allí.Ya después del mediodía, cuando se dirige a la cocina, nota que hay comida sobre la mesada. Hay comidas de todo tipo, incluso pan recién horneado.Se sienta y come en silencio. Luego guarda el sobrante en la pequeña heladera y vuelve a la cama. El cansancio sigue pegado a sus huesos como una segunda piel.Esa noche, duerme profundamente. Tan profundamente que no reacciona cuando la cama se hunde levemente a su lado. Kael se mete junto a ella sin hacer ruido y la atrae hacia su pecho. Ryder por fin logra tranquilizarse
Kael, sentado frente a ella, nota el cambio inmediato en su semblante. Su expresión se endurece al ver la reacción de Aria, pero no dice nada. No se defiende ni lo niega. Solo desvía la mirada por un instante, tenso, como si algo dentro de él también se estuviera rompiendo.Erika, que ha estado fingiendo indiferencia ante el comentario de Elvira, no pierde detalle. Su mirada salta de Aria a Kael con suspicacia. Y cuando Elvira menciona la palabra «compromiso», ve claramente cómo el rostro de Kael se contrae, como si aquello lo incomodara más de lo que debería. También la humana está pálida, sus hombros están tensos, está molesta.Ya no tiene dudas. Todo este cambio que Kael ha tenido estos días es por la humana.Y eso le resulta intolerable. Necesita hacer algo urgentemente para ponerla en su lugar. No va a permitir que una debilucha humana se robe la atención del alfa, menos cuando está tan cerca de ser la luna de la manada.—Bueno, aún estamos haciendo los preparativos. Es posible q
—¿Qué te pasa? No te di permiso para entrar. Sal de aquí, ahora —dice Aria, molesta.Kael la ignora y da un paso más hacia ella.—No quiero que te acerques a Nestor otra vez.—¿Qué? —Aria se gira con incredulidad y lo mira con el ceño fruncido—. ¿Qué derecho tienes tú a decirme con quién puedo hablar y con quién no? ¿Te crees mi dueño, acaso?—No quiero verte cerca de él, Aria. Es mi última advertencia. No voy a permitir que se hagan amigos.—¡No puedes controlarme! —estalla ella, dando un paso atrás—. ¡Tú estás comprometido! ¡Tienes una novia y, aun así, te atreves a decir que te pertenezco! ¡No tienes ningún derecho sobre mí!Kael la atrapa antes de que pueda alejarse más. Le toma la barbilla con fuerza, sin hacerle daño, pero dejándole claro que no piensa ceder.—Eres mía —dice; su voz es grave, gutural—. Y harás lo que yo diga.Aria intenta liberarse, pero Kael la empuja hacia la habitación, hasta la cama. La mirada que le lanza es una mezcla de rabia y deseo. Ella cae sobre el co
El alfa guía a Aria, sosteniéndola de la cintura para que se mueva sobre él. Al principio va lento, pero pronto aumenta el ritmo. Ella jadea, sus uñas se clavan en sus hombros y sus caderas se mueven con urgencia. La fricción es deliciosa, el calor insoportable. El sudor perla su espalda, su rostro y baja por su pecho, mezclándose con el de Kael.—No entiendo… ¿por qué me haces esto…? —balbucea Aria entre jadeos.Kael no responde. Solo la toma con más fuerza y la mueve de forma rápida con él, como si fuera suya. Porque lo es.Ella alcanza el clímax con un grito ahogado, temblando en sus brazos. Kael la abraza, aún dentro de ella, y la acuesta en la cama. La coloca boca abajo, la levanta por las caderas y la penetra de nuevo desde atrás, sin darle tiempo a respirar.Aria se siente flotar, sumergida en un océano de sensaciones imposibles de explicar. Cada embestida la lleva más alto, más lejos. Sus gemidos se vuelven más desesperados, y Kael tampoco se contiene. Su respiración es salvaj
Aria sale de su cabaña y camina hacia la casa de su hermana. Elvira la recibe con una sonrisa amplia y le da un cálido abrazo.—¡Qué bueno que viniste! —dice, tomándola de la mano—. Pasa, justo estaba por desayunar.Aria entra, pero no se sienta de inmediato.—¿No iremos a desayunar al salón? —pregunta, y mira a sus lados para ver si su esposo no está por allí.Elvira frunce el ceño, sorprendida.—¿Quieres ir a desayunar allí? —ríe, aunque con un dejo de curiosidad—. La última vez no la pasaste muy bien. No comiste casi nada.—Solo estaba preguntando —responde Aria, encogiéndose de hombros—. Estoy empezando a entender cómo funciona esta comunidad, eso es todo.—Bueno, la hora del desayuno terminó hace media hora allá. Ahora mismo ya están en una reunión de la comunidad —comenta Elvira, mientras sirve un poco de café en una taza y coloca unas tostadas en un plato.—¿Reunión? —pregunta Aria, sentándose al fin.—Sí. Se hacen cada tanto. Son para tratar cuestiones organizativas. Cómo mejo
Cuando Elvira llama a Aria por la línea fija para invitarla a almorzar, ella responde con la voz baja, intentando con todas sus fuerzas sonar normal.—Me duele la cabeza, hermana. Prefiero quedarme a descansar.Elvira no insiste. Aria se acuesta, pero no duerme. Su mente no deja de repetir la misma escena una y otra vez.¿Por qué le duele tanto? Ya sabe el tipo de persona que es, no debería afectarle tanto.Ya entrada la tarde, unos toques suaves en la puerta la sacan de su letargo. No abre. No quiere ver a nadie.—Aria, soy yo, Néstor —se oye del otro lado luego de varios toques—. ¿Estás bien?Aria duda en levantarse, pero finalmente se acerca y abre. Néstor sonríe con ternura, lleva una caja en las manos.—Perdón por no abrir antes, pero… —dice ella—. No me sentía muy bien.—Tu hermana me dijo que tenías dolor de cabeza y que por eso no habías ido a almorzar. Mira lo que traje.Va hasta la mesa y saca varios potes de comida. El estómago de Aria gruñe sin permiso cuando el aroma de l