Sofía (alias Isabel). Durante todo este proceso, la ira que había acumulado había disminuido, lo suficiente, como para poder hablar con cierto policía gillipollas, sin querer asesinarlo tras la primera silaba que pronunciara. - “Nada de saltar como una tigresa, nada más abrir la puerta, lo escuchas calmada, y le dices lo que le tienes que decir, dejándolo claro todo, después instalas el muro de Berlín con todo lo que encuentres, y a dormir, que estas agotada. Oíste bien, a dormir, nada de montarla, ni agresiones físicas, Sofía Martínez, que nos conocemos.”- me dije a mi misma en alto, y tuve que repetírmelo varias veces, antes de abrir la puerta para salir del vestidor. Cuando salí, nada salió como yo había previsto, al parecer había tardado más de lo que pensaba, ya que ahora, en uno de los dos lados de la enorme cama, estaba acostado y dormido, Vermont, que por lo que pude observar muy nítidamente, y casi sin parpadear, sin al menos la parte superior del pijama. Mientras part
Narrador. Mientras todo esto pasaba, esa noche, en la mansión Wilson, en Key Tower, el edificio más alto de Cleveland, y del estado, donde se encontraba la residencia de Andrew Corneld, este hablaba con su ayudante, el misterioso, callado y oscuro, Cotton Macferson, después de regresar de la recepción. - “No sé, pero algo me dice que la llegada repentina del heredero de los Wilson, y su interesante esposa, no es casual.”- le dijo el primero mientras se tomaba con placer, su té árabe. Durante la celebración, y por el papel que representaban, había tenido que hacer que bebía alcohol, gracias a Alá, que tenía una técnica muy depurada para hacer creer que era un excelente bebedor, y conocedor de esa sustancia que el Corán prohibía, esa maldita sustancia que debilitaba y volvía loco a los infieles. Pero como todos, él era otro escalón más en la guerra santa que llevaba desde hacía siglos, su pueblo, así que como le habían enseñado desde pequeño, su deber era transformarse en la espada,
Sofía (alias Isabel). Poco a poco me fui despertando, me sentía cómoda, con el grado de calor y comodidad adecuados para que no tuvieras ganas de levantarte, sabía que tenía que abrir los ojos y desperezarme, pero estaba tan gusto, sentía tanto placer, estaba tan excitada, ese calor y ese olor a mi alrededor, esas manos que me acariciaban, ese cuerpo que se acomodaba contra mí… - “Espera ¿qué me acariciaba y se acomodaba? ¿Qué demonios?”- pensé diciendo la última frase en alto, mientras de golpe abría los ojos. Sentía detrás en mí, a la altura de mis glúteos, como alguien se restregaba contra mí, y no eran precisamente las manos lo que con afán se pegaba a mi cuerpo, era algo duro que crecía con cada frotación que hacía, mientras al menos una de sus manos le estaba dando un buen repaso a uno de mis senos, que ya estaba endureciéndose, mientras la otra me sujetaba por mis caderas, para que me pegara más contra su, ya más que despierto, cuerpo. A las pruebas me remitía, eso que sent
Vermont. -“¡Mamá por dios!, ¿no sabes tocar la puerta?”- fue lo único que pude decir desde el suelo, ya que estaba más adolorido aún, pero en otras partes del cuerpo, tras haber sido golpeado, dos veces esta mañana, por la misma mujer, aunque en realidad el dolor de la zona donde fui golpeada la primera vez, ahora era por otra razón, una muy frustrantes, y todo por la otra de las razones de lo que había pasado, en lo que llevaba de mañana, que era ser descubierto en los preliminares de desnudar y sumergirme, en la que según la ley, es mi tierna, deseable, y tentadora esposa Salvando el error que, desde un principio, yo sabía que eso no podía ser. Salvando que llevaba toda la noche soñando con desnudar y alimentarme de la deliciosa Jessica Rabbit. Por último, salvando que, claramente, ya que mi mente se había desconectado de mi cuerpo, y este maldito adicto, cedió a sus deseos, llevado a cabo físicamente, lo que sólo mi mente se permitía sólo en sueños. Así se apropió del cuerpo de
