Alpemburg
Desde niña siempre quise ser reina de Alpemburgo, a pesar de ser la tercera en la línea de sucesión. Pauline, la futura monarca, que se había preparado prácticamente toda su vida para hacerse cargo del país, renunció, dejando la responsabilidad de llevar la corona en manos de nuestra hermana mediana, Alexia.Siempre había oído decir a mis hermanas que ser la futura reina era una carga que había que soportar. Yo nunca lo vi así. Siempre me sentí una privilegiada por formar parte de la monarquía y haber nacido princesa de un reino/país tan maravilloso como Alpemburgo, que gobernaron mi padre, mi abuelo, sin duda mi bisabuelo y todo el linaje D'Auvergne Bretonne.Me gustaba esa vida llena de lujos. Me sentía feliz de ser querido e idolatrado por la gente de mi país, como lo había sido mi padre en otro tiempo. Alexia, aunque seria y siempre bien apoyada políticamente por nuestro abuelo, había terminado su reinado con buena nota, considerada una reina responsable y con buenas alianzas políticas. En resumen: un reinado de paz.Yo debería haber asumido el trono al cumplir los 18 años, pero debido a una ley hecha por mi hermana y desgraciadamente aceptada y firmada por todos los miembros de la corte, asumiría la corona al cumplir los 19 años. Según Alexia, yo era demasiado joven para ser reina a esa edad y el año anterior a la coronación lo pasaría estudiando en Alpemburgo.Alexia tampoco permaneció en el poder. Mi padre asumió el poder de forma interina hasta que finalmente pude convertirme en reina. Mi hermana, en cambio, al día siguiente de dejar el trono voló directamente con su marido y sus dos hijos al país donde se celebraba el GP, que siempre había sido su amor: la velocidad, también compartida por su marido, Andy.Yo ya empezaba a apropiarme de las cuestiones políticas como quería Alexia. Mi padre se había hecho cargo de Alpemburgo, pero entre bastidores yo le ayudaba y estudiaba como una loca sobre economía, administración, ciencias sociales y todo lo relacionado con los países cercanos al nuestro, especialmente los que compartían frontera territorial.Oí que llamaban a la puerta y me gritaron que entrara. Era Odette. Llevaba un móvil en la mano y la expresión de su cara ya me decía que era trabajo para mí.Puse los ojos en blanco, aburrido. - No tiene sentido que me mire con esos ojos, ¡"Alteza"! - Era irónica.- Haré que te corten la cabeza -amenacé, conteniendo la risa-.- Como aún no eres la reina, mi cabeza está garantizada. - Ella parpadeó, libertina.- ¿Qué es lo que quieres? - Me tumbé boca abajo en la cama, echando el libro hacia atrás.- Donatello Durand ha llamado innumerables veces, me ha llenado la bandeja de entrada y creo que deberías darle una exclusiva.- ¡Ni hablar!- Esto es profesional, Aimê. Sólo está haciendo su trabajo. ¿Por qué no le das una oportunidad?- Porque no me gusta.- Eso no lo justifica.- Yo puedo elegir a quién le doy entrevistas y a él no lo quiero.- Tío, sólo te dejó cuando eras un adolescente. Tienes que superarlo.- Ya lo superé.- ¿Superarlo? - Se rió. - Si lo has superado, dale la entrevista.- ¡No! No se hará famoso a mi costa.- Como si no te gustara conceder entrevistas a nadie. - Volvió a mostrarse sarcástica. - Dale la exclusiva y acaba con la persecución de este hombre de una vez por todas.- Si llega el caso, me perseguirá el resto de mi vida. - Me reí.- Fue nuestro colega durante muchos años. - No estábamos muy unidos a él.- ¿No? Incluso le enviaba mensajes, que yo recuerde. Simplemente no nos acercábamos porque "él" no quería.