Por Delfina

Tenía que hacer un trámite en el banco, aunque casi todo se hace desde el celular, porque está todo digitalizado, este trámite en particular, necesitaba hacerlo personalmente.

Decidí ir caminando, para despejarme un poco y para alargar un poco el tiempo.

Los días se me hacían eternos.

Hasta estaba descuidando mi querido salón de té, es en este momento que doy gracias a Mario y a Elsa, su esposa, no sé qué haría sin ellos.

Sin hacerlo a propósito, paso por la puerta de la casa de los padres de Gastón, estoy a media cuadra, cuando los veo salir, a él y a Aitana con el bebé en brazos.

Me quedé parada, no me responden las piernas.

Veo como él, muy caballero y no veo odio ni bronca en su actitud, le abre la puerta para que ella se suba, pega la vuelta y él se sube al volante.

Yo no dejé de mirarlos en ningún momento.

Gastón no se dio cuenta que los estaba observando, la que me vio y me dedicó una inmensa sonrisa y hasta me saludó con la mano, fue Aitana.

Gastón la observa y bus