—Aquí están. La que Milagros guardó... y la que encontramos contigo, Richard.—Miren, Anselmo, Richard. El tipo de lana... es la misma, una lana gruesa, como hecha a mano, con esas pequeñas imperfecciones que le dan un toque artesanal.—Sí... es increíble. Nunca la había mirado tan de cerca.—Parece la misma calidad, sí. Una lana fuerte, duradera.—Y las flores... el patrón es casi idéntico. Rosas pequeñas de un color rojo deslavado, con hojas verdes bordadas alrededor. La forma en que están dispuestas en las esquinas... es la misma.—¡Miren! Aquí, en la manta de Valentina, hay una pequeña rosa con un pétalo ligeramente diferente, como si la lana fuera de otro tono. Y en la de Richard... aquí también hay una, ¡exactamente en el mismo lugar y con la misma pequeña variación!—Incluso el tacto... se siente igual. Suave, pero con esa textura rústica de algo hecho a mano.—Esto... Esto es más que una simple coincidencia. Es... asombroso.—Nunca... nunca imaginé algo así.—Es como si... com
A la mañana siguiente, Magaly se dirigió a la imponente mansión de los Contreras con una determinación férrea. Su objetivo era claro: sonsacar cualquier información que pudiera arrojar luz sobre el pasado de Valentina y, por extensión, el de Richard. Al acercarse a la entrada principal, divisó a Javier a lo lejos, dando órdenes a uno de los empleados en el jardín. Una punzada de incomodidad la recorrió. Sabía que un encuentro con él inevitablemente la sometería a un interrogatorio. Con agilidad, Magaly modificó su rumbo, buscando una entrada lateral que le permitiera infiltrarse en la casa sin ser detectada por el joven Contreras.Mientras rodeaba la mansión, escudriñando entre los setos y las enredaderas, Magaly descubrió una puerta inesperada. Estaba parcialmente oculta por la maleza crecida, como si alguien hubiera intentado mantenerla en secreto. "¿Qué será esto?", se preguntó en voz baja, sintiendo una punzada de curiosidad. Parecía una entrada olvidada, quizás incluso secreta. S
En ese instante, los dos jóvenes tomaron la decisión tácita de abandonar la mansión discretamente. Con movimientos sigilosos, descendieron del tejado por el pasadizo secreto y se deslizaron por los jardines, procurando no ser vistos por ningún empleado. Juntos, emprendieron la caminata hacia el centro de Villa Esperanza, un trayecto de unos quince minutos a pie desde la imponente residencia de los Contreras. Durante el camino, Magaly, con su entusiasmo característico, continuó relatándole a Javier los detalles de sus recientes "aventuras": el descubrimiento de la manta, la visita al orfanato, el encuentro con la entrañable señorita Milagros y la sorprendente revelación del jardín tejido. Javier, absorto en sus palabras y en la vivacidad de su narradora, se limitaba a observarla con una mezcla de fascinación y creciente curiosidad. La intensidad con la que Magaly contaba su historia y la seriedad del misterio que la rodeaba comenzaban a capturar por completo su atención.—¿Qué me miras
—¿Quién... quién es él? —pregunta Richard, con el rostro marcado por la confusión intensa, sus ojos fijos en Javier, un desconcierto evidente en su mirada.—Richard... él es Javier Contreras. Javier... él es Richard —dice Valentina, su voz cargada de sorpresa, una creciente confusión reflejada en su rostro mientras su mirada alterna entre ambos hombres.—¡Increíble! Magaly no exageraba. ¡Somos como dos gotas de agua! Debemos ser hermanos, ¿verdad? Siempre soñé con tener un hermano —exclama Javier, con un entusiasmo desbordante y una sonrisa radiante mientras se acerca efusivamente a Richard.—No... no lo entiendo. ¿Cómo es posible? —murmura Richard, frunciendo el ceño mientras examina a Javier de arriba abajo, sin mostrar ningún reconocimiento instintivo, solo la incredulidad ante un rostro familiar pero ajeno.—Es... es cierto. El parecido es... asombroso. Pero... ¿cómo? Yo pensaba... —dice Valentina, ladeando la cabeza, el asombro ante la similitud evidente mientras la teoría de un
