País del Mar (II)

Seguí caminando por la hierba verde y bien recortada cuando pasaron a mi lado rápidamente, mi padre llevándola en brazos. Me detuve, observando la escena con asombro. Una vez se hubieron ido, empecé a reír, sacudiendo la cabeza. Aunque mi padre no tuviera corona, siempre sería un príncipe. Y un día quise que alguien me mirara como él miraba a mi madre. Y que la llama del amor y del sexo fuera eterna, como la que aún ardía en ellos.

Me senté en un sillón bajo una pérgola del jardín. Cogí el teléfono y vi que Odette venía hacia mí. En cuanto se acercó, me advirtió:

- Aimê, si yo fuera tú, no abriría las noticias...

Sonreí, tirando de su brazo:

- Siéntate aquí, Odette. No quiero oír hablar de Alpemburgo. Quiero conocer a los herederos de País del Mar.

-

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