Lo dicho, dicho está II

—No me tientes la paciencia, y ten cuidado, mira que la codicia conoce su fin cuando se le cierra la cartera —acusa a la joven que se vuelve para verlo con una mirada desafiante pero dolida—. Eres incorregible, Arya Harley —gruñe por lo bajo y camina tras de ella.

En esta ocasión, Arya se adelanta a propósito, llega primero donde el chofer y se siente junto a él en la parte delantera haciendo que de nuevo el sexy millonario se enoje. Intenta mantener la compostura, pero tiene ganas de llorar, pues ha sido ofendida por él llamándola codiciosa e interesada.

Cuando él aborda en la parte trasera la mira juicioso.

—Si sigues con ese comportamiento, estoy seguro de que al término de este contrato estaré lleno de canas y habré envejecido veinte años, por lo menos —comenta sarcástico.

Arya sin humor de discutir lo ignora y fija su vista al frente, se aferra a no llorar y lo consigue.

Al llegar a la clínica se baja nada más, se detiene el auto, no se despide ni nada, camina furiosa hacia dentr
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