- Hola, Donatello -le estreché la mano-, ¿sientes algún dolor?
- Un ligero mareo... - se llevó la mano a la cabeza, arrugando la frente.
- Es normal después de una anestesia general. - Le explicó la enfermera.
- ¿Qué... ¿Hace usted aquí? - Su mirada era interrogante.
- Creo que... Imagina lo que estoy haciendo aquí... Recordando lo que pasó anoche. - Estaba avergonzada.
- Recuerdo... Todo. - Lo confirmó.
Miré a la enfermera y a Odette y pregunté:
- ¿Podrían salir un momento? Me gustaría hablar a solas con Donatello.
- "Puedo ausentarme un máximo de cinco minutos, Alteza", explicó la enfermera, "el equipo médico me ha pedido que acompañe al señor Durand a tiempo completo.
- Cinco minutos son suficientes para mí. - No me opuse.
Odette salió con
- Tu estúpido trabajo de acosarme es aburrido y desagradable.- Alteza, sólo quiero mi lugar bajo el sol.Miré mi reloj y luego a Donatello, respirando hondo:- He venido a disculparme por lo ocurrido. Y ya lo he hecho. Le deseo lo mejor, señor Durand -fui lo más formal posible- La familia real seguirá pagando su tratamiento. Y espero una completa recuperación de sus piernas.- El hecho de que diga lo que pienso de Su Alteza no le exonera de culpa.- El hecho de que le atropellara accidentalmente no le da derecho a ofenderme de la forma en que lo hizo, Sr. Durand.- Alteza, quiero hacer mi final de carrera sobre la princesa Aimê D'Auvergne Bretonne, la hija menor del rey Estevan D'Auvergne Bretonne, un monarca justo que se preocupaba por su pueblo, y hermana de Alexia D'Auvergne Bretonne, la reina que cambió la vida de tantas mujeres en Alpemburgo con su lucha por la justicia y la
Antes de salir para la declaración, que se haría delante del castillo de Alpemburg, ante todos los periodistas y el público en general, vi a mis padres en el salón principal. Satini estaba diseñando un vestido mientras Estevan jugueteaba atentamente con su teléfono móvil.- ¿Nos vamos? - dije, esperando a que se levantaran y nos acompañaran a Odette y a mí al discurso.- ¿Adónde? - Mi padre arqueó una ceja, curioso.- Ahora es mi discurso, papá. - le expliqué.Él y mi madre se miraron y fue ella quien dijo:- Miraremos desde aquí.- ¿Qué quieres decir? Tenéis que venir conmigo.- No, no hace falta. Yo ya he hecho mi parte: he sacado tus fotos prácticamente desnuda de internet y he convencido a la corte de que madurarás pronto y que en el futuro estarán orgullosos de tenerte co
- Significa que a más de la mitad de la población de Alpemburgo no le interesan los contenidos que compartes. - Estevan me miró fijamente.- Es hora de demostrar a la gente de tu país y a todos nosotros que estás preparada para ser reina, hija mía. - Satini me alisó el rostro- Asume compromisos, conoce tu país más allá de los muros del castillo o de la corte. Haz alianzas políticas con otros países en las que Alpemburgo se beneficie de alguna manera. Ya he empezado a hacer algo por ti. He elegido un diseñador local para hacer tu vestido de coronación.- Pero... El director general de Versace ya se había puesto en contacto conmigo... No sólo con ella, sino también con otras marcas. Incluso estábamos pensando en una asociación... Y yo ya me había decidido por Versace.- Liah Archambault Chalamet es una joven promesa que ha dec
