- Si quiero tocarte, ¿volverás a huir?
- No -dije con firmeza.Max vino instintivamente hacia mí, me tumbó y se puso entre mis piernas, con los ojos fijos en los míos.- "Eres preciosa, Aimê... - Su voz salió débil y llena de deseo.- Bésame, Max... - le pedí.Max inclinó la cabeza y me besó cariñosamente, su lengua se enroscó en la mía mientras una de sus manos tocaba sin prisa el costado de mi cuerpo por encima del vestido de fina tela. El beso fue largo y ardiente. Mis bragas se mojaron, lo cual no era nada nuevo, ya que yo misma era capaz de provocarlo. Cuando Max se apartó un poco, me miró:- Me gustas desde hace mucho tiempo, Aimê.- I... Tú también me gustas -admití-.- Intento decir que... estoy enamorado.- ¿Enamorado? - Casi me ahogo.Enamorada era una palabra muy fuerte, no sólo para aquel momento, sino para cualquier otro.- Si sientes lo mismo que yo, ¿qué nos impide estar juntos? Levanté mi cuerpo, empujándolo suavemente, preocupada, y me senté sobre la tela gruesa y bien estructurada del suelo. Antes de que pudiera responder, Max lo hizo él mismo:- Sé que eres la futura reina de nuestro país, pero yo no soy un hombre sin apellido ni posesiones y tú lo sabes muy bien. Mi padre fue miembro de la corte y mantiene una buena relación con la gente de la alta sociedad de Alpemburgo, lo que difícilmente haría que alguien se opusiera a nuestra relación. - La gente... Espera que me case... Con la realeza. - Arrugué el ceño, confusa.- La gente espera cualquier cosa de ti, Aimê, porque saben que no eres tradicional. En otras palabras, nada les sorprendería.- Eres mi guardia de seguridad privada.- Porque tú me lo pediste.- Intenté ayudarte y lo sabes. Para darte visibilidad... Y el privilegio de servir a la realeza en uno de los puestos más altos y de confianza.- No, eso lo hiciste con Odette. Ella ocupa una posición alta y de confianza.- No era mi intención... degradarte.- ¡Lo sé, mi amor! - Me tocaste la cara. - Pero quiero que sepas que acepté este cargo para estar cerca de ti, pues ya no seríamos compañeros de clase. - Pensé que querías eso, Max.- Lo quería... Por ti.Negué con la cabeza, atónita, levantando mi copa para que la rellenara. Max la llenó hasta la mitad con vino espumoso, haciéndome pedir con impaciencia:- ¡Llénala de una puta vez!Sus ojos se abrieron de par en par.- Digo "joder"... Soy la hija de Satini D'Auvergne Bretonne. - Me bebí todo el líquido, pidiendo más.- No son tus palabras lo que me impresiona, sino la forma en que bebes el vino espumoso como si fuera agua. Tiene un alto contenido de alcohol. - Me voy a la cama. En otras palabras, no corres el riesgo de ponerte en evidencia ni nada por el estilo.- No soy sólo tu guardia de seguridad... Soy tu amigo -dijo mirándome a los ojos cuando se dio cuenta de que me había bebido todo el líquido de la primera botella-.- ¿Eres mi amigo o te gusto como mujer? - pregunté confusa, señalándole con el dedo para que abriera la segunda botella.- Las dos cosas", confesó, abriendo la segunda botella un poco a regañadientes.Cerré los ojos y di un sorbo al líquido espumoso, sintiendo el viento fresco del lago alborotarme el pelo. Sonreí, ligeramente en trance:- Quiero que me hagas mujer, Max.Sentí que su cálida mano me tocaba la barbilla y luego me pasaba por los labios. Abrí los ojos y vi su cara cerca, una sonrisa que mostraba sus hoyuelos en las mejillas, extremadamente linda.- Me siento halagada, Aimê... Pero... ¿Así? ¿Aquí?- ¿Prefieres un hotel de lujo? ¿En mi cuarto?- ¿Tal vez en nuestra noche de bodas? - sugirió.Me reí y empujé el vaso vacío hacia él, que volvió a llenarlo.- ¿Ahora soy el hazmerreír? - preguntó, visiblemente decepcionado.- Lo siento, Max. Pero no puedo casarme contigo. Tengo que casarme con la realeza.- ¿Qué quieres decir? - Arrugó la frente, confuso.- Las princesas se casan con príncipes... Ha sido así toda mi vida. Hoy en día hay pocos países bajo gobierno monárquico. Y necesitan apoyarse mutuamente para seguir existiendo. En otras palabras, los matrimonios arreglados son beneficiosos para ambas partes. Es como si tuviera una carta bajo la manga...- ¿De verdad quieres ser una moneda de cambio? Ya no hay matrimonios concertados desde hace mucho tiempo. Tus hermanas no se casaron con príncipes.- Los Chevaliers son descendientes de la monarquía, Max. Sólo que no llevan corona.- Y sin embargo... Alexia y Pauline se casaron por amor.