En el bosque Fuhure el chaman escudriñando las plantas que lo rodean y seleccionando unas hojas o flores para colocarlas en una cesta de juncos que lleva colgando del brazo, la mezcla que necesita hacer lleva varios ingredientes no muy fáciles de hallar. Sin embargo, no le queda más remedio que esforzarse por conseguirlos, necesita la dirección de Shakra, se había prometido así mismo no invocarlo de nuevo, pero dadas las circunstancias no tiene más remedio. El aviso de que el bastardo hijo de Tebiu fue seleccionado por el mismísimo Jefe para competir por la mano de Mahal lo hace enfurecerse, ni siquiera sabe como ese muchacho se las ha apañado para sobrevivir. O mejor dicho sí sabe, Colmillo blanco, ese maldito espíritu ha estado protegiendo al muchacho desde que su padre fue asesinado, aunque hasta el día de hoy le sigue pareciendo un misterio cuál puede ser la razón por la que el guardián de los Fuhure ha decidido poner su especial atención en el muchacho, uno que espera ser capaz
Trego camina detrás de los jóvenes Nagutu sintiendo que su corazón está a punto de escapar de su pecho, no puede dejar de pensar que lo han descubierto, y que el Jefe en persona se encargará de torturarlo hasta la muerte para que le revele la ubicación de su tribu. Y eso lo lleva a cuestionarse cuan fuerte será para resistir la tortura, ante cualquier persona juraría por el Gran Espíritu que no le revelará nada, pero ha oído que el Jefe Nagutu con sus conocimientos en los distintos tipo de veneno podría hacer hablar incluso a un muerto.—¿Por qué el Jefe de la tribu tiene interés en conocer a un forastero? Debe tener cosas más importantes de las que ocuparse —pregunta Trego rascándose la nuca aparentando estar avergonzado.—No dijo el motivo, de hecho nunca da una explicación de lo que hace o hará, algo que es bastante irritable en él, pero no queda más que soportarlo —responde Xako encogiéndose de hombros, aparentemente sin estar preocupado por la situación.
Veida toma una lanza en su mano aferrándola con fuerza, con la vista fija en el muñeco de heno a unos metros de él la arroja con otras sus fuerzas. El muñeco se sacude siendo atravesado de lado a lado justo donde debería tener el corazón, el muchacho ladea la cabeza contemplando su tiro perfecto con indiferencia. Una habilidad que quizás pueda usar a la hora de cazar, aunque duda que le permitan salir demasiado de la aldea, ya que debería ocupar su tiempo en dedicarse a su familia y gobernar a su gente.—¡Ha sido un excelente lanzamiento, señor! —comenta un muchacho de rostro anguloso mirándolo con una sonrisa.—Sí, aunque no me servirá de mucho dentro de poco —murmura Veida yendo a buscar su arma.—¿Es verdad que la guerra terminará? ¿Qué ya no volveremos a luchar?—pregunta el joven con timidez por entablar una conversación con su líder.—Parece ser lo que todos desean, tanto tiempo creyendo estar dándole a mi pueblo lo que necesitaba, y resu
—¿Y tú piensas seguir así de tranquilo? —cuestiona la anciana a su nieto con mirada dura sentada en la choza en la que ambos viven.—¿Acaso no debería estarlo? —replica Tekay arqueando una ceja ante el inesperado reclamo mientras muerde una jugosa fruta que le hace cerrar los ojos ante la explosión de sabor dulce en su boca.—¡Por supuesto que no! Después de haber dejado a la pobre Mahal de esa manera deberías sentirte la peor persona sobre la faz de la tierra, has lastimado al ser más bello y puro que hay en esta tribu —reclama la mujer como si su nieto fuese culpable de un acto imperdonable.—No le dije nada que no fuera verdad, además es una muchacha fuerte, en un rato ya estará sonriente y canturreando por la aldea como siempre —responde el joven simulando indiferencia a pesar de sentir un poco de preocupación por ella.—Se fue corriendo al bosque, ¿Y si algo le pasa? ¿Podrás cargar con la culpa de haber sido tú el motivo de que ella se fu
