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De nuevo siento el olor estéril del hospital, siento un dolor de cabeza soportable, pero preferiría no tenerlo.

—¿Se lo vamos a decir?— se escucha que alguien dice en voz baja, pero por el silencio incómodo del hospital puedo esuchar sin problema.

—Claro que sí —responden, alzo la mano, siento que tiene algo en la piel y me arde y que me duele. Tengo algo clavado en la vena de la mano... frunzo el ceño, ¿no debería de tener un yeso o algo así?

—Maxine— es una voz suave la que me envuelve, es sutil y desprende amabilidad. —¿Cómo te sientes, cariño?— murmura suavemente. Hannover me mira directo a los ojos, su mirada me asusta.

—Me caí por las escaleras —recuerdo inmediatamente, intento levantarme de la camilla, pero hay cosas que no me dejan hacerlo, una de ellas, el dolor.

—Lo sabemos, Max, por favor, no intentes levantarte, porque... te vas a lastimar— tiene los ojos rojos, vreo que mi mejor amigo a estado llorando.

—Hannover...— susurro con miedo— ¿estoy bien?— pregunto aterrada de
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