19

Tomo varias bocanadas de aire, sus ojos están encima de mí, mirando como me deshago por él. Gritos contenidos, gemidos medidos y mis puños cerrados al rededor del edredón son los testigos de lo que está pasando aquí. Max pasa su dedo índice por debajo de mis bragas, juega como siempre a tocar y a no tocar, es una maldita tortura, pero me gusta. 

—¿Siempre estás así de humeda? No sabes cuanto logra ponerme el hecho de que al tocarte estés mojada, lista para lo que viene— lo que dice me vuelve loca, admito que su toque me dedenfrena, pero todo lo que sale de su boca me enloquece.

Mi humedad es el reflejo de lo que él logra hacerme sentir, lo veo y no puedo controlar a mi cuerpo, no importa la situación, verlo me pone mucho. 

—¿Qué efecto causo yo en ti?— me atrevo a preguntar. Max cesa su caricia, pero no deja de hacerlo

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