Sofía (alias Isabel). Mientras veía a Vermont alejarse, sabía que se había batido en restirada, y aunque me sentía ganadora, tengo que reconocer, que no me gustó la sensación. Desde que había salido del vestidor con la intención de enfrentarme con valor a la madre de He-man, después de pasar por la situación más vergonzosa, humillante, alterante que había tenido en toda mi vida, y no sólo hablo de ser sorprendida, por la madre de mi marido, mientras intentaba arrancarle la ropa, para después dejar que mi mente pervertida, y mi cuerpo, descontrolado, devorase a su único hijo, sino que también por todo lo que nos llevo a esa situación, desde el minuto que me deje abrazar por ese hombre toda la noche, hasta el último gemido, que solté, mientras mi suegra entraba por la puerta, como Atila el rey de los Humos. Pero resultó que la sorpresa me la llevé yo, al encontrarme que yo no era la única que estaba siendo castigada mentalmente por una mujer tan intensa, aguda, y peligrosa, que ha
Vermont. - “Bueno hijo, ya está todo preparado, ¿vamos juntos a las cede, o prefieres ir acompañado de tu esposa?”- me preguntó mi padre esa mañana, mientras desayunábamos los dos solos. Ni mi madre, ni Sofía, digo Isabel, se habían levantado aún, aunque tampoco me había acostado esa noche prácticamente, me había pasado toda la tarde, desde que habíamos llegado del centro comercial, y toda la noche, encerrado en el despacho de mi padre, revisando toda la información que mi padre había pedido a su secretaria, sobre los contratos que hasta ahora había entre Corneld Industries y Wilson Weapons Technology, así como los futuros contratos por negociar. La información era tal que había desistido de descansar esa noche, únicamente había dormido, un par de horas en el sofá que tenía mi padre tenía en su despacho. En varias ocasiones, recuerdo que lo había usado mi padre, cuando mi madre se enfadaba con él, así que Howard J. Wilson se había asegurado, que ese sillón fuera lo suficientemente
Sofía (alias Isabel). Me encontraba sumida en un sueño, donde un estúpido, muy atractivo y medio desnudo He-man, se alejaba de mí, y yo, como una idiota, me dedicaba perseguirlo, como si me fuera la vida en ello, ya estaba hasta agobiada, así que cuando, el sonido de vibración de mi móvil me despertó, agradecida, y a duras penas, tanteé con los ojos cerrados, en busca del bendito aparato. - “¿Sí?”- pregunté descolgando sin tan siquiera mirar el móvil. - “¿Aún estas en la cama?, pensé que a estas horas y con todo lo que ayer estuvo investigando Vermont, estarías a su lado ayudándolo a analizar la información.”- la voz de Samary me despertó. - “Bueno eso depende, lo mismo Vermont, después del gran trabajo que hizo ayer, tuvo aún energías, la suficientes, como para agotarte las tuyas, ¿o no es así pícara mexicana?”- dijo Vale a continuación, de que la inteligente exmodelo me hubiera hablado. - “Buenos días a la dos, ¿se puede saber por qué me llamáis, a las …? ¡¿Son las seis de la
Sofía (alias Isabel). -” ¿Cómo que no hace falta pedir cita para hablar con mi prometido?, ¿quién demonios te crees que eres? Lo que faltaba, todas las zorras son iguales, como los carroñeros, huelen el dinero, y viene corriendo.”- la verdad es que cuando oí a la señorita de sociedad, no quise enfrentarme a ella, pero nadie me llama carroñera, y menos zorra, además tenía demasiada prisa para aguantar las pataletas de la barbie prostituta. Así que opté por la vía rápida, aunque después de lo que ocurrió, la verdad fue que me arrepentí, a lo grande. -” Pues, si no estoy equivocada, soy Isabel Wilson, la esposa de Vermont Wilson.”- puedo jurar que durante unos segundos todo quedó en silencio, como si las personas que me rodeaban, que no eran pocas, por encima un total de siete, incluyendo a la barbie prostituta, se hubieran quedado mudas. Estaban como analizando lo que yo acababa de decir, sin podérselo creer, así que la indignación sobre todo de la rubia de clase alta, no se hizo es