Me desperté a la mañana siguiente sintiendo dolor en la espalda y sentía los ojos como si tuvieran arena, tan molestos estaban por el brillo y el ardor. Miré el reloj y había dormido menos de dos horas. Puse el reloj en hora para despertarme, a diferencia de todos los días, ya que mi padre se había quejado incluso de la hora a la que me despertaba.La ira del pueblo de Alpemburg me había cogido por sorpresa la noche anterior. Retirado apresuradamente del escenario, regresé al castillo y permanecí en mis aposentos durante el resto del día, alegando que me encontraba mal. Me invadió una tristeza inexplicable por la forma en que me habían tratado los periodistas y el pueblo.Mi discurso no tuvo lugar. Mi defensa no se hizo y ninguno de mis planes para redimirme delante de todos funcionó.Maldita sea la hora en que decidí beber esa noche, algo que rara vez hac&ia
Seguí caminando por la hierba verde y bien recortada cuando pasaron a mi lado rápidamente, mi padre llevándola en brazos. Me detuve, observando la escena con asombro. Una vez se hubieron ido, empecé a reír, sacudiendo la cabeza. Aunque mi padre no tuviera corona, siempre sería un príncipe. Y un día quise que alguien me mirara como él miraba a mi madre. Y que la llama del amor y del sexo fuera eterna, como la que aún ardía en ellos.Me senté en un sillón bajo una pérgola del jardín. Cogí el teléfono y vi que Odette venía hacia mí. En cuanto se acercó, me advirtió:- Aimê, si yo fuera tú, no abriría las noticias...Sonreí, tirando de su brazo:- Siéntate aquí, Odette. No quiero oír hablar de Alpemburgo. Quiero conocer a los herederos de País del Mar.-
En cuanto llegué en el coche real a la entrada de la urbanización donde vivía Max, el portero me anunció por el interfono. Escuché como su madre, sorprendida, le pedía que me dejara pasar inmediatamente.El chófer se dirigió a la casa de Max, que ya conocíamos. Cuando llegamos frente a la casa, ya nos estaba abriendo cordialmente la puerta a Odette y a mí.Antes de que pudiéramos llamar, el ama de llaves abrió la puerta y se inclinó hacia mí:- ¡Alteza, bienvenido!- Muchas gracias.Entré en la residencia de Max con Odette. Aunque los tres nos conocíamos desde hacía bastantes años, siempre que iba de visita, su madre me trataba con formalidad.Nos saludamos y ella llamó a su hijo, que no tardó en bajar, no muy sorprendido por mi presencia, que sin duda había sido anunciada de antemano cuando
En la puerta de la habitación de Donatello, pedí a Odette y al guardia de seguridad que me dejaran hablar con él a solas.Llamé a la puerta y me atendió su madre, visiblemente sorprendida por mi presencia:- ¡Alteza! - No... Esperábamos su visita.Como no me invitó a pasar, empujé lentamente la puerta, viendo a Donatello con mucho mejor aspecto, con la pierna dentro de una especie de corsé de aluminio que ocupaba gran parte de la cama.Me acerqué a él, mientras la enfermera se levantaba rápidamente, dejaba el libro que estaba leyendo y se agachaba.Vi la otra pierna escayolada, pero no parecía tan rota como la izquierda.- ¡Alteza! - sonrió, con los labios regordetes ligeramente entreabiertos-.- ¿Podríamos charlar un poco, señor Durand?- Por supuesto, señor Durand. - no se opuso.- A
- "Me halaga la invitación, Alteza", dijo Donatello con sinceridad.Sonreí y le dije- Puedes empezar ahora, trabajando desde dentro de tu habitación del hospital.- ¿Ya? - Sonrió, parecía emocionado.- Quiero que anuncies, de primera mano, que no sólo eres mi nueva contratación, lo que hará creer a la gente que te he "comprado"...- Y seguramente me quitarás parte de mi credibilidad como profesional sólo por eso... - añadió riendo.- En fin, no podemos hacer todo lo que los demás quieren o esperan de nosotros, ¿verdad? Aun así, quiero que le digas a la gente de Alpemburg que, junto con mis padres, visitaré el País del Mar por negocios.- ¿País del Mar? - Donatello se sorprendió.- Sí, País del Mar -confirmé. - Nos ha invitado la reina, Nair Levi Mallet. Ser&aacu