En cuanto salí de la habitación, oí que llamaban a la puerta y Odette entró. Ya estaba lista, llevaba un mono amarillo que hacía juego con su piel oscura y su pelo largo y liso, tan negro que brillaba bajo la luz artificial de mi dormitorio.
- ¿Vas a publicar que hoy es el día en que perdiste la virginidad? - preguntó riendo.- ¿Crees que debería poner #perdí-la-virginidad o #descubrí-lo-que-es-un-orgasmo?- ¿De verdad crees que tendrás un orgasmo la primera vez?- ¿Por qué no? Yo creo que sí.- Prácticamente imposible. Arrugué el ceño, aprensiva. ¿A qué te refieres?Mi madre estaba en la puerta, vestida magníficamente para una cena que tenía con mi padre y unos políticos de un país vecino que habían venido a ver Alpemburgo.- ¿Vas a salir? - Me miró.- Sí. Odette y yo vamos a dar un paseo.- ¿Adónde?- A un lugar seguro. Miró a Odette:- Confío en ti.- Por supuesto, Majestad. - Odette sonrió torpemente.- ¿Y yo? - pregunté inmediatamente.- Yo también confío en usted. - Hizo una mueca y luego sonrió, dándome un beso. - Volveremos tarde. No salgas sin seguridad.- Yo no lo haría. - Sonreí libertinamente.Antes de que se fuera a cenar, le pregunté:- Mamá, ¿es imposible venir la primera vez?Satini D'Auvergne Bretonne se lo pensó un momento antes de contestar:- Así es. Sonreí, satisfecha con su respuesta. Ella dio un paso atrás:- Pero ese hombre era tu padre. Es perfecto en todos los sentidos. Así que si encuentras a un hombre que te haga correrte a la primera, ¡no lo dejes escapar! - Me guiñó un ojo.Miré a Odette y le saqué la lengua:- ¡El tuyo no era el hombre adecuado!- ¿Significa eso que Max es el hombre adecuado si hace que te corras?- No... No es para tanto. - Me reí, sacándola de la habitación antes de que nunca nos fuéramos, mientras ella buscaba explicaciones como siempre.En cuanto llegué al coche, Max estaba al volante. No era frecuente que condujera, pero cuando se lo pedía, normalmente lo hacía. Llevaba traje, como exigían las normas de la realeza, y estaba absolutamente guapísimo. Me senté en el asiento delantero, ocupando el lugar habitual de Odette.Odette ocupó el asiento trasero. Otro coche nos acompañó hasta el parque, que estaba cerrado. Como yo era la princesa de Alpemburg, por supuesto estaba abierto especialmente para mí y mis amigos esa noche. El coche en el que el conductor llevaba a otros dos guardias de seguridad afortunadamente aparcó y se quedó en la entrada del parque. No se atreverían a seguirnos todo el tiempo. - ¿Has traído lo que te pedí? - Miré a Odette, que no tenía nada en las manos.- No, Alteza. Lo dejé todo preparado... Junto al lago.Caminé unos pasos y me quejé:- Max, vamos en coche. Me duelen los pies. No podré caminar hasta el lago.- Como quieras. - Se encogió de hombros y me levantó aunque yo no se lo había pedido.Me eché a reír mientras Max me hacía girar como una pluma. Volví al coche en sus brazos. Estaba a punto de entrar cuando Odette tiró de mí y me susurró al oído:- No iré contigo.- ¿Qué quieres decir?- No quiero estorbar. Mucho menos ser una molestia para la pareja.- Pero...- No quieres que te vea perder tu virginidad, ¿verdad?