- Habla. - Miré a la chica. - ¿Cómo iba a saber que se llamaba Siena?Se rió y señaló una pared. No me había fijado, pero su nombre estaba pintado, de muchas formas diferentes, con colores vibrantes y flores. A su lado había un bebé, al que reconocí por sus ojitos. Y la mujer, con su creciente barriga, seguramente su madre.Podría decir mil cosas, pero el arte de la pared era tan increíble que me quedé sin palabras. Cómo deseaba poder tocar cada pincelada y tener algún día todo lo que él dio a cualquiera menos a mí.Cuando me volví hacia ellos, Siena estaba más tranquila. La forma en que Catriel la miraba era simplemente inexplicable. Había todo el amor del mundo en la forma en que miraba a su hija.La niña se bajó del regazo de su padre y se fue. Juro que quise seguirla, pero mis ojos sólo podían mirar el azul profundo de sus iris.Abrí la boca para intentar defenderme, sin saber si merecía la pena. La vi bajar la tela de su pantalón y sacar una silla, donde Catriel se sentó. Sin pen
- Su Majestad... ¿Fue ella... ¿Fue secuestrada por usted?Se rió y movió la cabeza negativamente:- ¡Nunca secuestraríamos a una niña, querida! Es mi nieta.Respiré hondo y dejé salir el aire lentamente por las fosas nasales, confirmando por fin que Siena era hija de Catriel. - No tengo nada que ver con su vida personal, Majestad. No se preocupe, Siena es encantadora. E... Me gustó mucho hablar con ella -aventuré.- ¿Hablar con ella? - Se puso serio. - Siena no habla.Tragué saliva y le miré a los ojos:- Siena habla, Majestad. - No, querida. Sí, emite algunos sonidos. Pero puede que nunca vuelva a hablar.- Entonces... ¿Te habló un día?- Sí. Después del trauma, dejó de hablar.- ¿Qué trauma?- Querida Aimê... Es un asunto de familia. Disculpe...- Su Alteza, tengo que salir para Alpemburg. ¡Ahora mismo!- ¿Ahora mismo? ¿Por qué ahora?- Mi padre acaba de llamar. He sido... Denunciado por lo que pasó... El atropello con fuga -dije torpemente-. - Ha concertado una reunión con los ab
Sonreí torpemente al rey Colton:- Catriel me odia.- Eres la única persona en el mundo que puede cambiar a mi hijo. Y lo supe en el momento en que sus ojos se clavaron en los tuyos cuando entraste en ese comedor hace unos días.- Majestad, el coche está listo y el avión espera a la princesa y a su ayudante -dijo uno de los guardias de seguridad.- Tenemos que irnos -dije cogiendo la mano de Odette-. - Gracias de nuevo por todo.Miré hacia lo alto de la escalera, sintiendo una punzada de esperanza de que viniera a despedirse. Pero no podía esperar nada de Catriel. Porque eso era exactamente lo que tenía para ofrecer: nada.Mientras el auto se alejaba, no pude evitar mirar hacia atrás, viendo cómo el castillo se achicaba a medida que la distancia crecía. ¿Por qué me dolía tanto el pecho? ¿Por qué sentía como si me desgarraran el corazón?Sí, me había gustado aquel país, pero no hasta el punto de sentirme tan triste sabiendo que nunca volvería.Respiré hondo y giré la cabeza hacia delan
- No pasa nada, Alteza. - dijo uno de ellos, sin parecer creíble en absoluto.- Por favor... ¡Necesito la verdad! - insistí.- ¡La gente cree que no está preparada para ser reina, Alteza! - aventuró la mayor de ellas. - Se dice que Su Alteza es inmadura, egoísta y... Prefiero no mencionar el resto. Y que quede claro que no es mi opinión.- ¿Qué hay del atropello?- Que atropelló al Sr. Durand, intentó culpar a su guardia de seguridad y cuando eso no funcionó, viajó al País del Mar para escapar de la situación.- ¿Quiere que me condenen?- Hay división de opiniones al respecto.Respiré hondo y sonreí:- Gracias. Era importante para mí saber la verdad.Licué la fruta y probé el zumo, añadiendo una pizca de azúcar. Serví varios vasos y los coloqué sobre el gigantesco mostrador:- Quiero que lo pruebes. Además de ser bueno, induce al sueño. - Me eché a reír. - No sabía que estabas trabajando y no podías dormir. Perdona.- Hay tiempo para echarse una siesta durante el descanso, Alteza. - U