- No creo en los matrimonios por amor. - ¿Cómo puedes pensar eso? ¿No me amas, quieres casarte con alguien que hereda un país y vive en un castillo y aún así dices que quieres perder tu virginidad conmigo?- El amor y el sexo no tienen nada que ver.Se echó a reír:- Ahora estás siendo inocente, querida Alteza.- Sé que no eres virgen, Max. ¿Cuál es el problema?- No quiero tomar tu puta virginidad a la orilla de un lago sabiendo que nunca será mía, Aimê.- Soy yo quien tiene que preocuparse por eso, no tú. - Volví a empujar el vaso vacío hacia él.- ¡Me gustas, joder!- Dije que me casaría con la realeza, no que le juraría amor eterno. ¿Por qué crees que te he puesto de guardia de seguridad?- Confieso que siento curiosidad por la respuesta... - Se puso el dedo índice en la barbilla, mirándome fijamente.- Porque quería ofrecerle un buen puesto... Y para continuar... Bueno, quedarme contigo. Serás mi guardia de seguridad para siempre, Max. E incluso después de casarme, podremos seguir juntos.- ¡Has bebido demasiado! - Me quitó el vaso de la mano.Se lo devolví, prácticamente vacío:- No tienes derecho a quitármelo. Beberé todo lo que quiera.Max cogió el vaso:- Estás borracho.- No estoy borracho. ¿Crees que porque alguien sea sincero y diga la verdad no puede estar en sus cabales?Max me quitó el vaso de la mano y lo tiró. Oímos cómo caía al agua. Me levanté, atónita, y cogí la botella de vino espumoso, bebiéndome el resto por el cuello. Cuando terminé, lancé la botella en la misma dirección en la que él había tirado el vaso, señalándole con el dedo:- ¡Has perdido tu oportunidad, "Max"!Max se levantó, atónito:- ¿Por qué no me dijiste antes que no me considerabas adecuada para ti?Me eché a reír:- ¿Creías que lo era? Dentro de unos meses seré una reina, Max.Max negó con la cabeza y se dio la vuelta:- Sólo te preocupas de ti misma. No ves más allá de tu pequeño mundo dorado.- Me importa la gente de Alpemburg más que cualquier otra cosa. Haría cualquier cosa por este país. Max se giró en mi dirección:- No, nunca te ha
País Del MarTan pronto como hubo llegado, el príncipe dejó que su cuerpo descansara sobre el de su esposa, que seguía temblando.- ¡Eres perfecta, Catriel! - exclamó la Duquesa, con voz débil y cansada.Antes de que pudiera decir nada, la puerta se abrió. Ante el semblante preocupado de la Duquesa, el Príncipe giró su rostro preocupado para encontrarse con los ojos del Duque.Catriel se retiró de la Duquesa, levantándose de la cama con los brazos abiertos, tratando de mostrar paz y dejando en claro su "no intención" de pelear. Sintió como el preservativo caía al suelo, completamente lleno de esperma, intentando no mirar en la misma dirección que los ojos del Duque, que la observaban con total incredulidad.- Duque Cappel, puedo explicarlo... - intentó.- Alteza... ¿Se está... follándote a mi mujer? - vociferó el duque, con el rostro enrojecido por la ira. - No... - intentó en vano defenderse.- Amor... No es lo que piensas... - La duquesa Cappel trató de engañar a su marido, subesti
- "No puedes usar esto para justificar tus problemas por el resto de tu vida", advirtió su padre.La reina Nair mencionó levantarse y el rey le ordenó que lo hiciera:- ¡Quédate! ¡No volverás a poner una mano sobre su cabeza!El príncipe Lucca intentó coger la mano de su madre, que estaba sobre la mesa, pero ella la apartó de inmediato, impidiendo que su hijo menor la tocara.- ¿Qué se dice hoy de mi hijo, Ricardo? - preguntó el rey a su consejero.- El pueblo del País del Mar alega inmadurez por parte del futuro rey, Majestad, así como incapacidad y descuido para asumir el trono. - ¿Qué sugieres, Ricardo? - ¿A mí, Majestad? - A Ricardo le sorprendió la pregunta del rey.- Sí, tú, Ricardo. Hagamos de cuenta que no conoces a Catriel y que vives fuera del castillo. Todo lo que sabes es que ese irresponsable es tu futuro gobernante. ¿Qué te haría volver a confiar en él?- ¡Seguridad, señor!- ¿Y cómo sería eso, Ricardo?- Una boda e hijos -dijo la reina, suspirando-.- No voy a casarme
