En cuanto llegué en el coche real a la entrada de la urbanización donde vivía Max, el portero me anunció por el interfono. Escuché como su madre, sorprendida, le pedía que me dejara pasar inmediatamente.
El chófer se dirigió a la casa de Max, que ya conocíamos. Cuando llegamos frente a la casa, ya nos estaba abriendo cordialmente la puerta a Odette y a mí.
Antes de que pudiéramos llamar, el ama de llaves abrió la puerta y se inclinó hacia mí:
- ¡Alteza, bienvenido!
- Muchas gracias.
Entré en la residencia de Max con Odette. Aunque los tres nos conocíamos desde hacía bastantes años, siempre que iba de visita, su madre me trataba con formalidad.
Nos saludamos y ella llamó a su hijo, que no tardó en bajar, no muy sorprendido por mi presencia, que sin duda había sido anunciada de antemano cuando
En la puerta de la habitación de Donatello, pedí a Odette y al guardia de seguridad que me dejaran hablar con él a solas.Llamé a la puerta y me atendió su madre, visiblemente sorprendida por mi presencia:- ¡Alteza! - No... Esperábamos su visita.Como no me invitó a pasar, empujé lentamente la puerta, viendo a Donatello con mucho mejor aspecto, con la pierna dentro de una especie de corsé de aluminio que ocupaba gran parte de la cama.Me acerqué a él, mientras la enfermera se levantaba rápidamente, dejaba el libro que estaba leyendo y se agachaba.Vi la otra pierna escayolada, pero no parecía tan rota como la izquierda.- ¡Alteza! - sonrió, con los labios regordetes ligeramente entreabiertos-.- ¿Podríamos charlar un poco, señor Durand?- Por supuesto, señor Durand. - no se opuso.- A
- "Me halaga la invitación, Alteza", dijo Donatello con sinceridad.Sonreí y le dije- Puedes empezar ahora, trabajando desde dentro de tu habitación del hospital.- ¿Ya? - Sonrió, parecía emocionado.- Quiero que anuncies, de primera mano, que no sólo eres mi nueva contratación, lo que hará creer a la gente que te he "comprado"...- Y seguramente me quitarás parte de mi credibilidad como profesional sólo por eso... - añadió riendo.- En fin, no podemos hacer todo lo que los demás quieren o esperan de nosotros, ¿verdad? Aun así, quiero que le digas a la gente de Alpemburg que, junto con mis padres, visitaré el País del Mar por negocios.- ¿País del Mar? - Donatello se sorprendió.- Sí, País del Mar -confirmé. - Nos ha invitado la reina, Nair Levi Mallet. Ser&aacu
- Alguien digno no tenía que ser necesariamente de la realeza. - Mi padre lo dejó claro.- Y si fuera un indigente, ¿lo aceptarías? ¿Alguien de fuera de la aristocracia o de tu círculo de amigos? - desafié.Estevan se lo pensó un momento antes de responder:- Aunque no fuese lo que esperaba para ti, si te quisiera, aceptaría. Aimê. - Me cogió la mano cariñosamente sobre la mesa. - No tienes ni idea de lo que es estar enamorado de una persona y estar prometido a otra para siempre.- ¿De qué estamos hablando? - Satini arqueó una ceja, confusa.- De que mi padre estaba enamorado de alguien, pero prometido a ti, mamá. - Sonreí libertinamente.- En este caso, la otra persona de la que estaba enamorado era tu madre. - Lo dejó claro, sonriendo en dirección a Satini. - Pero podría no haberlo sido. Sobre todo porq
Hacía ya unos cuantos años que no oía mi antiguo apodo de "monstruito". Y me alegraba el corazón, pues me traía recuerdos de nuestra unida familia, con mis hermanas viviendo en el castillo y mi querido abuelo, que también era un gran consejero y amigo. Por desgracia, se había marchado con Alexia y Andrew. El vínculo que tenían Sean y Ale era inexplicable. Él era su mecánico y había dedicado años a crear un coche especialmente para mi hermana.De los buenos recuerdos que tenía, el mejor era el de mis hermanas y yo saltando en la cama antes de dormir mientras hablábamos de los chicos que les gustaban. Alexia siempre había estado enamorada de Andrew. Pauline... Bueno, hoy pensaba que se había casado con Enrique y se había quedado embarazada de él sólo para escapar del trono y arrojar la corona sobre la cabeza de otro.Alexia siempre f
