Mahal atraviesa su tribu casi corriendo, siente una presión en el pecho, una angustia que parece estar estrujándole el corazón con el dolor más insoportable que alguna vez haya conocido en su vida. Cristalinas lágrimas llenas sus ojos amenazando con empezar a caer sobre sus doradas mejillas de piel suave, sin embargo se estruja los ojos para evitar que la gente la vea en ese estado. No quiere preocupar a nadie, su pueblo ya tiene mucho de lo que preocuparse como para que ella les añada una carga más, se supone que su tarea es de vida y alegría el lugar al que llega..Como la hija del Jefe debe ser una servidora de su gente, sea un guerrero o un moribundo quien solicite su ayuda, ella debe responder con dulzura y dedicación, aunque si alguien la se la pidiera ahora está segura de que no podría hacerlo, de lo único que se siente capaz en ese momento es de romper en llanto para liberar un poco de dolor que lleva dentro suyo.
—Que el Gran Espíritu te un de un bello día, hija —sTrejo se detiene un momento a descansar apoyando su mano en el grueso tronco de un árbol, ya es el tercer sol que ve en el cielo desde que se fue de su tribu para cumplir con su misión. Basándose en las indicaciones que ha recibido calcula que ya no está muy lejos de la tribu Nagutu, incluso hasta el paisaje se le empieza a hacer un poco familiar, suelta un suspiro cargado de inquietud ante el nerviosismo que comienza a apoderarse de su cuerpo. Esta a sólo momentos de introducirse en la su antigua tribu, y aunque ha ensayado su historia hasta poder relatará con naturalidad, y ante los ojos de cualquiera sería identificado como un Fuhure. Esta es su primera misión, en la cual está completamente solo, no tiene apoyo ni un plan de respaldo si llega a fallar, si lo descubren solo le resta un destino: la muerte. Aunque eso no es su más grande temor, sino el fallar a su pueblo, y más aún, ya no volver a ver a Sayo.—¡Tuvo que haberse ido por aquí! —grita la voz de un muchacho no
Veida avanza en una espesa oscuridad escuchando sólo el sonido de su respiración agitada, no sabe hacia donde se dirige ya que ni siquiera es capaz de ver su propia mano frente a su rostro. ¿En dónde está? ¿Por qué está corriendo? ¿Qué es esa terrible sed que arde en su garganta? El muchacho logra distinguir unos rayos de luz filtrándose a través de una rocas, por lo que se dirige hacia allí, necesita salir de esa oscuridad, necesita saciar esa dolorosa sed que amenaza con matarlo. Llegando a las rocas saca su mano hacia el exterior, pero el dolor de unas quemaduras en su piel lo hacen soltar un aullido de dolor, pero entonces lo ve, mira su mano pálida y con garras en la que han aparecido manchas rojas por las quemaduras. Con terror contempla que es la mano de un Unpiom, no, esa es su mano.——Tú pueblo sigue el mismo camino de ellos, la guerra nunca lleva a la paz, no importa la justificación que se busque para empezarla —resuena la voz de Kazora en esa especie de cueva i
En el bosque Fuhure el chaman escudriñando las plantas que lo rodean y seleccionando unas hojas o flores para colocarlas en una cesta de juncos que lleva colgando del brazo, la mezcla que necesita hacer lleva varios ingredientes no muy fáciles de hallar. Sin embargo, no le queda más remedio que esforzarse por conseguirlos, necesita la dirección de Shakra, se había prometido así mismo no invocarlo de nuevo, pero dadas las circunstancias no tiene más remedio. El aviso de que el bastardo hijo de Tebiu fue seleccionado por el mismísimo Jefe para competir por la mano de Mahal lo hace enfurecerse, ni siquiera sabe como ese muchacho se las ha apañado para sobrevivir. O mejor dicho sí sabe, Colmillo blanco, ese maldito espíritu ha estado protegiendo al muchacho desde que su padre fue asesinado, aunque hasta el día de hoy le sigue pareciendo un misterio cuál puede ser la razón por la que el guardián de los Fuhure ha decidido poner su especial atención en el muchacho, uno que espera ser capaz
Trego camina detrás de los jóvenes Nagutu sintiendo que su corazón está a punto de escapar de su pecho, no puede dejar de pensar que lo han descubierto, y que el Jefe en persona se encargará de torturarlo hasta la muerte para que le revele la ubicación de su tribu. Y eso lo lleva a cuestionarse cuan fuerte será para resistir la tortura, ante cualquier persona juraría por el Gran Espíritu que no le revelará nada, pero ha oído que el Jefe Nagutu con sus conocimientos en los distintos tipo de veneno podría hacer hablar incluso a un muerto.—¿Por qué el Jefe de la tribu tiene interés en conocer a un forastero? Debe tener cosas más importantes de las que ocuparse —pregunta Trego rascándose la nuca aparentando estar avergonzado.—No dijo el motivo, de hecho nunca da una explicación de lo que hace o hará, algo que es bastante irritable en él, pero no queda más que soportarlo —responde Xako encogiéndose de hombros, aparentemente sin estar preocupado por la situación.
