Pamela había ido a dejar a Layla al gimnasio, y con la mente atribulada había decidido pasar por una cafetería sin poder decidir qué hacer con todas las cosas y problemas que le invadían la mente.
Cuando finalmente llegó a edificio de oficinas que tenían cerca del centro que utilizaban usualmente para reunirse con socios o aliados de alto rango decidió que no podía dejarlo pasar y debía hacer algo al respecto, así que sabiendo que se encontraba solo y sin molestarse en avisar o pedir permiso antes de entrar camino hasta el interior de la oficina de Marcus cerrando la puerta sin desear que nadie escuchara la conversación que tendrían a continuación.
–No estoy segura de que estemos tomando las mejores decisiones—declaro Pamela directa sin siquiera saludar cuando estuvieron a solas pasándole una taza de café a Marcus, y él gruño haciéndole saber que la estaba escuchando en lugar de responder desde su asiento mientras revisaba algunos papeles -Marcus hablo en serio, despué
Layla paso horas durante toda la mañana arreglándose frente al espejo del tocador, para después meterse dentro del vestidor para así poder elegir cuidadosamente lo que iba a usar sin querer dejar ni el más mínimo detalle a la suerte.John iba conduciendo el auto por las calles principales de la ciudad, mientras ella respiraba cuidadosamente tratando de relajarse y mantenerse tranquila en el asiento trasero. Ella sintió que el miedo y el terror le pisaban los talones cuando al fin llegaron al centro de la ciudad estacionando frente al edificio de 42 pisos de Cinq Roses, el conglomerado multimillonario del cual su esposo era el dueño y principal accionista, aunque por debajo del agua los miembros de la familia real también poseyeran acciones y debido a ello se aseguraban de que el gobierno siempre favoreciera a la empresa por sobre todas las demás.—Llegamos duquesa—anuncio John un poco tenso, ella noto un poco de preocupación en el hombre.—Todo irá bien se
Layla estaba desparramada en un cheslong oculto detrás de un librero ubicado en el fondo de la biblioteca leyendo perezosamente, disfrutando de los suaves y cálidos rayos del sol que se colaban por la amplia y alta ventana bañándola suave y generosamente.Había ordenado a todos los sirvientes que no entraran a la biblioteca a menos de que ella los llamara en persona, así que le sacó provecho a ese raro e inusual momento de privacidad, disfrutando del grato contacto se estiro en su lugar, el tapiz del mueble y la seda de su vestido blanco suave al contacto con su piel.Se encontraba cansada y soñolienta luchando contra el deseo de tomar una siesta negándose a dar de que hablar a Gabriela o al resto de los empleados de la casa prefiriendo continuar con lo que estaba haciendo, pasando la hoja de un libro especialmente bueno que había encontrado entre los muchos ejemplares que resguardaban los libreros.Había pasado gran parte de la noche en vela colocando a e
Después de que Layla instalara las cámaras tanto en la mansión como en la oficina de la ciudad de su esposo, Giovanni, su jefe de espías, un hombre que había trabajado para diferentes organizaciones de inteligencia en algunos de los países más importantes y poderosos del mundo, había habilitado una habitación de una de sus sedes principales que se encontraba en las afueras de la cuidad para mayor seguridad de todos, con pantallas y monitores, dónde habían asignado gente que se turnaría para vigilar las 24 horas del día monitoreando la pantallas en busca de cualquier comportamiento sospechoso o de cualquier cosa que les pudiera servir llegado el momento.En secreto Marcus había pedido a Giovanni que cuidara de Layla, y que le avisará si había cualquier cosa o si necesitaba algún tipo de ayuda sabiendo de sobra que podía confiar en su discreción.Cuando un par de días después mientras él revisaba el papeleo que requería resolver en preparación para la próxima fase del pl