- No... Me empujó suavemente dentro del coche y cerró la puerta, mirando a Max:- ¡Compórtate! Llamaré a los guardias de seguridad. Tienes una hora, ni un minuto menos.Le soplé un beso y Max condujo el coche por el sinuoso camino hasta el lago, ya que yo no estaba para andar tanto y había elegido el lago para perder la virginidad porque sabía que Andy y Alexia también habían estado allí, en el pasado. Odette había estado perfecta: había puesto una mesa en el suelo, con un mantel grueso debajo y unos cojines cómodos. Había aperitivos, todos los que me gustaban, y tres vinos espumosos con hielo en copas de cristal. Incluso se había tomado la molestia de iluminar el lugar con bombillas redondas que parecían luces de Navidad.- Esto parece una cena romántica. - Max me cogió de la mano.- Bueno, no sé si se puede considerar una cena... Pero romántica seguro.Me ayudó a sentarme y me quitó los zapatos, masajeándome los pies. Miré su rostro perfecto a la tenue luz del atardecer:- ¡Gracias por ser tan amable conmigo!- Sabes que me gustas. Y no porque seas una D'Auvergne bretona.- Nunca he dicho que te gustara por mi apellido.- Aun así, quiero que quede claro.Me recosté un poco, relajándome al sentir sus cálidas manos masajeándome. Esperé a que se cansara y subiera por mis piernas, pero no lo hizo. Respiré hondo y agarré las manos de Max, llevándolas sin prisa alrededor de mis tobillos, nuestras miradas se encontraron.No necesité dar más señales. Max comprendió perfectamente que tenía permiso para tocarme. Sus manos se dirigieron a mis muslos, haciéndome abrir las piernas, mostrándole mis bragas blancas de encaje, por aquel momento tan planeadas.En cuanto se acercó a mi intimidad, sentí el calor invadiéndome e instintivamente cerré las piernas.- ¿Te encuentras bien? - preguntó, preocupado.- I... Quiero un sorbo de vino espumoso -dije, sintiendo que me ardían las mejillas.Max abrió el vino espumoso y llenó las copas, mientras yo me preguntaba por qué me había detenido en la mejor parte. Sí, lo había disfrutado. Y me había excitado. Cogí la copa de su mano y bebí un sorbo, sintiendo el efecto de la bebida fría y burbujeante bajar por mi garganta. - ¿Por qué me has traído aquí? - quiso saber. - ¿Y has preparado todo esto?- ¿De verdad no lo sabes? - bromeé, abriendo de nuevo las piernas mientras sorbía el resto del líquido de un trago. Max me miró con deseo, pero no me tocó. Enderezó las piernas, apoyando los brazos en ellas, sin decir nada. Me mordí el labio y me serví otro trago:- ¿No te... ¿No te gusta lo que ves, Max?- Claro que me gusta verte las bragas, Aimê.Sonreí, satisfecho:- ¿Quieres tocarme?- Si quiero tocarte, ¿volverás a huir?- No -dije con firmeza.Max vino instintivamente hacia mí, me tumbó y se puso entre mis piernas, con los ojos fijos en los míos.- "Eres preciosa, Aimê... - Su voz salió débil y llena de deseo.- Bésame, Max... - le pedí.Max inclinó la cabeza y me besó cariñosamente, su lengua se enroscó en la mía mientras una de sus manos tocaba sin prisa el costado de mi cuerpo por encima del vestido de fina tela. El beso fue largo y ardiente. Mis bragas se mojaron, lo cual no era nada nuevo, ya que yo misma era capaz de provocarlo. Cuando Max se apartó un poco, me miró:- Me gustas desde hace mucho tiempo, Aimê.- I... Tú también me gustas -admití-.- Intento decir que... estoy enamorado.- ¿Enamorado? - Casi me ahogo.Enamorada era una palabra muy fuerte, no sólo para aquel momento, sino para cualquier otro.- Si sientes lo mismo que yo, ¿qué nos impide estar juntos? Levanté mi cuerpo, empujándolo suavemente, preocupada, y me senté sobre la tela gruesa y b