- Vaya, ¡qué magnífico! -- Me dejé llevar.El helicóptero está al otro lado. - Me ofreció su brazo, que acepté, enganchando el mío sin pestañear. - Podemos ir andando, si no te importa. Su asesor y el guardia de seguridad pueden subir a la limusina y el conductor los llevará al barco que espera en el muelle. Desde allí los llevarán al castillo.- No hay problema -respondí, dándome la vuelta para emprender el viaje.- No -oí la voz de Max y me detuve, mirando hacia atrás-. - Acompañaré a Su Alteza en el mismo transporte que ella utiliza.Miré a Max, que seguía severo. ¿Podría tratarse de una escena de celos?- ¿No? - Lucca miró a Max y luego a mí. - Él... ¿Dijo "no" a una orden de Su Alteza?- Su Alteza no me dio una orden, sólo estuvo de
Aterrizamos en el helipuerto cercano al castillo y un coche nos estaba esperando. Max se sentó junto al conductor y yo me senté con Odette y Lucca en el asiento trasero. Quería decir mil cosas, pero el paisaje era demasiado magnífico para expresarme oralmente.Lo miraba todo como si fuera un niño que ve un caramelo por primera vez.La carretera era exactamente del tamaño del coche y en pocos minutos estábamos frente a la entrada del castillo, con su enorme puerta de cristal, de un estilo moderno que contrastaba con el edificio antiguo. De hecho, parecía más un edificio de época que uno antiguo. O todo el edificio estaba muy bien cuidado.- Mis padres te darán la bienvenida con una pequeña cena, Aimê -Lucca pronunció mi nombre sin titubear, quitándose de encima a su Alteza y transformando nuestra conversación en algo menos formal, lo cual me gustó
Junto a las ventanas laterales había un hermoso y gran follaje verde, del que no sabía el nombre, ni había visto esta especie en Alpemburgo. Se notaba que era natural, plantado. Junto a la puerta había una moderna mesa de cristal con una cómoda silla y un ordenador portátil. A la derecha había dos puertas en la pared, una de las cuales era sin duda para el aseo y la otra para el vestidor.Una mullida alfombra blanca cubría parte del suelo, la mitad de la cual estaba debajo de la cama. El suelo era de un material que imitaba la madera noble, de color caramelo.- La cena se servirá a las diecinueve -dijo Carmela-. - Estaré aquí a esa hora para recoger a Su Alteza. Sus sirvientes pueden quedarse fuera, junto a la puerta. O si lo prefiere, puede cenar con los demás criados a esa hora.- BIEN...- Su Alteza, la Reina en persona ha organizado toda su visita esta semana. As&iacut
Entrecerré los ojos y el rey empezó a llamarme la atención. Sinceramente, no entendía la forma tan grosera en la que el hombre me estaba tratando, pero le respondí de forma dócil:- ¡Agua, por favor, Alteza!- También tenemos vinos espumosos de calidad. - Continuó afrentado.- ¡Catriel! - La reina le llamó la atención.- Preferiría que no, Alteza. No quiero arriesgarme a beber hasta perder el sentido y pasear desnuda, ¡mostrando mi trasero a todo el mundo! - Le devolví el favor.- ¡Oh, no! ¿Has visto su trasero? - se lamentó la reina, riendo divertida.Miré en su dirección, sonriendo libertinamente, sin confirmarlo.Catriel no se rió. Se dirigió al hombre que preparaba las bebidas y me trajo el vaso de agua antes de que lo hiciera el camarero. Cuando fui a tomarlo de su mano, nuestros de