ESTEVAN E AIMÊ

- Habla. - Miré a la chica. - ¿Cómo iba a saber que se llamaba Siena?

Se rió y señaló una pared. No me había fijado, pero su nombre estaba pintado, de muchas formas diferentes, con colores vibrantes y flores. A su lado había un bebé, al que reconocí por sus ojitos. Y la mujer, con su creciente barriga, seguramente su madre.

Podría decir mil cosas, pero el arte de la pared era tan increíble que me quedé sin palabras. Cómo deseaba poder tocar cada pincelada y tener algún día todo lo que él dio a cualquiera menos a mí.

Cuando me volví hacia ellos, Siena estaba más tranquila. La forma en que Catriel la miraba era simplemente inexplicable. Había todo el amor del mundo en la forma en que miraba a su hija.

La niña se bajó del regazo de su padre y se fue. Juro que quise seguirla, pero mis ojos sólo podían mirar el azul profundo de sus iris.

Abrí la boca para intentar defenderme, sin saber si merecía la pena. La vi bajar la tela de su pantalón y sacar una silla, donde Catriel se sentó. Sin pen
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