AlpemburgMientras Odette y Max discutían fervientemente, intercambiando acusaciones, cerré los ojos y me permití sentir todo el dolor que sabía de antemano que causaría mi hazaña. Intenté prestar atención a lo que decían, pero en lo único que mi mente podía pensar era en el momento en que vi a Donatello tendido en el suelo, con la sangre chorreándole por la cara y las piernas con un aspecto aterrador, como si no le pertenecieran, como si estuvieran hechas de elástico, perdiendo por completo la rigidez que las hacía estar rectas.Sacudí la cabeza, intentando quitármelo de la cabeza, pero no pude. El coche se alejaba a toda velocidad y los dos seguían discutiendo. - Por el momento no hay nada en internet. - Odette se volvió hacia mí, advirtiéndome.Me tumbé en el asiento trasero, acurrucada como un bebé, las lágrimas seguían apoderándose de mí, como si nunca fuera a poder parar.- Han pasado diez minutos - gritó Max - ¿Querías que saliera en todos los medios? ¿Has olvidado que ella ma
En cuanto me hubo envuelto el pelo húmedo con la toalla, cogí otra y me sequé el cuerpo, luego me puse la bata suave y cómoda que me habían dado y, por último, las bragas. Me di cuenta de que, aunque acababa de salir del baño, seguía llorando sin darme cuenta. Llegué al dormitorio y había una taza humeante de café puro junto a la cama. - Bébetelo todo. No lleva azúcar, pero es a propósito. Te pondrá sobrio. No discutí. Me senté en la cama y me bebí el café cargado, haciendo una mueca. La miré:- I... Me doy cuenta de lo que he hecho... - admití.Odette cogió su móvil y deslizó los dedos por él, luego me miró:- De momento no hay nada en los medios. Será mejor que descanses, Aimê. Mañana te espera un largo día.- I... No fue mi intención. ¿Y por qué mierda estaba Donatello en el parque, observándome, sacando fotos sin permiso?- Nunca te culparán y lo sabes. Tienes que pensar en una defensa. ¿Llamamos ya a un abogado? - ¡No! Primero tengo que hablar con mis padres... - He mirado e
- ¿Cómo? - pregunté incrédulo - Sólo han pasado unas horas...- "La cámara de Donatello debió de ser sustraída durante el rescate", dijo Satini.- Cómo... ¿Está ahí? - pregunté, asustada por la respuesta que me daría.- Está en el mejor hospital del país, bajo la protección de la guardia real. En otras palabras, las imágenes se han filtrado, pero nadie sabe realmente lo que ha pasado. - Estevan intentó calmarme.- ¿Hospitalizado? Entonces... ¿No ha muerto?- No -confirmó mi madre, sentándose en una silla y tirando de mí para que hiciera lo mismo.Me senté, dejando por fin que mi cuerpo se relajara, sintiéndome un poco más tranquila. Donatello no había muerto.- I... Vi sus piernas... - Recordé, aturdida.- Se había roto el fémur... Y ambas piernas. Tenía un traumatismo craneal leve... Y cuando salimos del hospital, le estaban operando de urgencia.Me levanté, sintiendo que mi cuerpo temblaba:- Dios mío... ¿Qué coño he hecho? - Me llevé las manos a la cabeza.- El médico me aseguró qu
- Sabes que estamos en el siglo XXI, ¿verdad?- Todavía te sorprendería una princesa a la que le gusta preparar tés, zumos desintoxicantes y bebidas naturales.- ¿Te sientes mejor?- Saber que está vivo me ha cambiado, ¡créeme! Ahora sólo tengo que disculparme, recuperar mi popularidad y...- Cálmate, Aimê. Vamos a calmarnos. Lo primero que hay que hacer ahora es disculparse por haberlo atropellado.- No fue tu intención...- Igual lo atropellaste.- Mi mayor error fue no ir en su ayuda.- ¡Lo atropellaste, Aimê! - Repitió, lentamente.- En teoría, fue sin querer.Odette se detuvo y me sujetó por los hombros, mirándome a los ojos:- ¡Por favor, no me digas que no te arrepientes de lo que hiciste!Bajé la cabeza, incapaz de mirarla a la cara. ¿A quién intentaba mentir? Mi amiga podía leer hasta mis ojos.- I... Lo he sentido desde el momento en que bebí... Y dije todo lo que le dije a Max. - Lo admití.- Así que sé tú misma. Y admíteselo a Donatello: no lo decías en serio, no lo decías
- Hola, Donatello -le estreché la mano-, ¿sientes algún dolor?- Un ligero mareo... - se llevó la mano a la cabeza, arrugando la frente.- Es normal después de una anestesia general. - Le explicó la enfermera.- ¿Qué... ¿Hace usted aquí? - Su mirada era interrogante.- Creo que... Imagina lo que estoy haciendo aquí... Recordando lo que pasó anoche. - Estaba avergonzada.- Recuerdo... Todo. - Lo confirmó.Miré a la enfermera y a Odette y pregunté:- ¿Podrían salir un momento? Me gustaría hablar a solas con Donatello.- "Puedo ausentarme un máximo de cinco minutos, Alteza", explicó la enfermera, "el equipo médico me ha pedido que acompañe al señor Durand a tiempo completo.- Cinco minutos son suficientes para mí. - No me opuse.Odette salió con