- ¡Maldita sea, siempre fue tan feo! ¿Qué me poseyó para querer estar con Donatello?- ¿La adolescencia? - Se reía. - ¿Hormonas en su apogeo? ¿Picazón en la vagina?Tiré de ella con fuerza, haciendo que se sentara en la cama:- Tal vez lo piense más tarde. Por ahora no.- ¿Me prometes que lo pensarás detenidamente? No soporto a este hombre obsesionado con una entrevista exclusiva con la princesa. - ¿Y de qué tema quiere hablar?- Relaciones amorosas y algo más que no quise mencionar.Me eché a reír:- Apuesto a que se arriesgará a decir que me rechazó en el pasado, cuando yo era una adolescente con granos. Y si lo hace, se convertirá en un reportero famoso de la noche a la mañana. No voy a dejar que se haga famoso a mi costa. Además, no estoy en una relación romántica.- ¿No? - Odette arqueó una ceja. - ¿Y qué quiere decir Max?- Max es... Bueno...- Tardó un poco en contestar. En otras palabras, ¿significa algo?Respiré hondo y me di la vuelta, mirando al techo, "su" cara me vino a la mente:- ¿Imagina si decidiera decirle la verdad a Donatello Durand? ¿Que toda mi vida sólo me ha gustado un hombre... ¿Y que es el marido de mi hermana?- ¡Mierda! Ahora que Andrew está lejos, te librarás de este amor de infancia.Suspiré:- Siempre les dije la verdad: que lo amaba. Nunca me creyeron.- Tiene edad para ser tu padre.- No tan viejo. - Volví la cara en su dirección. - Pero él hizo al pequeño Arthur... Quien me salvó la vida.- Vale, después de este amor platónico tuyo por Andrew, que ya hace tiempo que se fue y está locamente enamorado de tu hermana, ¿vas a enfrentarte a Max?- No -dije sinceramente, porque Odette era una de las pocas personas a las que no les ocultaba nada, ni siquiera mis pensamientos más salvajes y profundos.- ¿No? - Puso cara de sorpresa. - Pensé que ahora que ya se había fijado la fecha para ocupar el trono y Andrew estaba fuera, por fin revelaría a todo el mundo lo tuyo con Max.Me senté en la gigantesca y bien colocada cama, aunque ya me había movido en ella innumerables veces. Clavé la mirada en los hermosos ojos oscuros de Odette, que parecían canicas, tan redondos y bien maquillados, con el negro del rímel y el lápiz en gruesos trazos resaltando aún más su belleza.- Me gusta Max", confesé. - Y me gustan sus besos y sus pasos calientes. Reconozco que me moja las bragas. Pero nunca me comprometería a nada con él.- Pero... Pensé que os gustabais.- Y nos gustamos. Nunca le mentí. Y yo nunca le mentí. Pero que me guste Max y me guste estar escondida no significa que me casaría con él.- No estoy hablando de matrimonio. Pero... Una aventura.- Max es mi guardia de seguridad.- E? - Odette levantó las palmas de las manos en señal de duda. - ¿Cuál es el problema? A tus padres nunca les importaría. Y el pueblo te quiere igual. - Seré reina de Alpemburgo.- Y él puede ser tu marido.- Odette, he esperado toda mi vida para subir al trono. Siempre he soñado con el momento de la coronación. Amo mi vida y sé que soy privilegiada después de todo lo que pasé de niña. Siempre tuve en la cabeza que me casaría con un príncipe, alguien de la realeza. - ¿Andrew Chevalier? - Se ríe.- Andrew ya tiene a su princesa. Y además, no tiene corona ni título.- ¿Así que rechazarías a Andrew Chevalier?- Por mucho que lo haya amado toda mi vida... - Exageré. - Diría que no porque no tiene corona. - ¿Significa eso que estarás a la caza de un futuro rey o miembro de la realeza para casarte?- No estoy obligada a casarme. No dice en ninguna parte que para subir al trono tenga que llevar un anillo de casado en el dedo derecho. - De acuerdo, en ese punto estoy de acuerdo contigo.