Magaly comenzó su relato describiendo el descenso por la estrecha escalera de piedra, el aire volviéndose cada vez más denso y cargado de un olor terroso y húmedo, como de tierra removida y encierro prolongado. Al llegar al final de los escalones, se encontró en un espacio sorprendentemente amplio, aunque con el techo bajo y abovedado, construido con ladrillos oscurecidos por el tiempo y la humedad. La única iluminación provenía de la tenue rendija de luz que se filtraba por la puerta entreabierta que daba al jardín.—En realidad, en ese cobertizo... hay señales de que una persona entra —corrige Magaly, su voz ahora cargada de una certeza inquietante—. No solo estuvo, sino que parece que sigue utilizando el lugar.—¡Qué extraño! —exclama Javier, su curiosidad inicial tornándose en sorpresa y algo de nerviosismo—. Nunca he oído hablar de ese lugar en la mansión.—Lo único que se me ocurre —dice Valentina, con la mirada pensativa— es vigilar. Tenemos que saber quién es la persona que es
Interior de la cabaña de Elara. Javier y Magaly acaban de regresar, sus rostros aún reflejan la sorpresa y la confusión de lo que presenciaron.Javier entró en la cabaña casi sin aliento, con los ojos muy abiertos. Magaly lo seguía de cerca, su expresión igualmente agitada. Valentina y Richard, que estaban sentados junto a Elara, los miraron con interrogación.—¡No van a creer lo que vimos! —exclamó Javier, su voz todavía temblaba ligeramente.Valentina se levantó de inmediato, su preocupación evidente—. ¿Qué pasó? ¿Vieron a alguien entrar al cobertizo?Magaly asintió rápidamente. —Sí, pero no era un extraño... era tu padre, Javier.Un silencio denso cayó sobre la cabaña. Richard frunció el ceño, incrédulo. Elara permaneció quieta, su rostro sereno pero atento.—¿Mi padre? —preguntó Javier, como si no pudiera creer sus propias palabras—. ¿Qué hacía ahí?—Estaba buscando algo —explicó Magaly, su voz aún en un susurro por la impresión—. Estaba revisando las paredes, el suelo... incluso
A la mañana siguiente, el ambiente en la posada había mucha tranquilidad más que de lo costumbre. Valentina y Magaly se movían rápidamente, preparando sus pocas pertenencias para el viaje a la ciudad. Al abrir la puerta de su habitación para salir, se encontraron con Richard apoyado en el pasillo, esperándolas con una expresión seria pero tranquila.—Solo vine para acompañarlas al transporte —dijo Richard, su voz suave mientras tomaba las maletas de Valentina y Magaly. Al hacerlo, sus dedos rozaron las manos de Valentina en un contacto fugaz pero significativo. Ese simple roce hizo que una corriente eléctrica recorriera el cuerpo de Valentina, provocando un ligero estremecimiento que no pasó desapercibido para Richard.Una oleada de sensaciones confusas me inundó ante el contacto de Richard. Aún no me sentía cómoda explorando esas emociones, la incertidumbre sobre mi pasado y mi compromiso pesaban demasiado en mi corazón. A pesar de la turbulencia interna, le ofrecí a Richard una suav
Cuando la celebración comenzó a dispersarse, Magaly se acercó a mí con una mirada comprensiva.—Amiga, ¿nos vamos juntas? —me preguntó en voz baja.Antes de que pudiera responder, la voz de Gustavo se interpuso con una rapidez casi ansiosa—. Tranquila, Magaly. Yo llevaré a Valentina en mi coche. Estará mucho más cómoda. Tú puedes irte aparte, ¿verdad? No hay necesidad de que te desvíes.—Sí, claro —respondió Magaly, aunque noté un ligero matiz de duda en su tono antes de ofrecerme una pequeña sonrisa de despedida.En ese instante, mientras veía a Magaly alejarse y sentía el brazo posesivo de Gustavo rodear mi cintura, una opresión inexplicable se instaló en mi pecho. Era una mezcla de incomodidad, una punzada de soledad y la creciente certeza de estar atrapada en una situación que no deseaba. La falsa euforia de la celebración se había desvanecido por completo, dejando solo un vacío y una creciente angustia.Ya en el coche, la atmósfera se tensó de inmediato. Gustavo, con una sonrisa