Se lo devolví, prácticamente vacío:- No tienes derecho a quitármelo. Beberé todo lo que quiera.Max cogió el vaso:- Estás borracho.- No estoy borracho. ¿Crees que porque alguien sea sincero y diga la verdad no puede estar en sus cabales?Max me quitó el vaso de la mano y lo tiró. Oímos cómo caía al agua. Me levanté, atónita, y cogí la botella de vino espumoso, bebiéndome el resto por el cuello. Cuando terminé, lancé la botella en la misma dirección en la que él había tirado el vaso, señalándole con el dedo:- ¡Has perdido tu oportunidad, "Max"!Max se levantó, atónito:- ¿Por qué no me dijiste antes que no me considerabas adecuada para ti?Me eché a reír:- ¿Creías que lo era? Dentro de unos meses seré una reina, Max.Max negó con la cabeza y se dio la vuelta:- Sólo te preocupas de ti misma. No ves más allá de tu pequeño mundo dorado.- Me importa la gente de Alpemburg más que cualquier otra cosa. Haría cualquier cosa por este país. Max se giró en mi dirección:- No, nunca te ha
País Del MarTan pronto como hubo llegado, el príncipe dejó que su cuerpo descansara sobre el de su esposa, que seguía temblando.- ¡Eres perfecta, Catriel! - exclamó la Duquesa, con voz débil y cansada.Antes de que pudiera decir nada, la puerta se abrió. Ante el semblante preocupado de la Duquesa, el Príncipe giró su rostro preocupado para encontrarse con los ojos del Duque.Catriel se retiró de la Duquesa, levantándose de la cama con los brazos abiertos, tratando de mostrar paz y dejando en claro su "no intención" de pelear. Sintió como el preservativo caía al suelo, completamente lleno de esperma, intentando no mirar en la misma dirección que los ojos del Duque, que la observaban con total incredulidad.- Duque Cappel, puedo explicarlo... - intentó.- Alteza... ¿Se está... follándote a mi mujer? - vociferó el duque, con el rostro enrojecido por la ira. - No... - intentó en vano defenderse.- Amor... No es lo que piensas... - La duquesa Cappel trató de engañar a su marido, subesti
- "No puedes usar esto para justificar tus problemas por el resto de tu vida", advirtió su padre.La reina Nair mencionó levantarse y el rey le ordenó que lo hiciera:- ¡Quédate! ¡No volverás a poner una mano sobre su cabeza!El príncipe Lucca intentó coger la mano de su madre, que estaba sobre la mesa, pero ella la apartó de inmediato, impidiendo que su hijo menor la tocara.- ¿Qué se dice hoy de mi hijo, Ricardo? - preguntó el rey a su consejero.- El pueblo del País del Mar alega inmadurez por parte del futuro rey, Majestad, así como incapacidad y descuido para asumir el trono. - ¿Qué sugieres, Ricardo? - ¿A mí, Majestad? - A Ricardo le sorprendió la pregunta del rey.- Sí, tú, Ricardo. Hagamos de cuenta que no conoces a Catriel y que vives fuera del castillo. Todo lo que sabes es que ese irresponsable es tu futuro gobernante. ¿Qué te haría volver a confiar en él?- ¡Seguridad, señor!- ¿Y cómo sería eso, Ricardo?- Una boda e hijos -dijo la reina, suspirando-.- No voy a casarme
AlpemburgMientras Odette y Max discutían fervientemente, intercambiando acusaciones, cerré los ojos y me permití sentir todo el dolor que sabía de antemano que causaría mi hazaña. Intenté prestar atención a lo que decían, pero en lo único que mi mente podía pensar era en el momento en que vi a Donatello tendido en el suelo, con la sangre chorreándole por la cara y las piernas con un aspecto aterrador, como si no le pertenecieran, como si estuvieran hechas de elástico, perdiendo por completo la rigidez que las hacía estar rectas.Sacudí la cabeza, intentando quitármelo de la cabeza, pero no pude. El coche se alejaba a toda velocidad y los dos seguían discutiendo. - Por el momento no hay nada en internet. - Odette se volvió hacia mí, advirtiéndome.Me tumbé en el asiento trasero, acurrucada como un bebé, las lágrimas seguían apoderándose de mí, como si nunca fuera a poder parar.- Han pasado diez minutos - gritó Max - ¿Querías que saliera en todos los medios? ¿Has olvidado que ella ma