Antes de ducharme, cogí un libro romántico que había leído al menos veinte veces. Se llamaba "Pareja perfecta" y estaba en mi lista de favoritos por una escena picante en particular, que estaba marcada con una pequeña nota adhesiva de color amarillo neón para poder encontrarla fácilmente siempre que quisiera.Me dirigí a la ducha con el libro en la mano y lo puse sobre la encimera mientras me quitaba la ropa sin prisas. Miré mi cuerpo desnudo en el espejo del suelo al techo. ¿Debería recortarme el vello púbico? ¿O sería mejor afeitármelo por completo? Si Max decidiera practicarme sexo oral, ¿cómo lo preferiría? ¿O eso no influiría en nada? Si realmente me gustaba, ¿debería preguntarle si la próxima vez lo quería con vello o sin él?Respiré hondo, segura de que me gustaría que aquella noche fuera la de la pérdida de mi virginidad. Ya había cumplido dieciocho años y era hora de empezar mi vida sexual. Aunque quería casarme con un príncipe, un rey divorciado o viudo (que ni siquiera sabí
En cuanto salí de la habitación, oí que llamaban a la puerta y Odette entró. Ya estaba lista, llevaba un mono amarillo que hacía juego con su piel oscura y su pelo largo y liso, tan negro que brillaba bajo la luz artificial de mi dormitorio. - ¿Vas a publicar que hoy es el día en que perdiste la virginidad? - preguntó riendo.- ¿Crees que debería poner #perdí-la-virginidad o #descubrí-lo-que-es-un-orgasmo?- ¿De verdad crees que tendrás un orgasmo la primera vez?- ¿Por qué no? Yo creo que sí.- Prácticamente imposible. Arrugué el ceño, aprensiva. ¿A qué te refieres?Mi madre estaba en la puerta, vestida magníficamente para una cena que tenía con mi padre y unos políticos de un país vecino que habían venido a ver Alpemburgo.- ¿Vas a salir? - Me miró.- Sí. Odette y yo vamos a dar un paseo.- ¿Adónde?- A un lugar seguro. Miró a Odette:- Confío en ti.- Por supuesto, Majestad. - Odette sonrió torpemente.- ¿Y yo? - pregunté inmediatamente.- Yo también confío en usted. - Hizo una
- Si quiero tocarte, ¿volverás a huir?- No -dije con firmeza.Max vino instintivamente hacia mí, me tumbó y se puso entre mis piernas, con los ojos fijos en los míos.- "Eres preciosa, Aimê... - Su voz salió débil y llena de deseo.- Bésame, Max... - le pedí.Max inclinó la cabeza y me besó cariñosamente, su lengua se enroscó en la mía mientras una de sus manos tocaba sin prisa el costado de mi cuerpo por encima del vestido de fina tela. El beso fue largo y ardiente. Mis bragas se mojaron, lo cual no era nada nuevo, ya que yo misma era capaz de provocarlo. Cuando Max se apartó un poco, me miró:- Me gustas desde hace mucho tiempo, Aimê.- I... Tú también me gustas -admití-.- Intento decir que... estoy enamorado.- ¿Enamorado? - Casi me ahogo.Enamorada era una palabra muy fuerte, no sólo para aquel momento, sino para cualquier otro.- Si sientes lo mismo que yo, ¿qué nos impide estar juntos? Levanté mi cuerpo, empujándolo suavemente, preocupada, y me senté sobre la tela gruesa y b
Se lo devolví, prácticamente vacío:- No tienes derecho a quitármelo. Beberé todo lo que quiera.Max cogió el vaso:- Estás borracho.- No estoy borracho. ¿Crees que porque alguien sea sincero y diga la verdad no puede estar en sus cabales?Max me quitó el vaso de la mano y lo tiró. Oímos cómo caía al agua. Me levanté, atónita, y cogí la botella de vino espumoso, bebiéndome el resto por el cuello. Cuando terminé, lancé la botella en la misma dirección en la que él había tirado el vaso, señalándole con el dedo:- ¡Has perdido tu oportunidad, "Max"!Max se levantó, atónito:- ¿Por qué no me dijiste antes que no me considerabas adecuada para ti?Me eché a reír:- ¿Creías que lo era? Dentro de unos meses seré una reina, Max.Max negó con la cabeza y se dio la vuelta:- Sólo te preocupas de ti misma. No ves más allá de tu pequeño mundo dorado.- Me importa la gente de Alpemburg más que cualquier otra cosa. Haría cualquier cosa por este país. Max se giró en mi dirección:- No, nunca te ha