Veida toma una lanza en su mano aferrándola con fuerza, con la vista fija en el muñeco de heno a unos metros de él la arroja con otras sus fuerzas. El muñeco se sacude siendo atravesado de lado a lado justo donde debería tener el corazón, el muchacho ladea la cabeza contemplando su tiro perfecto con indiferencia. Una habilidad que quizás pueda usar a la hora de cazar, aunque duda que le permitan salir demasiado de la aldea, ya que debería ocupar su tiempo en dedicarse a su familia y gobernar a su gente.—¡Ha sido un excelente lanzamiento, señor! —comenta un muchacho de rostro anguloso mirándolo con una sonrisa.—Sí, aunque no me servirá de mucho dentro de poco —murmura Veida yendo a buscar su arma.—¿Es verdad que la guerra terminará? ¿Qué ya no volveremos a luchar?—pregunta el joven con timidez por entablar una conversación con su líder.—Parece ser lo que todos desean, tanto tiempo creyendo estar dándole a mi pueblo lo que necesitaba, y resu
—¿Y tú piensas seguir así de tranquilo? —cuestiona la anciana a su nieto con mirada dura sentada en la choza en la que ambos viven.—¿Acaso no debería estarlo? —replica Tekay arqueando una ceja ante el inesperado reclamo mientras muerde una jugosa fruta que le hace cerrar los ojos ante la explosión de sabor dulce en su boca.—¡Por supuesto que no! Después de haber dejado a la pobre Mahal de esa manera deberías sentirte la peor persona sobre la faz de la tierra, has lastimado al ser más bello y puro que hay en esta tribu —reclama la mujer como si su nieto fuese culpable de un acto imperdonable.—No le dije nada que no fuera verdad, además es una muchacha fuerte, en un rato ya estará sonriente y canturreando por la aldea como siempre —responde el joven simulando indiferencia a pesar de sentir un poco de preocupación por ella.—Se fue corriendo al bosque, ¿Y si algo le pasa? ¿Podrás cargar con la culpa de haber sido tú el motivo de que ella se fu
Sayo se revuelve en su cama soltando pequeños gemidos cargados de angustia, la pesadilla que tiene está provocando que su cuerpo se cubra de sudor y el terror haga latir su corazón como si estuviera corriendo por su vida. Aunque en su sueño quien corre por su vida es Trego, puede verlo corriendo entre los árboles de un bosque con el terror reflejado en su rostro, algo que a la muchacha se le hace extraño, pues no recuerda siquiera una vez en la que haya visto a su amigo tan asustado. Incluso es capaz de oír la respiración agitada de su amigo que parece ya no tener fuerzas para seguir escapando por más tiempo, pero de qué estará escapando se pregunta Sayo con temor. El joven de pronto se ve obligado a detenerse al toparse con la pared rocosa de una peña que le corta el paso, y acercándose detrás de Trego unos ojos negros que no pertenecen a animal o ser alguno que Sayo haya visto antes comienzan a acercarse, tan negros como la noche misma, tan cargados de sed de sangre como el más te
Veida se muerde el labio inferior hasta hacerse sangrar sin poder apartar la mirada del cadáver de su padre, el dolor que siente poco a poco comienza a convertirse en una furia que amenaza con consumir todo a su alrededor. Por lo que aferrándose a ese furor se pone de pie y clavando sus ojos enrojecidos en los hombres que están de rodillas se dispone a ver lo más pronto posible sus cuerpos sin cabeza.—¿Qué sucedió aquí? —pregunta el muchacho obligándose a informarse de lo que es bastante obvio.—Tú padre quedó con estos hombres a solas ya que ordenó que saliéramos a buscarlos, cuando uno de nosotros volvió nos encontramos con esto —informa Kaitu con pesar sintiendo que ha fallado estrepitosamente a su líder.—¿Qué es lo que ustedes tienen para decir en su defensa? —interroga Veida queriendo ver si los asesinos tienen el valor para confesar su crimen.—Nosotros no hicimos nada, señor. Nos encontrábamos aquí dentro cuando de pronto un humo blan