Después de un par de horas de conducir a toda velocidad finalmente llegó a su destino, deteniendo su auto frente a una pintoresca casa de dos plantas de color naranja quemado, con techo de teja y un hermoso porche en el jardín del frente–¿Y ahora qué demonios hiciste?—reclamo saber bruscamente Diana cuando abrió la puerta de la pintoresca casa ubicada en un fraccionamiento privado a las afueras de la ciudad.Diana podía ser la gemela idéntica de Pamela con los mismos ojos de esmeralda, la misma complexión delgada y atlética, las mismas facciones suaves y delicadas, el mismo cabello pelirrojo de rizos rebeldes con la única diferencia de Diana que le gustaba alaciarlo, pero el mal rollo de Diana y su frió carácter que le helaba la sangre, distaba mucho de lo cálida, dulce y animosa sé que era Pamela.Diana lo miro duramente con el brazo extendido a un lado de ella y la mano sujetando el marco de la puerta cortándole el paso. No lo dejaría pasar ni le informaría P
Las lágrimas se derramaban silenciosas corriendo fugitivas por sus mejillas y el puente de su nariz, y una a una desaparecieron olvidadas en el más miserable silencio.Sola, hecha un ovillo y permaneciendo escondida en el rincón de la más alejada habitación de invitados sostuvo una bolsa con hielo picado sobre su hinchado rostro, oculta en la penumbra y las sombras del cuarto de luces apagadas y ventanas cerradas.Odiaba aquello, aborrecía su situación actual en la cual se encontraba hundida hasta el cuello, pero por encima de todo despreciaba a aquel hombre con el que la habían obligado a casarse con cada fibra de su ser, y lucharía implacablemente hasta conseguir su fin solo deteniéndose en el instante que respirara su último aliento para asegurarse de destruirlo a él y a su amado imperio, así pudiendo conseguir que ardiera centímetro a centímetro cada roca hasta los cimientos sin importarle las consecuencias o el precio que debería pagar para obtenerlo.Layla
Había logrado que localizar ambas llaves de la oficina privada que Robert tenía en la mansión, pero como ya era obvio a esas alturas, quitársela a Gabriela resultaría ser una tarea completa imposible, así que dadas sus actuales circunstancias la única opción viable era Robert, su marido.Encontrar cómo y con qué moler las pastillas que le habían dado en el psiquiátrico para dormir sin dejar ninguna evidencia no fue fácil, pero después de mezclarlo con el vino más fuerte que encontró en la cava privada de la mansión y ofrecérselo a su esposo, todo resulto muchísimo más fácil.Con sumo cuidado aparto las sábanas de su cuerpo y se levantó despacio en medio de la noche con un absoluto silencio reinando por toda la mansión y con tan solo unos pocos rayos de la luna colándose por la ventana ofreciéndose como única iluminación.Ella se movió escuchando atentamente la profunda y acompasada respiración, y así lentamente rodeo la cama llegando su mesita de noche, el
A Marcus le costó una barbaridad mantenerse en control y no moverse inquietamente por toda la habitación en anticipación a lo que vendría.Diana ya le había avisado que iba en camino con Layla y aquello lo tenía completamente angustiado. Pamela no estaba mucho mejor, movía inquietamente el pie en un golpeteo interesante que había comenzado estresarlo, pero tampoco iba a decirle que parara, comprendía completamente su preocupación y se odiaba por haber sido parte de la causa que la había provocado.Cuando la puerta se abrió y Diana entro acompañada de Layla, algo estrujo su corazón al ver su mirada. Algo en ella había cambiado, podía verlo en sus ojos, algo se había endurecido en su corazón, y él lo lamento profundamente ya que hubiera deseado que conserve su inocencia, pero con todas lo que le había sometido debió suponer que eso no sería posible.Pamela corrió para abrazar a Layla deteniéndose en el último momento y la miro angustiada evaluando su estado, y cua
Marcus las esperaba en la sala de juntas, bajo su mano descansaba la carpeta que contenía los papeles necesarios para que Layla comenzará una nueva vida en caso de no desear vivir con Diana y Pamela.Aquello era lo mejor se recordó, arriesgarla de esa forma era simplemente demasiado cruel... pero el pensar que ella tal vez no quisiera volver a verlos después de lo que pasó... pensar en eso hacía que le doliera el pecho.Pero el haber visto lo que la escoria de su marido le había hecho a través de esas pantallas sin poder hacer nada, el verla tan asustada, frágil e indefensa los días posteriores a ese y el verla ese día cuando llegó, el dolor que le causaba cada movimiento y el reporte médico que le enviaron de inmediato a su teléfono, le recordó que el dejarla ir por doloroso que a él pudiera resultarle seria indudablemente la mejor decisión.¿En qué momento se había enganchado tanto de esa chica? ¿Cómo en tan poco tiempo había puesto de cabeza su mundo ha