En cuanto me hubo envuelto el pelo húmedo con la toalla, cogí otra y me sequé el cuerpo, luego me puse la bata suave y cómoda que me habían dado y, por último, las bragas. Me di cuenta de que, aunque acababa de salir del baño, seguía llorando sin darme cuenta. Llegué al dormitorio y había una taza humeante de café puro junto a la cama. - Bébetelo todo. No lleva azúcar, pero es a propósito. Te pondrá sobrio. No discutí. Me senté en la cama y me bebí el café cargado, haciendo una mueca. La miré:- I... Me doy cuenta de lo que he hecho... - admití.Odette cogió su móvil y deslizó los dedos por él, luego me miró:- De momento no hay nada en los medios. Será mejor que descanses, Aimê. Mañana te espera un largo día.- I... No fue mi intención. ¿Y por qué mierda estaba Donatello en el parque, observándome, sacando fotos sin permiso?- Nunca te culparán y lo sabes. Tienes que pensar en una defensa. ¿Llamamos ya a un abogado? - ¡No! Primero tengo que hablar con mis padres... - He mirado e
- ¿Cómo? - pregunté incrédulo - Sólo han pasado unas horas...- "La cámara de Donatello debió de ser sustraída durante el rescate", dijo Satini.- Cómo... ¿Está ahí? - pregunté, asustada por la respuesta que me daría.- Está en el mejor hospital del país, bajo la protección de la guardia real. En otras palabras, las imágenes se han filtrado, pero nadie sabe realmente lo que ha pasado. - Estevan intentó calmarme.- ¿Hospitalizado? Entonces... ¿No ha muerto?- No -confirmó mi madre, sentándose en una silla y tirando de mí para que hiciera lo mismo.Me senté, dejando por fin que mi cuerpo se relajara, sintiéndome un poco más tranquila. Donatello no había muerto.- I... Vi sus piernas... - Recordé, aturdida.- Se había roto el fémur... Y ambas piernas. Tenía un traumatismo craneal leve... Y cuando salimos del hospital, le estaban operando de urgencia.Me levanté, sintiendo que mi cuerpo temblaba:- Dios mío... ¿Qué coño he hecho? - Me llevé las manos a la cabeza.- El médico me aseguró qu
- Sabes que estamos en el siglo XXI, ¿verdad?- Todavía te sorprendería una princesa a la que le gusta preparar tés, zumos desintoxicantes y bebidas naturales.- ¿Te sientes mejor?- Saber que está vivo me ha cambiado, ¡créeme! Ahora sólo tengo que disculparme, recuperar mi popularidad y...- Cálmate, Aimê. Vamos a calmarnos. Lo primero que hay que hacer ahora es disculparse por haberlo atropellado.- No fue tu intención...- Igual lo atropellaste.- Mi mayor error fue no ir en su ayuda.- ¡Lo atropellaste, Aimê! - Repitió, lentamente.- En teoría, fue sin querer.Odette se detuvo y me sujetó por los hombros, mirándome a los ojos:- ¡Por favor, no me digas que no te arrepientes de lo que hiciste!Bajé la cabeza, incapaz de mirarla a la cara. ¿A quién intentaba mentir? Mi amiga podía leer hasta mis ojos.- I... Lo he sentido desde el momento en que bebí... Y dije todo lo que le dije a Max. - Lo admití.- Así que sé tú misma. Y admíteselo a Donatello: no lo decías en serio, no lo decías