Sayo se revuelve en su cama soltando pequeños gemidos cargados de angustia, la pesadilla que tiene está provocando que su cuerpo se cubra de sudor y el terror haga latir su corazón como si estuviera corriendo por su vida. Aunque en su sueño quien corre por su vida es Trego, puede verlo corriendo entre los árboles de un bosque con el terror reflejado en su rostro, algo que a la muchacha se le hace extraño, pues no recuerda siquiera una vez en la que haya visto a su amigo tan asustado. Incluso es capaz de oír la respiración agitada de su amigo que parece ya no tener fuerzas para seguir escapando por más tiempo, pero de qué estará escapando se pregunta Sayo con temor. El joven de pronto se ve obligado a detenerse al toparse con la pared rocosa de una peña que le corta el paso, y acercándose detrás de Trego unos ojos negros que no pertenecen a animal o ser alguno que Sayo haya visto antes comienzan a acercarse, tan negros como la noche misma, tan cargados de sed de sangre como el más te
Veida se muerde el labio inferior hasta hacerse sangrar sin poder apartar la mirada del cadáver de su padre, el dolor que siente poco a poco comienza a convertirse en una furia que amenaza con consumir todo a su alrededor. Por lo que aferrándose a ese furor se pone de pie y clavando sus ojos enrojecidos en los hombres que están de rodillas se dispone a ver lo más pronto posible sus cuerpos sin cabeza.—¿Qué sucedió aquí? —pregunta el muchacho obligándose a informarse de lo que es bastante obvio.—Tú padre quedó con estos hombres a solas ya que ordenó que saliéramos a buscarlos, cuando uno de nosotros volvió nos encontramos con esto —informa Kaitu con pesar sintiendo que ha fallado estrepitosamente a su líder.—¿Qué es lo que ustedes tienen para decir en su defensa? —interroga Veida queriendo ver si los asesinos tienen el valor para confesar su crimen.—Nosotros no hicimos nada, señor. Nos encontrábamos aquí dentro cuando de pronto un humo blan
—Vas a quedar hermosa, no podrán quitarte los ojos de encima —afirma Zipul peinando el cabello de su amiga con una sonrisa en los labios.—Solo me interesa que una sola persona no deje de mirarme, los demás no me preocupan —responde Mahal con los ojos ensoñadores.—¿En serio crees que iba a confesarte que sentía algo por ti? —pregunta la muchacha sin poder superar el asombro desde que su amiga se lo contó.—Sí, él iba a hacerlo, no sé si diría algo como que me amaba, pero de que al menos sentía algo sí. Tendrías que haber sus ojos, lo que no pudo decirme por ese tonto de Zujer sus ojos me lo gritaban —relata la joven enamorada con una sonrisa risueña en los labios.—La verdad es que no puedo hacerme a la idea de que Tekay sea capaz de decir que ama a alguien, él parece tan rudo, tan carente de sentimiento —murmura Zipul entrelazando unas flores blancas entre los cabellos de su amiga.—Ha sido su forma de protegerse, cuando una person
En la choza del Jefe Nagutu, Trego observa al líder de la tribu sin tener idea cómo actuar, o siquiera qué esperar. Duda mucho que lo deje volver a su gente después de lo que ha presenciado, pero si lo hubiese querido asesinar lo podría haber hecho en el bosque, sin necesidad de traerlo hasta la tribu.—Que no te de pena comer, muchacho. Tu cuerpo necesita reponer fuerzas luego de lo mucho que le exigiste durante la noche en la cacería —invita el Jefe señalando los platos de cerámica llenos de trozos de carne y legumbres.—¿Acaso no vamos a esperar a Xoka para comer, señor? —consulta el joven atreviéndose a tomar un trozo de carne ante el reclamo de su estómago.—No hay necesidad de hacerlo, él está en una misión, de camino a tu tribu a decir verdad. Así que come con confianza —informa el Jefe desgarrando con los dientes un pedazo de carne del hueso que sostiene en la mano.—Si me hubiese esperado podría haberme ido con ellos, ya que seg
—Señor, todos los guerreros están preparados para la batalla —informa Kaitu entrando a la choza del nuevo líder.—Bien, partiremos en breve. Asegúrate de dejar solo los hombres que sean imprescindibles para la protección de la tribu, pues no volveremos en mucho tiempo —informa Veida mirando el crepitar del fuego en la fogata.—Veida… ¿Estás seguro que tenemos las fuerzas necesarias para enfrentar al Imperio de la gente de la montaña? —consulta el guerrero con marcada preocupación por el resultado de esa campaña.—Sí, Kaitu, las tenemos, y además me tienen a mí que valgo por mil hombres. La guerra no se gana solo con fuerza y número, sino con astucia y estrategia. Es como un pequeño fuego que comienza a arder en el bosque, en sí mismo es tan pequeño que el pie de un hombre podría apagarlo, pero aprovecha todo lo que tiene a su alrededor para fortalecerse hasta el punto que no puede ser combatido. Y nosotros… nosotros haremos arder a toda esa gente —asegu