- Depende de lo que sea una fachada o conveniencia para ti. Seguro que no pensamos lo mismo. Después de todo, yo no me quedaría embarazada de un hombre para eludir mi responsabilidad ante la corona.- Estoy segura de que no lo harías. Sólo sería capaz de atropellar a alguien y marcharme, dejando a la víctima desangrándose. ¿Quién lo hizo peor? ¿Tú o yo?- Tú, porque involucraste a tres personas: a ti misma, a tu marido y a un niño inocente en tu vientre. Sin mencionar a Alexia. Y en consecuencia Andy.- ¡Basta ya! - gritó Satini. - No tenéis edad para pelearos por los asientos o discutir como dos niñas mimadas. ¡Ya he tenido bastante! - Tiró la servilleta sobre la mesa.- No quiero que te cases con el príncipe del País del Mar. - Mi padre me miró seriamente.- Ya he tomado una decisión, papá.- Apenas conoces a esta familia.- Sí que la conozco.- ¿Te... ¿Dormiste con él? - preguntó Satini.- No -respondí inmediatamente.- ¿Por qué coño no? Necesito entender... - preguntó Estevan."Po
Hablar con Alexia siempre me tranquilizaba. Nunca había sentido lástima de mí misma y no la sentiría ahora por unas palabras de Pauline.Al día siguiente, fui a casa de Max con Odette, que intentaba disuadirme de volver a contratarle:- No puedes ir tras él otra vez. Ha vuelto a dimitir.- Pero tendrás que explicarle por qué.- Ya sabes por qué: te quiere.- Quiero a Max como mi guardia de seguridad, Odette. No voy a renunciar a eso, ¿entiendes? - La miré fijamente.Ella asintió, dándose por vencida.En cuanto pulsé el timbre, él mismo respondió. Era difícil encontrarlo así: vestido con una sudadera con capucha y unos pantalones del mismo tejido. Iba descalzo y llevaba el pelo revuelto. Y curiosamente, no podía parecer feo.- Alteza. - Hizo una reverencia libertina.Empujé la puerta y entré, sin invitación. Odette entró tras de mí. Cerró la puerta mientras yo me sentaba en el sofá, pidiendo un vaso de agua al ama de llaves.Max se detuvo delante de mí, cruzándose de brazos:- Si has v
- No importa si Lucca ama a Carmela o no. Él la besó.- ¿Y Lucca te prometió algo?Ella rió irónicamente, mirando a la nada:- ¡Claro que no! Ni él podría. Lucca no sabe cumplir promesas. Está comprometido contigo, ¿verdad?Respiré hondo y cerré los ojos:- Creo que me gusta Catriel.Como no hubo respuesta de su parte, abrí los ojos y la encaré:- ¿Escuchaste lo que dije?Se echó a reír.- Odette, ¡lo dije en serio!Mi amiga siguió riéndose un rato hasta que logró contenerse:- No "creo" que te guste Catriel. Estoy completamente segura. De hecho, creo que a todo el mundo le gusta.- É... ¿Tan visible?- Desde el momento en que mencionó su trasero, ¡Alteza! - se burló.Sonreí y negué con la cabeza:- Qué extraño. Nunca imaginé que me gustara alguien y que pudiera hacer tanto daño en mi interior.- ¿Y eso por qué?- Porque no soy correspondida. Y eso duele mucho. Y entiendo perfectamente a Max.- No creo que el príncipe heredero no esté interesado en ti, Aimê.- Catriel está enamorado d
- Será difícil escapar a una condena, por pequeña que sea -dijo seriamente uno de los abogados.Yo seguía mirando la mesa de cristal, como si fuera lo más importante del mundo en aquella reunión.- Alegaremos la verdad. Que no tenía intención de hacerte daño. - Estevan fue tajante.- Cuando ponía la mano en el volante borracha, había un riesgo -dijo el otro.- ¿De qué puto lado estás? - preguntó Satini, furiosa.- Del lado de la princesa, Majestad -se justificó rápidamente-. - Pero aun así, tenemos que hablar con franqueza.- Y el hecho de que el señor Durand no le haya denunciado y se niegue a acusarle, ¿ayuda en algo a mi hija?- Sí, por supuesto, Majestad. Pero sigue sin exonerarla de culpa.- Si mi hija es condenada, yo ocuparé su lugar -dijo Satini.Levanté la vista y me enfrenté a ella:- ¡No, no lo harás! Asumiré la culpa y cumpliré la condena, sea la que sea. Quiero librarme de esta mierda de una vez por todas.- ¿Y la coronación, doctor? - preguntó mi padre.- No cambiaremos