Lo que no se planea

Arya repasó las reglas de Ayden, subrayando las que le parecían excesivas y haciendo anotaciones en algunas de ellas. Sabía que había cosas que debía respetar, como el hecho de no comer marisco crudo, o sushi. Ella amaba el sushi y era algo que extrañaría.

No repara en salir de la habitación, esta tiene su propio baño, así que se ducha antes de dormir. Un mensaje en su teléfono entra justo cuando se dispone a recostarse.

Ayden_ 11:23 p.m.

¿Estás despierta?

La joven rueda los ojos y con toalla en la cabeza y la misma ropa que traía sale de la habitación en busca del millonario.

—Acá estoy —advierte en voz alta al salir al pasillo.

Toda la casa yace a oscuras excepto por una tenue luz que viene desde una habitación. La puerta de esta se abre y sale Ayden en pantalón de chándal, sin camiseta y descalzo.

Arya tiene que asegurarse de tener la boca cerrada cuando se percata de lo hermoso de su cuerpo. Unos bíceps y vientre bien trabajados son algunas de las cosas de las que se da cuenta. Siente como sus manos tiemblan y su corazón se acelera mientras él se va acercando.

—¿Has terminado de leer el contrato? —pregunta él notando que se acaba de bañar y que sus pezones erectos se traslucen por debajo de la delgada tela de su blusa.

Arya se da cuenta de la mirada de él y pone los brazos cruzados sobre sus senos.

—Sí, ya lo leí todo e hice unas anotaciones —ella se gira para ir en la búsqueda de ellos, Ayden camina detrás de ella mirando su delgado cuerpo e imaginándosela desnuda—. Toma, espero que consideres sinceramente mis propuestas, recuerda que soy casi una doctora y sé que puede y no afectar al bebé.

—De acuerdo, mañana iremos a las diez a la primera cita a la clínica, mi chofer pasará por ti —indica él sin mirarla, su vista yace sobre los papeles que ella recién le ha dado—. Al menos tus peticiones son comprensibles. Mañana te haré saber.

Ayden camina hasta la pared cercana tocando un panel y este se abre dejando ver la entrada a un amplio ropero.

—Te dije que tendrías todo lo que necesitas —señala dentro y Arya se asombra al ver tal tamaño de guardarropa—. Es todo tuyo, iremos comprando lo que necesites conforme pase el tiempo. Sécate el pelo, lo tienes mojado y te puedes enfermar.

Arya no sabe qué decir, así que murmura un escueto, gracias. El pulso de Ayden se acelera al ver la reacción de ella, pero se mantiene a raya. Él sale de la habitación sin esperar, pero antes que cruce la puerta logra escuchar un “Buenas noches, señor” de los labios de la joven. «Unos labios muy besables», piensa él y luego regresa a su habitación.

A la mañana siguiente, mientras esperan a la doctora que les atenderá, Ayden comprueba con su padre la cita de esa noche, ambos están nerviosos. Lo nota, pues, Arya no deja de morder sus uñas.

—Déjate las uñas en paz —pide apretando la mandíbula—. Me desespera ver como lo haces.

Arya deja de hacerlo de inmediato e intenta quedarse tranquila.

—Estoy ansiosa, anoche no pude dormir bien y hoy no pude ni probar bocado, ¿y si tu padre nos descubre? —pregunta con dudas en la cabeza y el alma—. ¿Me da miedo…?

—¿Arya Harley? —pregunta la asistente de la doctora interrumpiendo el comentario de la joven—. Pasen.

El hombre apuesto se pone de pie, a su lado la joven futura gestante se ve escurrida y desaliñada. A pesar de que se ha puesto unos jeans que se ajustan a sus casi inexistentes curvas y una blusa color coral manga larga y zapatos bajos, se sigue viendo fuera de lugar.

La sola presencia de Ayden Emory imponía, no solo por su altura, sino por su complexión atlética pero esbelta, así como su carácter y su belleza. Era un adonis para todo el que se atreviera a darle una buena pasada con la vista.

—Buen día, tomen asiento —invita la doctora abriendo el expediente clínico recibido de Arya—. Veo que el procedimiento a seguir será una inseminación artificial, ¿es así?

