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Capítulo Cuarenta y dos; Parte uno

—¿Estás listo para volver a casa, Damián? –cuestiona el doctor

—Si, estoy muy emocionado.

—Disculpa que te lo diga pero no pareces muy emocionado. ¿Está todo bien? ¿Algo te duele?

—El corazón. –respondo y se acerca con rapidez.

—Dime dónde te duele exactamente.

—Lo siento mucho doctor, me temo que no es lo que piensa, tengo el corazón roto todo por ser un idiota.

—Damián por dios, me asustaste. No tengo cura para el corazón roto pero si te sirve se algo, no vale la pena sufrir por algo que tiene solución. Y si no la tiene sufrir no creo que sea.

—Yo la amo.

—Y si la amas y no está aquí no vale la pena. –señala y siento una puñalada dolorosa en mi corazón.

—¿Y si yo la alejé de mi a pesar de que quería quedarse?

—Entonces no la mereces. ¿Por qué alejarla si la amas? Es lo más tonto e inmaduro que he oído en toda mi vida como doctor y créeme que he oído mucho.

—¿Está queriendo decir que yo soy culpable de que duela?

—Me niego a creer que eres así de tonto. ¿Cómo no darte cuen
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