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Aprendí a montar cuando tenía catorce años y no fue hasta los 15 años que Simón llegó a mi vida. Miraba desde lejos como Hannah era obligada a tomar sus clases de equitación forzosas, su madre quería que su hija tuviera un futuro como competidora en esa rama. Hannah simplemente cumplía con su deber y los caprichos de su madre, en ese entonces deseaba ser ella y poder tener esas clases que para mí eran tan interesantes. Una vez, Juliette decidió presenciar las clases de su hija, bastó con observarla para darse cuenta de que ese deporte tan bello no era el adecuado para su hija. Y bendito sea el día en el que Juliette se dio cuenta de mis deseos y mis ganas de ser yo quien pudiera tomar esas clases, porque ella con mucho amor y ternura me ofreció pagarme las clases con el mismo entrenador de Hannah. 

Los caballos se convirtieron en mi razón de vivir, de por si, siempre

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