País Del MarTan pronto como hubo llegado, el príncipe dejó que su cuerpo descansara sobre el de su esposa, que seguía temblando.- ¡Eres perfecta, Catriel! - exclamó la Duquesa, con voz débil y cansada.Antes de que pudiera decir nada, la puerta se abrió. Ante el semblante preocupado de la Duquesa, el Príncipe giró su rostro preocupado para encontrarse con los ojos del Duque.Catriel se retiró de la Duquesa, levantándose de la cama con los brazos abiertos, tratando de mostrar paz y dejando en claro su "no intención" de pelear. Sintió como el preservativo caía al suelo, completamente lleno de esperma, intentando no mirar en la misma dirección que los ojos del Duque, que la observaban con total incredulidad.- Duque Cappel, puedo explicarlo... - intentó.- Alteza... ¿Se está... follándote a mi mujer? - vociferó el duque, con el rostro enrojecido por la ira. - No... - intentó en vano defenderse.- Amor... No es lo que piensas... - La duquesa Cappel trató de engañar a su marido, subesti
- "No puedes usar esto para justificar tus problemas por el resto de tu vida", advirtió su padre.La reina Nair mencionó levantarse y el rey le ordenó que lo hiciera:- ¡Quédate! ¡No volverás a poner una mano sobre su cabeza!El príncipe Lucca intentó coger la mano de su madre, que estaba sobre la mesa, pero ella la apartó de inmediato, impidiendo que su hijo menor la tocara.- ¿Qué se dice hoy de mi hijo, Ricardo? - preguntó el rey a su consejero.- El pueblo del País del Mar alega inmadurez por parte del futuro rey, Majestad, así como incapacidad y descuido para asumir el trono. - ¿Qué sugieres, Ricardo? - ¿A mí, Majestad? - A Ricardo le sorprendió la pregunta del rey.- Sí, tú, Ricardo. Hagamos de cuenta que no conoces a Catriel y que vives fuera del castillo. Todo lo que sabes es que ese irresponsable es tu futuro gobernante. ¿Qué te haría volver a confiar en él?- ¡Seguridad, señor!- ¿Y cómo sería eso, Ricardo?- Una boda e hijos -dijo la reina, suspirando-.- No voy a casarme
AlpemburgMientras Odette y Max discutían fervientemente, intercambiando acusaciones, cerré los ojos y me permití sentir todo el dolor que sabía de antemano que causaría mi hazaña. Intenté prestar atención a lo que decían, pero en lo único que mi mente podía pensar era en el momento en que vi a Donatello tendido en el suelo, con la sangre chorreándole por la cara y las piernas con un aspecto aterrador, como si no le pertenecieran, como si estuvieran hechas de elástico, perdiendo por completo la rigidez que las hacía estar rectas.Sacudí la cabeza, intentando quitármelo de la cabeza, pero no pude. El coche se alejaba a toda velocidad y los dos seguían discutiendo. - Por el momento no hay nada en internet. - Odette se volvió hacia mí, advirtiéndome.Me tumbé en el asiento trasero, acurrucada como un bebé, las lágrimas seguían apoderándose de mí, como si nunca fuera a poder parar.- Han pasado diez minutos - gritó Max - ¿Querías que saliera en todos los medios? ¿Has olvidado que ella ma