—Así es, tenemos todos los papeles en regla y el contrato ya ha sido entregado al área legal —Ayden extiende una carpeta frente a la doctora y este la abre—. Esta es la carta de aceptación y la aprobación legal.

La doctora revisa que todo esté en orden, para luego regresarle la carpeta a él. La doctora les indica el tratamiento y revisa el estado físico de Arya, luego de hacer sus conclusiones les advierte de algunas dificultades que se puedan presentar.

—Como les dije, la inseminación artificial puede ser exitosa como no serlo, pero para ello te pondré en tratamiento, a ambos —advierte y extiende una receta médica—. Arya, dado que tu menstruación está por llegar, te inyectaremos este medicamento que hará que tus óvulos sean mejor receptores. Y en tu caso, Ayden, tomarás estas hormonas para fortalecer a los espermas. Sigan las indicaciones que he puesto ahí y los veré en tres días. Ah, y Arya, te he recetado unas vitaminas prenatales que te harán bien.

—Gracias, doctora Packard —dice Arya poniéndose de pie para salir.

Ayden es el que termina los agradecimientos y alcanza a la joven en el estacionamiento.

—¿Estás bien? —pregunta al verla lívida.

—Sí, solo abrumada, pero estoy bien —miente y aunque él se da cuenta no dice más.

—¿Quieres comer algo? —pregunta por cortesía—. Puedes…

—Estoy bien, vuelve a lo que sea que hagas, iré a tu casa.

«Tu casa» piensa él y recuerda que ella está sola.

—Venga, vamos a casa —invita abriendo la puerta del chofer—. Tengo que contarte algunas cosas de mi familia, ponerte sobre aviso.

Arya sube y él toma su lugar junto a ella detrás del volante. Enciende el auto y sale al tráfico de la ciudad.

—Mi padre heredó la compañía de mi abuelo y, por ende, se supone que yo la heredaría —explica sin dejar de poner atención en las calles—. Sin embargo, mi hermano de un tiempo acá se ha estado esforzando mucho y presionando para que le deje parte de esta.

—¿De qué es la compañía de tu familia? —pregunta con curiosidad la joven.

—Es de diversos productos, maquillajes, cremas, farmacéuticos, perfumes… tenemos una gran variedad de stock para ofrecer, pero mi hermano como médico quiere quedarse con el área farmacéutica, planea dividir la empresa —expone Ayden apretando el volante—. Mi padre le ha dicho que no tiene hijos, ni un heredero, lo mismo me ha dicho a mí, pero bueno, lo importante que debes saber es no confíes en él, es mi hermano, pero es un bastardo sin escrúpulos.

—Vale, entonces tienes un hermano que es un bastardo sin escrúpulos y un padre chantajista y manipulador, no confiar. Anotado —Arya hace una seña señalando su sien.

Ayden se ríe de la jovialidad con la que se expresa y por un momento siente que la vida ha sido demasiado larga. Tan solo tiene treinta y un años, aun así, siente como si tuviera sesenta.

—¿Algo más que te interese saber? —pregunta él siendo más accesible de lo normal.

—Tu comida y postre favorito.

—Me gusta comer la lasaña, y de postre… la crema de cacahuate. Pero mi postre favorito son las fresas con chocolate…

—¿En serio?

—¿Qué tiene?

—Nada, solo me pareció curioso. A mí me gusta mucho el sushi y de postre, las fresas con crema… me pueden envenenar con eso y no me daría cuenta.

Ayden suelta una sonrisa a carcajadas al escuchar la expresión de Arya. Ella se asombra de verlo tan relajado, pues nunca creyó que lo vería así. Al menos tenían en común las fresas.

Cuando menos se dan cuenta, están en el estacionamiento y suben al departamento. Pasan la tarde charlando hasta que se preparan para ir a la cena. Arya se pone un vestido de escote en v con volantes de color negro, se hace unos cuantos rizos en el pelo para darle volumen y se maquilla discretamente. Al salir de la habitación, Ayden la espera en la sala y se queda boquiabierto al verla.

«Está bellísima» piensa para sí mismo.

—¿Lista? —pregunta en voz alta y ella asiente con un rubor tiñendo sus mejillas.

