No me queda nada más que sonríer y hacer de cuenta que aquí no pasa nada. Es muy normal que el mejor amigo de Max, una persona la cual apenas y conozco, me haya traído cargando hasta la mesa.
—Buenas tardes a todos— susurro mientras me acomodo en la silla y me coloco la servilleta en el regazo.— Decidí que si los voy a acompañar.
—Nos da mucho gusto, Max— responde Juliette, Jules manda a una de las chicas con mi comida.— Estamos completos ahora.
—Claro— responde con un tono sarcástico la señora Natalia. —¿Por qué no desayunaste con nosotros, niña?— aquí viene.
—Me lastime el tobillo, señora Natalia— respondo,— por eso es que Sabastian me ha traído cargando.
—¿A qué se debe esa torpeza?— Mason suspira hondo, supongo que conoce a su madre y
En serio me gustaría decir que ahora mismo quiero salir corriendo sin poner la excusa de mi pie, pero estaría mintiendo, porque no quiero huir del monumento que está frente a mí, mirándome fijamente, de una forma que me acalora. Sus ojos están llenos de oscuridad y misterio, me hacen sentir como una presa, a punto de ser atacada por su depredador, espero que después de ser atrapada sea devorada, porque eso es lo que quiero. Mi respiración cambia, se agita y mi corazón se acelera en el momento en el que Max da un paso más, uno que nos acerca un poco más, me hace querer pecar, pero me resisto.—Maxine... —arrastra mi nombre de una forma inigualable, ahora sé que nadie puede pronunciar mi nombre de una mejor forma más que él.— ¿Puedes mirarme a los ojos?— soy una chica que odia las órdenes, pero él debilita mis barreras, me hace salir de
Tomo varias bocanadas de aire, sus ojos están encima de mí, mirando como me deshago por él. Gritos contenidos, gemidos medidos y mis puños cerrados al rededor del edredón son los testigos de lo que está pasando aquí. Max pasa su dedo índice por debajo de mis bragas, juega como siempre a tocar y a no tocar, es una maldita tortura, pero me gusta.—¿Siempre estás así de humeda? No sabes cuanto logra ponerme el hecho de que al tocarte estés mojada, lista para lo que viene— lo que dice me vuelve loca, admito que su toque me dedenfrena, pero todo lo que sale de su boca me enloquece.Mi humedad es el reflejo de lo que él logra hacerme sentir, lo veo y no puedo controlar a mi cuerpo, no importa la situación, verlo me pone mucho.—¿Qué efecto causo yo en ti?— me atrevo a preguntar. Max cesa su caricia, pero no deja de hacerlo
—¿Podrías dejarme sola?— pido con un hilo de voz,— no quiero verte, por ahora, no me siento cómoda estando a tu lado.— Suspiro hondo porque temo que voy a llorar de nuevo.—Quiero quedarme— responde en un tono bajo y sutil.— Déjame quedarme, por favor. Dame una noche, una sola noche, que sea tranquila y ya, después de esto, te prometo que no te vuelvo a molestar. Ya no te buscaré, ya no intentaré hacerte daño, ni a ti ni a Hannah, pero por favor, permítame quedarme aquí.—¿Por qué quieres hace esto?— nos miramos un segundo a los ojos, pero es él quien los retira.—Es lo que debí de hacer desde el principio, debí quedarme contigo cuando era necesario. Sé que las cosas no cambian de ningún sentido o forma, pero déjame dormir a tu lado. —¿Debería de hacerlo
Increíblemente, mi pie solo tiene ahora un moretón, ya casi no duele cuando lo muevo. Parece que está sanando, así que uso un par de sandalias cómodas que me pueden ayudar a caminar sin lastimarme. Busco mi perfume entre mis cosas, ocupo una bruma para ponermela en mi cuerpo. El olor me gusta, espero que este olor que llevo, se impregne en el cuerpo del hombre que me gusta, espero que no pueda sacarme de su cabeza gracias a mi olor por los aires.Mi corazón no puede entender porque razón no se dio la vuelta anoche, no entiendo porque no se volteó y me dijo todo lo que yo estaba esperando. No dijo nada, solo se marchó, como si todo lo que había dicho, llenándose la boca de disculpas y falsos sentimientos, nada de eso le importó. Solo jugueteo con mi dignidad. Abro la puerta de mi habitación, el pasillo está lleno de personas, Maddox y Mason, también está la se&
Aprendí a montar cuando tenía catorce años y no fue hasta los 15 años que Simón llegó a mi vida. Miraba desde lejos como Hannah era obligada a tomar sus clases de equitación forzosas, su madre quería que su hija tuviera un futuro como competidora en esa rama. Hannah simplemente cumplía con su deber y los caprichos de su madre, en ese entonces deseaba ser ella y poder tener esas clases que para mí eran tan interesantes. Una vez, Juliette decidió presenciar las clases de su hija, bastó con observarla para darse cuenta de que ese deporte tan bello no era el adecuado para su hija. Y bendito sea el día en el que Juliette se dio cuenta de mis deseos y mis ganas de ser yo quien pudiera tomar esas clases, porque ella con mucho amor y ternura me ofreció pagarme las clases con el mismo entrenador de Hannah.Los caballos se convirtieron en mi razón de vivir, de por si, siempre
Admito que el pie me duele un poco, pero ni ese pequeño dolor hará que pueda perder ante este hombre tam complejo, orgulloso y mentiroso, sería una vergüenza para Ed, mi entrenador, perder ante Max. Miro desde mi posición a Hannah, está cordinando el lugar donde se pondrán los obstáculos, ya que sí hay, son con los que practicabamos, pero se quitaron porque estorbaban. No emito ninguna palabra a pesar de que estoy junto de Max, esperando a la señal de la señorita que organiza todo.—Te te extrañé mucho, Simón —le susurro a mi caballo en la oreja, este se sacude, le he provocado nervios.— Lo siento, guapo.—Eres muy cariñosa con tu caballo —quisiera reponderle con alguna frase sarcástica llena de altanería o al menos con una grosería, pero decido guardar silencio. No me interesa platicar con él, no somos a
Maximiliam.Querido diario, había dejado de hacer mi arte en ti, por razones que aún no conozco. Pero he decidido que quiero hacerlo, tengo miedo de expresar lo que siento en letras, pues tiendo a ser muy inexpresivo, porque no soy bueno diciendo lo que me molesta, lo que siento o lo que me perturba. Hoy decidí abrirte, porque admito que ni siquiera sé porque estás dentro de mi equipaje, quizás estas aquí porque desde un principio sabía que hoy por fin, después de tanto tiempo tengo motivos para escribir, porque hay alguien que me perturba, alguien que me molesta, que me hace sentir y que se llama Maxine.
Le doy un pequeño golpe con el pie a Simón para que avance, este hace caso a la indicación y emprende el trote, vuelvo a golpear y este galopa con más fuerza. Eso es, pequeño Simón, desgraciadamente, Maximiliam y Dona ya están bastante adelante, pero lo que me soprende es la forma en la que maneja el caballo, corren tan... pareciera que son uno mismo. Es como si max fuera parte de caballo, corren juntos, una conexión que no pensé que tendría con Dona. El primer obstáculo aparece en el camino de Max.—No podrá hacerlo— digo en medio del trote, el aire revolotea mi caballo, haciendi que este se me pegue en la cara. —No podrás saltar.— El obstáculo no es tan bajo, es alto y largo, Dona no está listo para él y si lo estuviera, el que no está listo para poder saltar algo así es Maximiliam. —No podrá...— abro