La mañana emanaba buena vibra, definitivamente era un domingo para quedarse en casa y cocinar algo delicioso. Ese era el único día que le inspiraba estar en la cocina, ya que lo tenía completamente libre. Aunque los sábados casi nunca iba a trabajar, siempre había algo que terminar o editar; por lo tanto, le era costumbre dedicarle unas horas al trabajo ese día. El timbre sonó y la vibra cambió de radiante a oscuro, un frío insoportable llenó su interior. ¡Esa voz!
—Alex, querido. ¡Tu madre está feliz! —desde que él abrió la puerta, la voz chillona de aquella señora inundó el lugar.
—Me alegro mucho, Ma. En... —él no terminó la frase cuando ya ella había irrumpido.
—¿Dónde está mi nieta hermosa? —la señora pre
Su torso desnudo la hizo sonrojar. Un mar de sensaciones la inundaron y empezó a acariciarlo con ternura. Él se volteó quedando boca abajo. ¡Estaba rendido! Llegó tan cansado que se dio un baño, se puso el pantalón pijama y se echó a dormir. Sin embargo, Anny no podía pegar el ojo. Tenía tanto deseo de sentir sus caricias, sus besos..., no podía dormir sin que él apagara su sed. Empezó a besar su espalda descubierta y él se removió incómodo.—Tengo sueño... —susurró soñoliento, pero ella insistió con sus caricias—. De verdad, amor, estoy muy cansado —él balbuceó y se durmió. ..El olor a café la despertó con una sonrisa, luego recordó la decepción de l
Fuego abrazador que destruye todo a su alrededor y domina la lógica y la razón, que ciega el pensamiento sobrio. Celos... Sus cuerpos desnudos estaban entrelazados entre sí. La noche anterior había sido muy revuelta y sus ropas estaban tiradas por doquier. Era viernes, último día de completa privacidad para ellos. La niña estaba con su abuela en la casa de la playa y la pareja pasarían el fin de semana allá.—No quiero ir a trabajar... —Anny murmuró mientras acariciaba la mejilla de Alex, quien la miraba a los ojos con ternura.—Resiste —sonrió—, mañana nos vamos a divertir en la playa —Anny hizo una mueca. Estar en la playa era emocionante, pero estar en la playa con la familia de él, era desquiciante.—No pongas esa cara —be
“Tu pasividad alimenta esas inseguridades que me atrapan y me hacen cobarde y entonces, me convierto en una perdedora”.El viaje a la casa de la playa fue más rápido de lo que Anny esperaba; pese al incómodo silencio que habitaba en el vehículo, prefería eso antes que llegar. Lo único que la alentaba era el hecho de que vería a su pequeña, después de una larga semana separada de ella. Salieron del auto con el mismo silencio, Anny tomó su bolso y Alex sacó la valija del baúl. El lugar no estaba mal. Era una casa lujosa, rodeada de palmeras, con una entrada decorada con piedras y pequeñas plantas. Desde el frente se podía apreciar la hermosa playa que quedaba atrás de la casa. Entraron recibidos por el personal y subieron a una habitación dirigidos por una de las muchachas del servicio. A
—¿Qué piensas? —Aura le preguntó expectante. Ambas estaban sentadas en la sala frente a una laptop.—Están bien... —respondió dudosa—. Bueno... Podrías sombrear esta parte, para que resalte —dijo señalando la imagen. Aura obedeció y brincó de la emoción.—¡Es genial! —celebró dando palmadas—. ¡Eres grandiosa, Anny!—En realidad, la grandiosa eres tú —contestó con una sonrisa—, es tu diseño.—Y tú la mejor diseñadora que conozco, aparte de publicista —le devolvió la sonrisa—. Oye... conocí unos chicos que viven cerca de aquí, y me invitaron a una fogata en la playa. Les dije que invitaría a unos amigos y aceptaron.—¿Qué
La mañana estaba brillante al igual que el humor de Anny. Hacía tanto tiempo que no se sentía así. Recordó cuando ellos eran novios y cuando se casaron. Como él se opuso a su familia para poder estar con ella, puesto que ellos nunca la aceptaron. Los primeros años fueron hermosos, claro, algunos que otros problemas, pues Álex siempre había sido reservado y poco expresivo. A veces ella no sabía cuáles eran sus sentimientos o pensamientos en ciertas situaciones. Nunca recordaba nada y no era muy detallista. Pero, escuchar tantos detalles del día en que se conocieron despertó esa ternura dormida en su corazón. Jamás se hubiese imaginado escuchar aquello de su boca. ¡Estaba feliz!—Mi amor, no seas así —reclamó su madre en la mesa, mientras desayunaban—. Carmela necesita un empleo para subsistir. No puedes neg
—No estoy muy seguro de esto —Álex refunfuñó y Aura lo fulminó con la mirada.—Es solo una fogata con amigos. Guillermo y Pedro tocan muy bien la guitarra, por lo que se reúnen a cantar y contar anécdotas —ella explicó.—¿Y es que hacen fogatas todos los días?—No todos los días, pero casi —ella lo miró con una sonrisita, más él observó a su esposa y sonrió. Le agradecía a Aura por convencerla de usar ese vestidito playero blanco. Era cortito y sensual, tapaba su hombro derecho y parte del brazo, dejando el izquierdo completamente descubierto. Su cabello largo y rubio estaba suelto con hermosas ondas y llevaba unas sandalias color crema. Aura vestía unos shorts negros y una blusa ancha y corta con su cabello corto suelto.Llegaron a la playa don
“Esos detalles... simples pero importantes. Esos detalles: ¿Pueden enamorarme?”. Llegó al trabajo radiante y emanando felicidad. El fin de semana que creería sería el mismísimo infierno, terminó siendo el mejor que había tenido en mucho tiempo. La complicidad, la pasión y el romanticismo encendieron su relación y esta vez, no permitiría que nada ni nadie la apagara.Se sentó en su silla y se sorprendió al ver un cupcake de vainilla con mermelada de piña sobre su escritorio. Miró a su alrededor, pero todos estaban concentrados en su trabajo, al parecer nadie vio quien lo puso allí, porque ninguno la abordó para comentar sobre el chisme. Siguió con su trabajo y media hora después, sintió el abrazo de alguien sobre su espalda. Se distanci&oacut
Los días en el trabajo eran más divertidos con Alan, las horas se iban rápido con su compañía.—¡Adiós! —Anny movió la mano en forma de despedida y subió al taxi.Alan se quedó mirando el auto partir embelesado.—No tienes oportunidad con ella —una joven pequeña y rellenita Io sacó de su ensoñación.—Así es—una señora delgada de rizos rubios le secundó—. Ella nunca dejaría al papasito de esposo que tiene por ti, querido Alan. No es que tú estés mal, porque la verdad es que estas para comerte enterito y sin dejar desperdicios —mordió sus labios con lujuria y la otra compañera, más dos mujeres que se acababan de unir, estallaron en carcajadas.—No sé de qué hablan —la