Son llevados por el chofer personal de Ayden hasta la casa de su padre en Cobble Hill. Cuando llegan el apuesto millonario baja para abrirle la puerta a ella tal como lo propusieron. A pesar de su reticencia a tocar a una mujer, este lo hace. Ambos entrelazan sus manos sintiendo como sus palmas se tocan entre sí.

Ayden cubre por completo la mano de Arya, sienten la electricidad pasando por su piel y el roce de cada movimiento provoca aleteos en el corazón y estómago de ella.

—Recuerda, como lo planeamos —repite Ayden y toca el timbre.

El viejo Gerard es el que abre, no se iba a esperar a que su ama de llaves abriera para ver si era cierto lo que su hijo había dicho.

—¡Chicos, bienvenidos! —saluda al abrir la puerta—. Pasen, tu hermano, Mark ya ha llegado,

—Padre, ella es Arya, mi novia —ambos se suelta de la mano para que ella pueda saludar a su falso suegro.

—Bienvenida Arya, me da gusto conocerte, nunca esperé que este momento llegara —dice abrazándola y ella se sorprende del gesto.

—Gracias, el gusto es mío. Ayden ha hablado mucho de usted —comenta aun cuando sabe que no es así, solo le ha dicho lo esencial—. He traído un presente para usted. Directamente desde Cuba.

La joven le entrega una cajita de madera con puros cubanos dentro.

—Tú si sabes, chica, estos son los buenos —advierte llevándose uno a las narices para olerlo—. Huelen… exquisitos.

Ayden observa el intercambio de palabras, pero sabe muy bien que la cortesía en su padre se hace presente por encima de sus verdaderas intenciones. Al entrar a la sala, su hermano Mark se acerca para presentarse.

—Mucho gusto, Arya, soy Mark —saluda tendiendo su mano.

Ella reconoce que lo apuesto es de familia y se asegura de que no se note que ha quedado anonadada por el hermano de Ayden.

—Mucho gusto —saluda y aunque busca el contacto de la mano de Ayden esta no llega

Sin embargo, cuando se gira a verlo nota como este yace frotándose la mano en el pantalón con la que minutos antes la había tomado. No entiende cómo es que por un momento puede ser todo un hombre atento y hasta galante y al siguiente se limpia la mano del contacto con ella como si le hubiera ensuciado. Eso la entristece, creía que le agradaba a pesar de todo, ella sería la madre de su futuro hijo o hija. 

—Ven, ¿quieres una copa de vino? ¿Tinto, blanco o rosado? —pregunta Mark a ella ignorando a su hermano.

—No puede beber —señala Ayden regresando al lado de la joven y acompañándola a sentarse.

—¿Ahora se te ha dado por ser dominador y controlar a tu pareja? —pregunta su hermano con tono mordaz.

Ayden está pro contestar cuando ella le interrumpe.

—¡Para nada, él es un amor conmigo! —sonríe complaciente—. Solo que… —Arya lleva su mano izquierda al vientre para hacer mayor dramatismo—. Estamos esperando un hijo.

La cara de los tres es un poema, la de Ayden porque es no lo habían planeado y le tomó por sorpresa, la de Mark por qué sintió como sus esfuerzos por quedarse con la compañía se desvanecían ante él y la del viejo Gerard porque no lo esperaba, por fin sería abuelo.

—¡Felicidades! —expresa contento el anciano y camina hasta donde ellos para abrazarlos.

Arya se pone de pie y lo abraza, Ayden reticente hace lo mismo.

—Yo sabía que no me decepcionarías —dice a su primogénito—. Vengan, vamos a cenar, que esto se tiene que celebrar.

Mark ofrece sus felicitaciones fingiendo perfectamente, Arya se cree sus palabras, pero Ayden no. Luego que este camina tras su padre al comedor, detiene a Arya y se le acerca amenazante.

—No debiste hacer eso —murmulla con dientes apretados y luego la toma del brazo—. Cuando lleguemos a casa hablaremos sobre esto muy seriamente.

—¡Suéltame! —exige ella en voz baja—. No tienes que tocarme si tanto asco te doy.

Arya se zafa del agarre de Ayden y camina hasta dónde sus falsos familiares políticos. Mientras tanto Ayden siente el cosquilleo en su mano, aunque estaba confundido, ahora entiende por qué ella supone que él le tiene asco.

Si tan solo supiera la verdad sobre él, no se haría esas ideas. 

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