Max

En cuanto llegué en el coche real a la entrada de la urbanización donde vivía Max, el portero me anunció por el interfono. Escuché como su madre, sorprendida, le pedía que me dejara pasar inmediatamente.

El chófer se dirigió a la casa de Max, que ya conocíamos. Cuando llegamos frente a la casa, ya nos estaba abriendo cordialmente la puerta a Odette y a mí.

Antes de que pudiéramos llamar, el ama de llaves abrió la puerta y se inclinó hacia mí:

- ¡Alteza, bienvenido!

- Muchas gracias.

Entré en la residencia de Max con Odette. Aunque los tres nos conocíamos desde hacía bastantes años, siempre que iba de visita, su madre me trataba con formalidad.

Nos saludamos y ella llamó a su hijo, que no tardó en bajar, no muy sorprendido por mi presencia, que sin duda había sido anunciada de antemano cuando

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